La Ley de Dios. Los diez mandamientos. Cuando Moisés subió an Monte Sinaà y estuvo ahà por cuarenta dÃas, recibió de Dios las tablillas con la Ley. Su pueblo, Israel, era bastante cabeza dura y constantemente le hacÃa la vida imposible al libertador.
La Ley era dura y dictaba la vida de los miembros del Pueblo de Dios. Y es que éste era un pueblo que necesitaba ser enderezado, pues constantemente se estaba desviando del camino correcto.
Pero La Ley misma, con el paso de los siglos, fue convirtiéndose en sólo un papel con letras, y las personas que estaba encargadas de interpretarla y ejecutarla –los fariseos y los escribas– poco a poco se fueron convirtiendo en abusadores que le sacaban provecho económico y social.
Esta semana escuchamos el Evangelio de San Mateo que nos dice este mensaje de Jesús a sus discÃpulos:
“No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
“Han oÃdo ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie será llevado al fuego del lugar de castigo.
“Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allà mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra tÃ, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policÃa y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allà hasta que hayas pagado el último centavo.
“También han oÃdo ustedes que se dijo a los antiguos: no cometerás adulterio; pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tÃralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para tà ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
“También se dijo antes: El que se divorcie, que le de a su mujer un certificado de divorcio; pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegÃtima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio.
“Han oÃdo ustedes decir que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; no’i por la tierra, que es donde Él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
“Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sÃ, cuando es sÃ; y no, cuando es no. Lo que se diga demás viene del maligno”.
Si tienes oÃdos, escucha.