Dice Jesús en el Evangelio de hoy:
“El que ama a su padre o a su madre más que a mÃ, no es digno de mÃ; el que ama a su hijo o a su hija más que a mÃ, no es digno de mÃ; el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mÔ
Yo recuerdo que, cuando joven, esta lectura me causaba mucha ansiedad, pues era muy difÃcil para mà poder decir que mi mamá, quien habÃa hecho cientos de sacrificios por mà durante toda su vida, no era la merecedora de todo mi cariño y amor.
Pensaba que ella, por esta lectura, no deberÃa de recibir nada de amor. Y por eso evitaba leer esta parte de las Sagradas Escrituras.
Pero, con los años y después de cursos y pláticas, he logrado entender lo siguiente: En ningún momento Jesús dice que lo amemos más a Él que a los demás. “El que ama más a…”, es muy diferente a “Deben amarme más…”. Todos los sacrificios de mi mamá o de mis tÃas, hermanos, amigos, etc. son grandes en naturaleza humana, pero Jesús en su dolor y muerte nos libra de lo peor de todo: el pecado y la muerte. Ya por esta simple razón no deberÃa de haber duda en nuestros corazones de amarlo con todo nuestro corazón.
Pero he aquà algo todavÃa más confortante. Todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y somos pequeñas ramitas que salimos de Él. Dios es el gran tronco al que nos vamos a unir por completo, y Jesús —junto con el EspÃritu Santo— es uno mismo en Dios.
Asà que, no te sientas triste en pensar que estás diluyendo tu amor por amar más a Jesús. Eso no ocurre, pues el amor verdadero no se destruye o se va acabando. Tu amor a tu familia, a tus padres, a tus hijos, a todos, es el mismo que va a Dios y a Jesús. No más ni menos.