Esta semana hablaremos de la multiplicación de los panes y los pescados, sin lugar a dudas uno de los más populares milagros relatados en los Evangelios, y que va más allá de saciar el estómago.
Cuando Jesús estaba en una orilla del lago de TiberÃades, en la orilla contraria a Galilea, mucha gente lo trataba de seguir, pues habÃan escuchado y sabÃa de los milagros que habÃa hecho por la región.
Según lo documentos evangélicos, el cálculo del número de personas de este relato era de alrededor de 5,000 hombres. Si contamos que cada hombre tenÃa una mujer y al menos un niño, estamos hablando de aproximadamente 15 mil personas en total.
Jesús, poniendo a prueba a Felipe, uno de los doce apóstoles, le pregunta que cómo podrÃan comprar pan para que coma toda esa muchedumbre. Felipe, en su calidad humana, le contesta:
“Ni doscientos denarios bastarÃan para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”.
Luego Andrés, otro de los discÃpulos y hermano de Simón Pedro, le dijo:
“Aquà hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?”.
¿No nos pasa constantemente eso en nuestras vidas? Ante la magnitud de los problemas nos hacemos pequeñitos o pequeñitas y lo único que vemos es lo negro, pero no vemos la luz, por muy brillante que esta sea.
Jesús les ordenó a los discÃpulos que mandaran sentar a toda la gente, y después de dar Gracias a Dios por los alimentos, comenzó a repartir los panes, y luego los pescados. Y todos comieron hasta saciarse.
Después de toda esa gigantesca cantidad de gente comió, Jesús pidió que recogieran los pedazos sobrantes para que no se desperdiciaran, y con todo lo que sobró de los cinco panes se llenaron todavÃa doce canastos (¿te fijaste que el número es 12, igual que los doce apóstoles?).
Cuando el rumor de lo que habÃa pasado comenzó a esparcirse entre toda la gente, Jesús se dio cuenta de iban a llevárselo y proclamarlo rey. En ese momento se retiró a la montaña, pero esta vez él solo. Y es que, si se hubiera quedado, con semejante número de personas apoyándolo, serÃa una revuelta contra el imperio romano, y eso traerÃa consecuencias de muchas muertes entre los seguidores de Jesús y los fieles al imperio.
Además, Jesús no estaba destinado a ser rey de este mundo, y ni le interesaba, pues Él sabÃa muy bien cual era su destino.
Por otra parte, observemos que fue un muchacho, quizá un niño quien con su fe, dio lo que tenÃa para que se hiciera el milagro.
Y añadiendo un poco a esta narración nos topamos en la primera lectura que el profeta Eliseo, habiendo recibido cómo regalos veinte panes de cebada y grano tierno de trigo, le dice a su criado que lo reparta entre cien hombres (otra vez, con aproximadamente 3 dependientes cada uno). El criado le respondió algo similar a lo que Felipe dijo lÃneas arriba:
“¿Cómo voy a repartir estos panes entre cien hombres?”
Obviamente, todos comieron y hasta sobró.
Qué interesante conocer que este evento ocurrió más de quinientos años del nacimiento de Jesús, y que era un preludio –aunque en menor escala– de lo que iba a suceder. Pero siempre resaltando la duda de nuestros corazones, y el resultado de poner la fe en el gran poder de Dios.
Asà mismo, en tu vida, no temas a las grandes adversidades. Ten fe. Ni reniegues ni te escondas. Ten Fe. El gran Poder de Dios está aquà para ayudarte , todo lo que tienes que hacer es tener Fe.