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Lecturas del Domingo: Junio 10, 2018 – Hablando del enemigo

Flanders el diablo
Flanders: el diablo es quien menos te lo imaginas. Fair use, Link

Este domingo volvemos al tiempo ordinario de la Iglesia y estamos en el décimo. Cabe recordar que el tiempo ordinario comprende dos tercios del calendario eucarístico, dejando el resto a la cuaresma, la pascua y el adviento.

Hoy tenemos como un personaje de relato principal nada más ni nada menos que al hombre de rojo, al chamuco, a patas de cabra, al diablo.

Para todos aquellos que piensan que este personaje es fácil de destruir, de manejar, que cualquiera lo hace tonto, o que con un crucifijo se le puede destruir, les recuerdo que el mismísimo satanás ha estado frente a Dios, cerca de Él y ante el mismo Dios le ha pedido que le de poder sobre Job, el paciente.

Y no se diga que ha estado hablando cara a cara con Jesús, durante los 40 días que pasó nuestro señor en el desierto.

Al diablo nos lo presentan de muchas formas, pero en la primera lectura de hoy, el Génesis nos lo trae como la serpiente que engañó a Eva e hizo que Adán comiera la fruta prohibida, lo que causó la furia de Dios y que trajo el pecado original a toda la Humanidad.

En este caso, Dios había prohibido a Adán y Eva que comieran del árbol de la sabiduría del bien y del mal. En el momento que comieran el fruto de ese árbol, verían todo como lo ve Dios. El pecado no fue la acción de comer, sino la soberbia de querer ser como Dios, de ver todo como Él.

Al comer la fruta –que en ninguna parte se menciona que era una manzana—se les “abrieron los ojos”, es decir comprendieron que estaban desnudos y sintieron vergüenza, y después de eso se escondían de Dios por esa pena que sentían. En ese momento entendieron que habían perdido el enlace que los unía directamente a Dios, desde ese momento no podían estar frente a Él como estaban acostumbrados.

Y el culpable, el diablo en forma de serpiente, no se quedó sin castigo. Le dijo Dios:

“Porque has hecho esto serás maldita entre todos los animales y entre todas las bestias salvajes. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida”.

Este evento, tan desastroso para toda la humanidad, no es sólo entre dos seres humanos y un reptil. Es algo que sucedió en el tiempo de la Creación, que posiblemente ni siquiera este en términos humanos sino en términos infinitos de Dios, cuando no existía ni siquiera la Tierra, y todo lo que había eran los ángeles y los espíritus que serían Adán y Eva, todos en el Paraíso, o sea frente a Dios, en su gracia.

Sin duda, algo un poco difícil de imaginar.

Ahora, imaginemos qué locura escuchar en el evangelio de hoy que Jesús, el Hijo de Dios, fue acusado por los escribas y gente del Templo, ¡Que Jesús estaba poseído por Satanás!

Jesús les dijo:

“¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa”.

De esta forma calló la boca de todos aquellos que lo acusaban de estar poseído. ¡Ya no más eso nos faltaba! ¡Y todavía hay quien se queja de por qué fuimos expulsados del paraíso!

Este es tiempo de reflexionar.

Lecturas del Domingo: Septiembre 10, 2017 – “Lo que aten en la tierra será atado en el cielo; lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo”

los nudos
Nudos

Este domingo es conocido en algunos lugares como el Día de Atar y Desatar. Hace dos semanas escuchábamos a Jesús otorgarle a Pedro el poder de atar y desatar almas por sus acciones aquí en vida.

Pero ahora Jesús nos entrega ese mismo poder a todos… bueno, a casi todos.

“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero, si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de a un pagano o de un publicano”.

Jesús nos da tres escalas de autoridad:

  • A solas con el infractor. Este es el primer paso, y como podemos ver, nos pide que seamos prudentes, pues se trata de algo serio. ¿No ocurre muchas veces que a veces queremos salir corriendo con la primicia del chisme?
  • Con uno o dos testigos, para que quede claro.
  • A la comunidad.

Si después de esto no hay resultados, y el infractor quiere seguir en su pecado, pues es hora de retirarnos.

Pero, ¿quiere decir esto que debo convertirme en el policía de mi hermano? ¿tengo yo la autoridad de juzgar?

No es tan sencillo. Imaginemos este caso: Una niña de sólo 15 años se embaraza, y su madre, de tan sólo 30 años, no le llamó la atención. ¿Debemos culpar a la madre por esta situación? ¡Ella misma fue una niña cuando estuvo embarazada! Ella no tenía el conocimiento en ese entonces y muy difícilmente lo tendrá ahora para guiar a su hija.

Si tu tienes el conocimiento, entonces es tu deber juzgar con prudencia la situación. Si eres un científico que sabes que el nuevo químico que se va a agregar a la comida que fabrica tu empresa es nocivo… y no haces nada… entonces eres tú el que se condena. No es el público, aunque digas que es una responsabilidad compartida. ¡Tu eres el que tiene el conocimiento!

Pero, si ni siquiera sabes todos los detalles de la situación e inmediatamente te pones a criticar y a juzgar… entonces también te estás metiendo en problemas.

Todos tenemos nuestras vidas en familia, con amigos, y en el trabajo. Y en todos estos lugares suceden cosas, a veces malas. Sepamos –y pidamos sabiduría para entender– las situaciones y obremos como nos lo pide Jesús, pero siempre con prudencia en el primer paso.

 

Jesús finaliza el Evangelio con una frase llena de optimismo para esta semana:

“Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.