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Lecturas del Domingo: Nada que entre de fuera puede manchar al hombre

fariseos siendo regañados por Jesús
Jesús dirigiéndose a los fariseos, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.209_PS2.jpg, Public Domain, Link

Hoy es el vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario.

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: “Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar.

No añadirán nada ni quitarán nada a lo que les mando: Cumplan los mandamientos del Señor que yo les enseño, como me ordena el Señor, mi Dios. Guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se dirán: ‘En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente’.

Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?’’.

Salmo Responsorial

Salmo 14

R. (1a) ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
El hombre que procede honradamente
y obra con justicia;
el que es sincero en sus palabras
y con su lengua a nadie desprestigia. R.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Quien no hace mal al prójimo
ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados
pero honra a quienes temen al Altísimo. R.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Quien presta sin usura
y quien no acepta soborno en perjuicio de inocentes,
ése será agradable
a los ojos de Dios eternamente. R.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Carta del Apostol Santiago  1, 17-18. 21b-22. 27

Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró por medio del Evangelio para que fuéramos, en cierto modo, primicias de sus creaturas.

Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido.

Evangelio de San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 2020

altar
Consagración del vino en la Parroquia de Corpus Christi en Lawrence, MA.

Para nosotros los católicos, la Eucaristía es el sacramento (el ritual) en el que se consagran (se ofrecen o dedican) una ofrenda de pan y vino, en recuerdo de la Última Cena de nuestro Señor Jesucristo.

Hoy es el día dedicado por la Iglesia para recordar específicamente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, representados por el Pan y el Vino.

La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, nos recuerda El Pan

“En aquel tiempo, habló Moisés a su pueblo y le dijo: ‘Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer si ibas a guardar los mandamientos o no.
“Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
“No sea que te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto y de la esclavitud; que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes; que en una tierra árida hizo brotar para tí agua de la roca más dura, y que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres'”.

La segunda lectura, tomada de la primera carta de San Pablo a los corintios, nos recuerda El Vino

“Hermanos: El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El Pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un sólo cuerpo, porque todos comemos del mismo Pan”.

Y el Evangelio de San Juan nos muestra el Cuerpo y la Sangre de Jesús como la clave de la salvación

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan qe yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida’.
“Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: ‘Cómo puede éste darnos a comer su carne?’
“Jesús les dijo: ‘Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
“Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron su padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre'”.

Todos podemos alcanzar la vida eterna. La clave está en lo que dice Jesús de comer su cuerpo y su sangre. ¿Cómo lo podemos hacer? Consumiendo la Eucaristía que se da en la Iglesia todos los domingos. Pero para poderla consumir, tienes que seguir los mandamientos de Dios y seguir a Jesús.

Así todo lo necesario para la salvación está enfrente de nosotros en todas las misas a la hora de la consagración: El Cuerpo y la Sangre de Cristo.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 2, 2018 – ¿Qué es lo que puede manchar al alma?

Las leyes de Moisés
Las leyes de Moisés, por un autor anónimo (Noord-Nederland) – View this work on the website of Museum Catharijneconvent, CC0, Link

Dice el Evangelio de hoy que Jesús, bastante enojado, les dijo a un grupo de fariseos y escribas:

“¡Qué bien lo profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: ´este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos´! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Para entender bien este enojo de Jesús, la primera lectura nos presenta a Moisés dándole al pueblo las leyes del Deuteronomio: uno de los libros que estipula más de 100 leyes que abarcan desde preparación de rituales, cómo deben comportarse los jerarcas, ley civil y código criminal. Es un grupo muy complejo de leyes que todavía hasta nuestro días tiene eco en muchas de nuestras cosas diarias.

Pero estas leyes, nos explicará después Moisés y con mayor detalle Jesús, fueron dadas porque los judíos que erraban para encontrar su tierra prometida, estaban haciendo infinidad de calamidades de todo tipo: desde abusos sexuales, fiestas completamente fuera de control, extorsiones, y muchas cosas malas mas. Había que poner un freno a toda esta vida loca.

Con el tiempo, estas leyes fueron haciéndose más estrictas y eran llevadas a la práctica de manera dura y sin separarse ni un ápice de lo que estaba escrito. Si la ley decía que no debía de darse más de un kilogramo de comida por cierta cantidad de dinero, y se daba de más, entonces los castigos era llevados a cabo severamente. Pero, como sabemos, el poder absoluto lleva a la corrupción, la mayoría de esta impartición de justicia era manejada por hombres que con el tiempo se corrompían y la impartían en formas injustas y sin igualdad. Entre los casos más recordados se encuentran las muertes de mujeres adúlteras por medio de pedradas.

Así, casi 800 años después de vivir con la Ley del Deuteronomio, el pueblo de Israel ve la llegada de Jesús, que empieza a traer un mandamiento nuevo que sobrepasa a todos los demás: Amarás a  a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Volviendo a la escena del enojo de Jesús, estos son los detalles:

“En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: ´¿Por qué tus discípulos comen con las manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?´ (Los fariseos, y los judíos en general, no comen sin lavarse las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas)”.

Después del episodio, Jesús llamó a todos y les dijo:

“Escúchenme todos y entiéndanme: Nada que entre de fuera puede manchar al hombre, lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.

Y es verdad: todas las envidias, los corajes, los chismes, los deseos de muerte, los excesos por sexo, alcohol, drogas, y todas las demás cosas malas, no nos vienen de fuera, sino que salen de nosotros mismos. Tal vez puedas decir que las drogas nos rodean, que las condiciones pobres de la gente los orillan a hacer cosas malas; pero al final, es la decisión de uno mismo la que se da para cometer un delito o no. ¿Por qué hay muchos casos de gente joven que, habiéndose criado en el mismo ambiente de pobreza, uno de ellos se vuelve malhechor y el otro no?

Los judíos recibieron cientos de leyes para tratar de controlarlos, pero el verdadero control empieza con uno mismo, desde nuestra alma.

En esta semana que empieza, no nos fijemos en las mugre de las manos de los demás; más bien, limpiemos las manchas que hay en nuestro propio corazón.