Tercer Domingo de Cuaresma 2023

La Mujer Samaritana
La Mujer Samaritana, por Guercino – Public Domain, Link

Éxodo

Ex 17, 3-7
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.

Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?

Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, lancemos viva al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a Él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues Él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo;
Él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
No endurezcan su corazón,
como el día de la rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras”.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rm 5, 1-2. 5-8
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por Él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.

La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.

Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.

Evangelio según San Juan

Jn 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.

Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.

La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.

En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.

Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.

Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el salvador del mundo”.

 

Lecturas del Domingo: Marzo 15, 2019 – La Mujer de Samaria

La Mujer Samaritana
La Mujer Samaritana, por GuercinoWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Los Samaritanos, por cientos de años han tenido muchos problemas con los Judíos. Ambos grupos han mantenido una terrible enemistad y hasta odio, rayando en asesinatos, y hasta profanamiento de los templos.

Es medio día, y en el desierto –que es donde se desarrolla esta parte del Evangelio– la temperatura es extremadamente alta. Nadie se atreve a salir a esa hora. De hecho, Jesús se ha detenido en un pozo de agua a descansar, y los discípulos han ido al pueblo por comida, dejándolo solo.

Llega una mujer del area a sacar agua. Jesús entabla una conversación con ella y le pide de beber. Ella, sorprendida, le recuerda que Él, siendo Judío, no debería estarse dirigiendo a una mujer, y mucho menos a una samaritana.

Pero, he aquí algunos detalles: Jesús le dice: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”, ella le responde “No tengo marido”. Jesús agrega: “Tienes razón en decir ‘No tengo marido’; has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

¿Qué tiene que ver esto? ¿Qué caso tiene avergonzar a la mujer con esa información? Primero, demostrarle a la mujer que Jesús conoce todo, porque no se trata de una persona cualquiera. Segundo, mandarnos un mensaje a todos, en todas las generaciones posteriores, de perdón y de humildad.

La mujer, que ha tenido cinco maridos y vive ahora con otro, sale por agua al medio día, la peor hora del día. ¿Por qué? Es la hora que no hay nadie en la calle, es la hora que nadie dirá nada a sus espaldas –o peor aún en su cara– ¿Qué podemos esperar que la gente le dirá en la calle? La mujer samaritana no sólo tiene sed de agua; está sedienta de aceptación, de consuelo, de perdón.

¿No es esta la clase de personas a las que Jesús viene a salvar?

Y de nueva cuenta, es por una mujer que el Evangelio sigue creciendo: Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer. ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó ahí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él, de veras, el salvador del mundo”.

Lecturas del Domingo: Julio 14, 2019 – El Prójimo

El buen samaritano
“Parábola del Buen Samaritano”, por Jan Wijnantshttp://www.hermitagemuseum.org/wps/portal/hermitage/digital-collection/01.+Paintings/46144, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4088414

Hoy es el décimo quinto domingo del tiempo ordinario. El principal tema de hoy es referente a la primera parte de la Ley de los Judíos:

“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo”.

La narración del evangelio de San Lucas de hoy es acerca de un doctor de la ley –esos que se sabían los libros de las leyes de pies a cabeza, y que eran los únicos autorizados para interpretarla y darla a conocer a los demás– que quiere poner a prueba a Jesús, y le pregunta qué hay que hacer para conseguir vida eterna. Jesús le pide que le diga el párrafo de la Ley que está escrito arriba.

Continúa la narración diciendo que el doctor volvió a tentar a Jesús, pera esta vez preguntando:

“Y, ¿Quién es mi prójimo?”

Jesús respondió:

“Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vió y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí lo vió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó, luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón, y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dió al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’
“¿Cuál de los tres te pare que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones? El doctor de la ley le respondió: ‘El que tuvo compasión de él’. Entonces, Jesús le dijo: ‘Anda y haz tú lo mismo'”.

Los samaritanos, siempre se han considerado herederos por ley del legado de Abraham, de las doce tribus de Israel, y miembros de la alianza eterna con Dios, al igual que los judíos. El problema es que estos últimos, no los consideraban dignos de compartir el legado de la Alianza. Por siglos, samaritanos y judíos estaban en peleas a muerte, llegando a cometer increíbles ofensas unos contra los otros.

Por eso, cuando Jesús presentó esta parábola que ayudó a su prójimo, muchos se escandalizaron: ¡Cómo era posible que un samaritano corriera tantos extremos por ayudar a un extraño, a un judío, y que ninguno de su propia raza (el sacerdote y el levita) lo hubieran atendido!

¡No cabe duda que cuando Jesús quiere dar una lección, no tiene ninguna reserva de usar los ejemplos más extremos y más incómodos para su pueblo!

El prójimo es tu hermano, tu amigo, esa persona que te cae muy bien, esa persona que siempre está cercas de ti. Pero, el prójimo también es tu enemigo. El prójimo también es que te hace daño. El prójimo también es el asesino al que nadie quiere ayudar o defender.

Jesús nos pide que este día meditemos el mensaje de salirnos de nuestra burbuja de confort y pongamos en acción –aunque sea poquito a poquito– para acercarnos a quienes más lo necesitan, sin importar quienes son, dónde viven, o el mas que han hecho.

Es difícil, pero con la ayuda de Dios y con las enseñanzas de Jesús, todo es posible.

Sólo hay que saber escuchar.