Lecturas del Domingo: Julio 14, 2019 – El Prójimo

El buen samaritano
“Parábola del Buen Samaritano”, por Jan Wijnantshttp://www.hermitagemuseum.org/wps/portal/hermitage/digital-collection/01.+Paintings/46144, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4088414

Hoy es el décimo quinto domingo del tiempo ordinario. El principal tema de hoy es referente a la primera parte de la Ley de los Judíos:

“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo”.

La narración del evangelio de San Lucas de hoy es acerca de un doctor de la ley –esos que se sabían los libros de las leyes de pies a cabeza, y que eran los únicos autorizados para interpretarla y darla a conocer a los demás– que quiere poner a prueba a Jesús, y le pregunta qué hay que hacer para conseguir vida eterna. Jesús le pide que le diga el párrafo de la Ley que está escrito arriba.

Continúa la narración diciendo que el doctor volvió a tentar a Jesús, pera esta vez preguntando:

“Y, ¿Quién es mi prójimo?”

Jesús respondió:

“Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vió y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí lo vió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó, luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón, y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dió al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’
“¿Cuál de los tres te pare que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones? El doctor de la ley le respondió: ‘El que tuvo compasión de él’. Entonces, Jesús le dijo: ‘Anda y haz tú lo mismo'”.

Los samaritanos, siempre se han considerado herederos por ley del legado de Abraham, de las doce tribus de Israel, y miembros de la alianza eterna con Dios, al igual que los judíos. El problema es que estos últimos, no los consideraban dignos de compartir el legado de la Alianza. Por siglos, samaritanos y judíos estaban en peleas a muerte, llegando a cometer increíbles ofensas unos contra los otros.

Por eso, cuando Jesús presentó esta parábola que ayudó a su prójimo, muchos se escandalizaron: ¡Cómo era posible que un samaritano corriera tantos extremos por ayudar a un extraño, a un judío, y que ninguno de su propia raza (el sacerdote y el levita) lo hubieran atendido!

¡No cabe duda que cuando Jesús quiere dar una lección, no tiene ninguna reserva de usar los ejemplos más extremos y más incómodos para su pueblo!

El prójimo es tu hermano, tu amigo, esa persona que te cae muy bien, esa persona que siempre está cercas de ti. Pero, el prójimo también es tu enemigo. El prójimo también es que te hace daño. El prójimo también es el asesino al que nadie quiere ayudar o defender.

Jesús nos pide que este día meditemos el mensaje de salirnos de nuestra burbuja de confort y pongamos en acción –aunque sea poquito a poquito– para acercarnos a quienes más lo necesitan, sin importar quienes son, dónde viven, o el mas que han hecho.

Es difícil, pero con la ayuda de Dios y con las enseñanzas de Jesús, todo es posible.

Sólo hay que saber escuchar.

Lecturas del Domingo: Marzo 19, 2017 – La Mujer Samaritana

La Mujer Samaritana
La Mujer Samaritana, por GuercinoWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Los Samaritanos, por cientos de años han tenido muchos problemas con los Judíos. Ambos grupos han mantenido una terrible enemistad y hasta odio, rayando en asesinatos, y hasta profanamiento de los templos.

Es medio día, y en el desierto –que es donde se desarrolla esta parte del Evangelio– la temperatura es extremadamente alta. Nadie se atreve a salir a esa hora. De hecho, Jesús se ha detenido en un pozo de agua a descansar, y los discípulos han ido al pueblo por comida, dejándolo solo.

Llega una mujer del area a sacar agua. Jesús entabla una conversación con ella y le pide de beber. Ella, sorprendida, le recuerda que Él, siendo Judío, no debería estarse dirigiendo a una mujer, y mucho menos a una samaritana.

Pero, he aquí algunos detalles: Jesús le dice: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”, ella le responde “No tengo marido”. Jesús agrega: “Tienes razón en decir ‘No tengo marido’; has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

¿Qué tiene que ver esto? ¿Qué caso tiene avergonzar a la mujer con esa información? Primero, demostrarle a la mujer que Jesús conoce todo, porque no se trata de una persona cualquiera. Segundo, mandarnos un mensaje a todos, en todas las generaciones posteriores, de perdón y de humildad.

La mujer, que ha tenido cinco maridos y vive ahora con otro, sale por agua al medio día, la peor hora del día. ¿Por qué? Es la hora que no hay nadie en la calle, es la hora que nadie dirá nada a sus espaldas –o peor aún en su cara– ¿Qué podemos esperar que la gente le dirá en la calle? La mujer samaritana no sólo tiene sed de agua; está sedienta de aceptación, de consuelo, de perdón.

¿No es esta la clase de personas a las que Jesús viene a salvar?

Y de nueva cuenta, es por una mujer que el Evangelio sigue creciendo: Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer. ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó ahí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él, de veras, el salvador del mundo”.

 

Lecturas del Domingo: Octubre 9, 2016 – Fe, misericordia y caridad

los diez leprosos
“La cura de los 10 leprosos” por James Tissot – Online Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.161_PS2.jpg, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10196025

En las lecturas de hoy tenemos un factor en común: La lepra.

Aunque hoy en dia se trata de una enfermedad que puede ser curable, en la antigüedad era considerada una maldición y las personas infectadas eran severamente excluidas de la sociedad, usualmente hasta el fin de sus dias.

Incluso, hasta en la Ley de Moisés se habla de que se tiene que separar de la población al leproso, con pena hasta de muerte. En fácil de imaginar cuánto miedo sucitaba una persona leprosa en una comunidad.

En la primera lectura, tomada del Libros de Reyes, conocemos a Naamán, el general del ejército de Siria. Esta armada era considerada la más poderosa del mundo, y Naamán era el líder más famoso… pero tenía lepra.

Sucede que era el tiempo en que Israel era un pueblo esclavo de los sirios, y la esposa de Naamán tenía a una niña israelita como sirvienta. La niña le dijo a la mujer que el profeta Eliseo (recordemos que Eliseo es el sucesor de Elías el profeta más grande del pueblo Israelí) podrías curar a su esposo.

Naamán le platicó esto a su rey, y él lo mandó a Israel a buscar al profeta. Cuando lo encontró, Eliseo le dijo que se bañara 7 veces (numerología, el número 7 otra vez) en el rio Jordán. Esto enojó muchísimo al general, quien se sitió ofendido por la orden. Comenzó a empacar, pero su siervo le pidió que hiciera la prueba y viera qué podía pasar. A regañadientes, Naamán se baño siete veces y se curó, la lepra desapareció.

Se bañó siete veces. Una por cada pecado capital. Los siete pecados capitales.

El hombre quedó sorprendido. No sabía qué hacer. Fue de inmediato con Eliseo y le ofreció muchísimas riquezas y bienes. Eliseo sabía muy bien que el milagro no era obra de él, sino de Dios, y le dijo al general:

“Juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no aceptaré nada”.

Naamán se puso triste, y le pidió al profeta que entonces le dejara llevarse dos sacos de la tierra de Israel para hacer con ellos un altar al Dios de Israel:

“La usaré para construir un altar al Señor, tu Dios, pues a ningún otro dios volveré a ofrecer más sacrificios”.

Evangelio del dia: Los 10 leprosos

¡Ah, la ingratitud humana! San Lucas nos habla de cuando Jesús, camino a Jerusalén, se topó con un grupo de 10 leprosos. ¡Imagínate que susto para sus discípulos! Lo primero que quieren hacer es irse, escapar, correr. Pero los enfermos, sabiendo su condición, le gritas desde lo lejos: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Jesús les ordena: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Los sumos sacerdotes del templo eran los que decidían si una persona enferma era apta para volver a la sociedad o si debía de seguir siendo excluida.

En el camino, los enfermos se curaron de la lepra, pero siguieron su camino. Todos excepto uno que, al verse curado, se llenó de emoción, alegría, y agradecimiento… y se volvió corriendo hacia a Jesús, se postró a sus pies y le dio las gracias. Este era samaritano.

¿Te acuerdas que los samaritanos y los judios tienen un odio horrible a muerte?

Jesús le dice al hombre:

¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios? Después le dijo al samaritano:
“Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

No importan tu problemas o predicamentos. Si tienes fe, todo se resolverá. Y cuando eso ocurra, no olvides dar gracias a Dios. Asi de sencillo, asi de fácil.