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Ya sé quién eres: el Santo de Dios

Ana dedica su hijo al templo
Ana dedica su hijo Samuel al templo, por Frank W.W. Topham – Public Domain, Link

Primer Libro de Samuel

1 Sm 1, 9-20
En aquel tiempo, después de tomar la comida ritual en Siló, Ana se levantó y se puso a orar ante el Señor. Llena de amargura y con muchas lágrimas, hizo esta promesa: “Señor de los ejércitos, mira la aflicción de tu sierva y acuérdate de mí. Si me das un hijo varón, yo te lo consagraré por todos los días de su vida, y en señal de ello, la navaja no tocará su cabeza”.

Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado a la puerta del santuario. Ana prolongaba su oración y Elí la miraba mover los labios, pero no oía su voz. Pensando que estaba ebria, le dijo: “Has bebido mucho. Sal de la presencia del Señor hasta que se te pase”. Pero Ana le respondió: “No, señor. Soy una mujer atribulada. No he bebido vino ni bebidas embriagantes; estaba desahogando mi alma ante el Señor. No pienses que tu sierva es una mujer desvergonzada, pues he estado hablando, movida por mi dolor y por mi pena”.

Entonces le dijo Elí: “Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido”. Ella le contestó: “Ojalá se cumpla lo que me dices”. La mujer salió del templo, fue a donde estaba su marido, y comió y bebió con él. Su rostro no era ya el mismo de antes.

A la mañana siguiente se levantaron temprano, y después de adorar al Señor, regresaron a su casa en Ramá. Elcaná tuvo relaciones conyugales con su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella y de su oración. Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Al Señor se lo pedí”.

Evangelio según San Marcos

Mc 1, 21-28
En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

 

Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador

Pintura del Inmaculado Corazón de María
Inmaculado Corazón de María, por Diana RingoCC BY-SA 4.0, Link

Primer Libro de Samuel

1 Sam 1, 24-28
En aquellos días, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.

Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.

Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia,
ven a salvar al hombre, que modelaste del barro.
R. Aleluya.

Evangelio según San Lucas

Lc 1, 46-56
En aquel tiempo, dijo María:

“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Fiesta de Nuestro Señor San José

Imagen del joven Jesús en el templo hayado por sus padres
Jesús hallado en el templo, por By William Holman Hunt – Public Domain, Link

Segundo Libro de Samuel

2 Sm 7, 4-5. 12-14. 16
En aquellos días, el Señor le habló al profeta Natán y le dijo:

“Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘Cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino.

Él me construirá una casa y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ “.

Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29

Su descendencia perdurará eternamente.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
y daré a conocer que su fidelidad es eterna,
pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre
y mi lealtad, más firme que los cielos.

Su descendencia perdurará eternamente.

Un juramento hice a David, mi servidor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente‘.

Su descendencia perdurará eternamente.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,
el Dios que me protege y que me salva’.
Yo jamás le retiraré mi amor
no violaré el juramento que le hice”.

Su descendencia perdurará eternamente.

Carta del Apostol San Pablo a los Romanos

Rm 4, 13. 16-18. 22
Hermanos: La promesa que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes, de que ellos heredarían el mundo, no dependía de la observancia de la ley, sino de la justificación obtenida mediante la fe.

En esta forma, por medio de la fe, que es gratuita, queda asegurada la promesa para todos sus descendientes, no sólo para aquellos que cumplen la ley, sino también para todos los que tienen la fe de Abraham. Entonces, él es padre de todos nosotros, como dice la Escritura: Te he constituido padre de todos los pueblos.

Así pues, Abraham es nuestro padre delante de aquel Dios en quien creyó y que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que todavía no existen. Él, esperando contra toda esperanza, creyó que habría de ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que Dios le había prometido: Así de numerosa será tu descendencia. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.

Evangelio según San Lucas

Lc 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia“. Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.

 

La Palabra del Jueves 22 de Diciembre de 2022

Pintura del Inmaculado Corazón de María
Inmaculado Corazón de María, por Diana RingoOwn work, CC BY-SA 4.0, Link

Primer Libro de Samuel 1, 24-28

En aquellos días, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.

Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que Él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.

Evangelio según San Lucas 1, 46-56

En aquel tiempo, dijo María:

“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre’’.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Lecturas del Domingo 20 de Febrero de 2022: El Señor es Compasivo y Misericordioso

El buen samaritano
Compasión en acción: El buen samaritano que atendió y pagó por hospedaje del herido, aunque era su enemigo; por G. Conti – Accascina, Public Domain, Link

Hoy es el Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario. Dice el Salmo 102 que El Señor es Compasivo y Misericordioso, y este es el mensaje de hoy: También nosotros, llamados a la santidad de Dios, debemos tener compasión con los demás, aunque sean enemigos, aunque nos traten mal, aunque nos roben.

Primer Libro de Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23

En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas, bajó al desierto de Zif en persecución de David y acampo en Jakilá.

David y Abisay fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo entre los carros; su lanza estaba clavada en tierra, junto a su cabecera, y en torno a él dormían Abner y su ejército. Abisay dijo entonces a David: “Dios te está poniendo al enemigo al alcance de tu mano. Deja que lo clave ahora en tierra con un solo golpe de su misma lanza. No hará falta repetirlo”. Pero David replicó: “No lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?”

Entonces cogió David la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl y se marchó con Abisay. Nadie los vio, nadie se enteró y nadie despertó; todos siguieron durmiendo, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David cruzó de nuevo el valle y se detuvo en lo alto del monte, a gran distancia del campamento de Saúl. Desde ahí gritó: “Rey Saúl, aquí está tu lanza, manda a alguno de tus criados a recogerla. El Señor le dará a cada uno según su justicia y su lealtad, pues él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor”.

Salmo 102

R. (8a) El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor perdona tus pecados
y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro
y te colma de amor y de ternura. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padre es compasivo con sus hijos,
así es compasivo el Señor con quien lo ama. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Primera Carta del Apostol San Pablo a los Corintios 15, 45-49

Hermanos: La Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.

Evangelio según San Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos’’.

 

Lecturas del Domingo: Enero 14, 2018 – Escuchemos el llamado

Removiendo la nieve
Removiendo la nieve LudekOwn work, CC BY-SA 3.0, Link

Este es el día del llamado de Dios a nuestros corazones. ¿Cuántas veces lo hemos escuchado y cuántas veces lo hemos ignorado? Pero también, ¿cuántas veces lo hemos atendido y hecho su voluntad?

Ponerse al servicio de los demás es difícil, definitivamente no es algo fácil o a lo que estamos acostumbrados. En la actualidad, existe la cultura de la individualidad, del poder hacer todo yo solo, pues no necesito a los demás.

Y cuando alguien nos pide ayuda, muchas veces simplemente los ignoramos y seguimos con nuestras vidas.

A mí me ha pasado: Yo vivo en el Noreste de los Estados Unidos, y recientemente tuvimos una gran tormenta que cubrió calles y vehículos. Uno adquiere astucia y sabe que, durante la tormenta, la nieve es muy ligera, casi como harina y es más fácil de apalear. Así que, durante la tormenta, es conveniente salir varias veces a pasar la pala y quitar la nieve, aunque eso significa que en unos instantes volverá a cubrirse el camino.

Pero hay una ventaja en esto: así se evita la acumulación. Pero además, se evita que se forme hielo por debajo de las capas ligeras. Una vez que la nieve se endurece, hay que hacer más esfuerzo para romperla, y se vuelve pesada y es ahí que ocurren las lesiones.

Cuando terminé por tercera vez de limpiar mi cochera, quedé muy complacido conmigo mismo pues iba a poder sacar my auto sin problemas. Fue un trabajo duro, pero había valido la pena. Volteé a mi alrededor y vi a las decenas de autos cubiertos por la nieve, atrapados por las murallas que hacen las palas limpiadoras de las calles.

Al día siguiente, estuve disfrutando de un merecido descanso, pues la universidad donde trabajo canceló el día porque el personal de limpieza no podía tener listas las instalaciones para los empleados. ¡Ah! A disfrutar del día.

Me asomé a la ventana y vi mi cochera limpia, con la nieve endurecida a los lados. Luego vi a los vecinos, raspando el hielo sobre sus coches y aceras, maldiciendo el duro trabajo que estaban teniendo. Una mujer le reclamaba a su pareja el no haber limpiado antes la nieve cuando estaba ligera.

¡Por flojos! fue mi reacción.

Luego, vi a mi vecino de enfrente. Su cochera es muy larga, como de unos 30 pies (10m) y su auto estaba hasta el fondo. El pobre hombre estaba luchando solo limpiando poco a poco, clavando la pala con fuerza y esforzándose para levantar la placa pesada de hielo. Tomaba un respiro, y luego otra vez la pala. ¡Mmh! Fue lo que me dije a mi mismo.

Avance con ciertos trabajos que estaba haciendo en línea, y muy contento porque los había terminado, me fui a mi recámara a leer un poco y escuchar música. Pero algo no me dejaba escuchar bien: era el sonido de la pala de mi vecino otra vez encajándose en el hielo, quebrándolo, y botándolo a los lados. Después de eso, tomar otro respiro.

Y no llevaba ni la mitad del camino limpio.

¿No es este un llamado a ayudar a mi prójimo? Me pregunté. Encontré fácilmente 5 excusas para ignorarlo: “por qué no limpió él antes, como yo; ya tome una ducha caliente esta mañana y si salgo me puedo enfermar –estábamos a 10 grados Fahrenheit o casi 15 celsius bajo cero–; me duele la espalda; hoy quiero aprovechar el día libre y aprender unas nuevas técnicas de diseño y programación; y, finalmente, quiero descansar”.

Todas estas son excusas válidas, que en cualquier corte moral me hubieran salvado.

Pero no escuche el llamado. Lo ignoré. Al recostarme para descansar mi malograda espalda y tratar de tomar una siesta mañanera, no pude dormir por el incesante apalear de mi vecino.

En la primera lectura de hoy, Samuel –viviendo en el mismo templo donde se encontraba el Arca de la Alianza– es despertado tres veces por una voz que lo llamaba. Pensando que se trataba de Elí, el sacerdote principal del templo, va las tres veces a despertarlo preguntando: “Aquí estoy, ¿Para qué me has llamado?”.

En la tercera ocasión, Elí comprende que es Dios quien le está hablando a Samuel, y le dice:

“Ve a acostarte, y si te llama alguien respóndele: ´Habla Señor; tu siervo te escucha´”.

Samuel se acostó, y al oír de nuevo la voz que le llamaba, respondió con sinceridad: “Habla Señor; tu siervo te escucha”.

Me paré de un salto cuando no escuché mas a mi vecino apalear. Al ver por la ventana, lo vi casi llegando a su auto. Me decidí a salir con mi pala y ayudarlo, aunque sea un poco. Al vestirme con el pesado abrigo, ponerme las botas de nieve, gorro, y guantes… sonó el teléfono. El la compañía de mi auto recordándome que tuviera cuidado con los caminos por la nieve y el hielo, y que estaba listos para recibirme en caso de cualquier servicio.

En el evangelio de hoy, san Juan nos dice cómo este día dos seguidores del Juan el Bautista están hablando con él, cuando Jesús pasa caminando. Juan les dice: Ese es el Cordero de Dios. Los dos discípulos, al escuchar estas palabras, no dudaron –ni se acostaron, ni buscaron excusas– comenzaron a seguir a Jesús. Dejaron la vida con Juan el Bautista y comenzaron a seguir al mesías.

Uno de los dos que lo siguieron era Andrés. Fue corriendo a su casa y encontró a su hermano Simón, y le dijo que había encontrado al “Ungido”. Simón fue corriendo a su encuentro, y cuando Jesús lo vio le dijó:

“Tu eres Simón, hijo de Juan. Tu te llamarás Kefás” (que quiere decir Pedro, es decir, “roca”).

Les agradecí la llamada, y salí corriendo hacia con mi vecino… sólo para verlo feliz, triunfante, y agotado. Pero con la satisfacción de haber “rescatado” él solo a su auto. No gracia a mí, que lo ignoré.

Por favor, que no te ocurra esto a ti.

 

Lecturas del Domingo: Marzo 26, 2017 – El relato del ciego

Jesús y el ciego
Jesús y el ciego, por Andrey MironovOwn work, CC BY-SA 4.0, Link

Este es, sin duda, un día con algunas de las lecturas más hermosas del año. Y nos es para menos: si tuvieron oportunidad de ir a la iglesia el día de hoy, se dieron cuenta de que los sacerdotes y diáconos llevaban algo de color rosa. Este es el símbolo de la alegría, y sólo se lleva a cabo dos veces al año: hoy, en el cuarto domingo de la cuaresma, y en el tercer domingo de adviento, cerca de la Navidad.

Y, es que hoy la Iglesia trata de decirnos que debemos de estar alegres, que las restricciones de la cuaresma están por terminar y se acerca el día más grande de la historia.

Pero volvamos un poco a las lecturas. Primero, tenemos cómo Samuel, uno de los profetas del antiguo testamento, es mandado por Dios a escoger al segundo Rey de Israel. Le son presentados 7 hermanos, de mayor a menor, para que unja al que Dios le diga. Es curioso que Samuel cree que el primer hermano, el mayor y mas fuerte, será el elegido; pero Dios le dice que no se deje llevar por las apariencias, pues ÉL no usa los mismos criterios de los hombre para elegirlos.

Asi van pasando uno a uno hasta que el último, que ni siquiera había sido considerado por ser el mas joven y pequeño. ¡Hasta lo habían mandado a pastorear ovejas!

Y ese último, que no tenía las más pequeñas posibilidades de ser el nuevo Rey de Israel, era David.

El Señor es mi pastor, nada me falta

¡Ah, el Salmo 22! El Señor es mi pastor, nada me falta. Lindísmo poema, precisamente de David para alabar a Dios. Cuando tengas una oportunidad, escúchalo con la música apropiada, vale la pena.

Y el Evangelio con el relato del ciego

¿Cuántas veces necesitaban los antiguos fariseos para convencerse de un milagro? Okay, ¿cuántas veces necesito yo ver algo para convencerme de los milagros? Jesús le recobra la vista a un ciego de nacimiento, y la gente de Israel cuestiona el acontecimiento:

  • ¿Porqué está sucediendo en Sábado, el día de guardar?
  • Unos dicen: “no, este no es el ciego que pedía limosna, pero se le parece”.
  • Los fariseos no le creen, ¡y hasta mandan a traer a sus padres para ver si de verdad nació ciego!
  • Los padres cuando les preguntan cómo es que su hijo recobró la vista, por miedo a los fariseos, les responden: “El ya tiene edad, pregúntenle a él”.

El ciego, cuando es preguntado por el grupo, les responde sabiamente –refiriéndose a Jesús–:

“Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que los teme y hace su voluntad, a ese sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Obviamente, esto causó la furia de los fariseos, que lo hecharon del templo. Después, Jesús se lo encuentra luego de un interesante intercambio el ciego reconoce a Jesús como su liberador, pero más importante, como el verdadero mesías.

El ciego dijo: “Creo, Señor”, y postrándose lo adoró.