Siguiendo con el tema de este domingo pasado –en que hablábamos del fariseo y del publicano– hoy traemos la primera lectura:
“El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.
“Quien sirve a Dios con todo su corazón es oÃdo y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el altÃsimo lo atiende y el justo juez le hace justicia”.
Ora, ora y ora. No dejes de orar, y con paciencia, el Señor escuchará tu oración.