A los fariseos, sumos conocedores de la antigua ley judÃa, les gustaba ser tratados con reverencia, recibir los mejores lugares en las comidas, las adulaciones y el respeto. Los publicanos, eran judÃos autorizados por el gobierno romano a colectar los impuestos sobre sus propia raza, y eran sumamente odiados y tildados de traidores a su propio pueblo. Muchas veces, los publicanos incrementaban el porcentaje autorizado por los romanos para los impuestos para quedarse ellos mismos con esa diferencia.
Ambas clases de personas eran vistas con recelo y fastidio por el común de la población, que no podÃa hacer nada contra ellos mas que maldecirlos o hacerles malas caras a sus espaldas.
Jesús, en el evangelio de hoy, hace protagonistas de estos grupos en una de sus más importantes parábolas:
“Dos hombres subieron al tiempo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba asà en su interior: ‘Dios mÃo, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces a la semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'”.
Este hombre estaba haciendo más de lo que la ley pedÃa: ayunar dos veces por semana, cuando la ley sólo pedÃa una. Pagaba diezmo de todo lo que ganaba. Y se jactaba de no ser pecador. Hasta se comparó con el publicano. Buen hombre, sin duda. Pero sin corazón, sin amor. ¡Claro que pecaba! Al menos de prudencia y de humildad.
Sigue la lectura:
“El publicano, en cambio, se quedó a lo lejos y no se atrevÃa a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacÃa era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mÃo, apiádate de mÃ, que soy un pecador’
“Pues bien, yo les aseguro que éste bajo a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Sabra Dios cuántas cosas malas habrÃa hecho el publicano para irse a confesar ante Él de ser pecador. Pero al menos, tenÃa la sinceridad para reconocerse y no compararse con los demás. No nos dejemos engañar por las apariencias. No todo lo que brilla es oro.