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Día de Acción de Gracias – Thanksgiving 2024

Sirácide

Sir 50, 24-26
Bendigan al Señor, Dios de Israel,
porque ha hecho maravillas en toda la tierra.
Él nos dio la vida desde el seno materno
y nos ha tratado con misericordia.

Que el Señor nos conceda un corazón alegre,
que Él haga reinar la paz en Israel ahora y para siempre.
Que el Señor nos haga confiar en su misericordia,
pues Él nos salvará en nuestros días.

Salmo 144

Bendeciré al Señor eternamente.
Yo te bendeciré día tras día
y alabaré tu nombre hasta que muera.
Muy digno de alabanza es el Señor,
pues es incalculable su grandeza.
Bendeciré al Señor eternamente.
Que una generación pondere a la otra,
tus obras y proezas;
que hable de tu esplendor y de tu gloria
y anuncie tu grandeza.
Bendeciré al Señor eternamente.
Que publique tus hechos prodigiosos
y alabe lo imponente de tus obras,
que haga memoria de tu gran bondad
y aclame tu victoria.
Bendeciré al Señor eternamente.
El Señor es clemente y bondadoso,
Lento al enojo y lleno de ternura;
bueno es el Señor para con todos,
cariñoso con todas sus creaturas.
Bendeciré al Señor eternamente.
Que te alaben, Señor, todas tus obras,
y que todos tus fieles te bendigan;
que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
Bendeciré al Señor eternamente.

Primera Carta del Apostol San Pablo a los Corintios

1 Cor 1, 3-9
Hermanos: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.

Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por Él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don, ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.

Evangelio según San Lucas

Lc 17, 11-19
En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.


Crédito de la imagen:”La cura de los 10 leprosos” por James Tissot – Public Domain, link.

La Sagrada Familia

Sagrada Familia
La Sagrada Familia” por Kok Leng YeoCC BY 2.0, Link

Sirácide

Si 3, 3-7. 14-17a

El Señor honra al padre en los hijos
y respalda la autoridad de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre queda limpio de pecado;
y acumula tesoros, el que respeta a su madre.

Quien honra a su padre,
encontrará alegría en sus hijos
y su oración será escuchada;
el que enaltece a su padre, tendrá larga vida
y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre.

Hijo, cuida de tu padre en la vejez
y en su vida no le causes tristeza;
aunque se debilite su razón, ten paciencia con él
y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor.
El bien hecho al padre no quedará en el olvido
y se tomará a cuenta de tus pecados.

Salmo 127

Dichoso el que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos:
comerá del fruto de su trabajo,
será dichoso, le irá bien.

Dichoso el que teme al Señor.

Su mujer, como vid fecunda,
en medio de su casa;
sus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de su mesa.

Dichoso el que teme al Señor.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor:
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

Dichoso el que teme al Señor.

Carta del Apostol San Pablo a los Colosenses

Col 3, 12-21
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a Él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión.

Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.

Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.

Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a sus esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman.

Evangelio según San Lucas

Lc 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.

 

Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden

Juan el Bautista por Anton Raphael Mengs – Public Domain, Link

Eclesiástico

En aquel tiempo, surgió Elías, un profeta de fuego;
su palabra quemaba como una llama.
Él hizo caer sobre los israelitas el hambre
y con celo los diezmó.
En el nombre del Señor cerró las compuertas del cielo
e hizo que descendiera tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso eres, Elías, por tus prodigios!
¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
En un torbellino de llamas fuiste arrebatado al cielo,
sobre un carro tirado por caballos de fuego.
Escrito está de ti que volverás,
cargado de amenazas, en el tiempo señalado,
para aplacar la cólera antes de que estalle,
para hacer que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos
y congregar a las tribus de Israel.

Dichosos los que te vieron
y murieron gozando de tu amistad;
pero más dichosos
los que estén vivos cuando vuelvas.

Evangelio según San Mateo

Mt 17, 10-13
En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?

Él les respondió: “Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”.

Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

 

¿Con qué autoridad haces todo esto?

Jesús y los fariseos
Jesús dirigiéndose a los fariseos, Por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Public Domain, Link

Sirácide (Eclesiástico)

Sir 51, 17-27

Te doy gracias y te alabo, Señor,
y bendeciré tu nombre para siempre.

Desde mi adolescencia, antes de que pudiera pervertirme,
decidí buscar abiertamente la sabiduría.
En el templo se la pedí al Señor
y hasta el fin de mis días la seguiré buscando.
Dio su flor y maduró, como racimo de uvas,
y mi corazón puso en ella su alegría.

Mi pie avanzó por el camino recto,
pues desde mi juventud seguí sus huellas;
tan pronto como le presté oídos,
la recibí y obtuve una gran instrucción.
La sabiduría me ha hecho progresar,
por eso glorificaré al que me la concedió.

Decidí ponerla en práctica,
busqué ardorosamente el bien
y no quedé defraudado.
Luché por ella con toda mi alma,
cumpliendo cuidadosamente la ley.

Levanté mis brazos hacia el cielo
y deploré conocerla tan poco.
Concentré en ella mis anhelos
y con un corazón puro la poseí.
Desde el principio ella me conquistó,
por eso jamás la abandonaré.

Evangelio según San Marcos

Mc 11, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron de nuevo a Jerusalén, y mientras Jesús caminaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le preguntaron: “¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te ha dado autoridad para actuar así?

Jesús les respondió: “Les voy a hacer una pregunta. Si me la contestan yo les diré con qué autoridad hago todo esto. El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contéstenme”.

Ellos se pusieron a razonar entre sí: “Si le decimos que de Dios, nos dirá: ‘Entonces ¿por qué no le creyeron?’, y ¿si le decimos que de los hombres?” Pero, como le tenían miedo a la multitud, pues todos consideraban a Juan como verdadero profeta, le respondieron a Jesús: “No lo sabemos”. Entonces Jesús les replicó: “Pues tampoco yo les diré con qué autoridad hago todo esto”.

 

Tengan fe en Dios

Jesús corriendo a los mercaderes
Jesús expulsando a los mercaderes del templo, por Andrey Mironov 777Link

Sirácide (Eclesiástico)

Sir 44:1, 9-13
Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará.

Evangelio según San Marcos

Mc 11, 11-26
Después de haber sido aclamado por la multitud, Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y miró todo lo que en él sucedía; pero como ya era tarde, se marchó a Betania con los Doce.

Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Viendo a lo lejos una higuera con hojas, Jesús se acercó a ver si encontraba higos; pero al llegar, sólo encontró hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo a la higuera: “Que nunca jamás coma nadie frutos de ti”. Y sus discípulos lo estaban oyendo.

Cuando llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a arrojar de ahí a los que vendían y compraban; volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas; y no dejaba que nadie cruzara por el templo cargando cosas. Luego se puso a enseñar a la gente, diciéndoles: “¿Acaso no está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.

Los sumos sacerdotes y los escribas se enteraron de esto y buscaban la forma de matarlo; pero le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de sus enseñanzas. Cuando atardeció, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.

A la mañana siguiente, cuando pasaban junto a la higuera, vieron que estaba seca hasta la raíz. Pedro cayó en la cuenta y le dijo a Jesús: “Maestro, mira: la higuera que maldijiste se secó”.

Jesús les dijo entonces:

“Tengan fe en Dios; les aseguro que si uno le dice a este monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus ofensas; porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas”.

 

Vete, tu fe te ha salvado

Jesús y Bartimeo
Jesús sanando a el ciego Bartimeo, por Marion Halft – Link.

Sirácide (Eclesiástico)

Sir 42, 15-26

Voy a traer a la memoria las obras del Señor
y a contar lo que he visto.

Por la palabra de Dios ha sido hecho todo cuanto existe
y el mundo entero está sometido a su voluntad.
Como la luz del sol ilumina todas las cosas de la tierra,
la gloria del Señor llena la creación.

No les concedió a sus ángeles
contar todas esas maravillas,
que el Señor todopoderoso estableció firmemente
como una prueba manifiesta de su gloria.

El Señor penetra hasta el fondo de los abismos
y de los corazones,
y conoce todos sus secretos,
porque Él posee toda la ciencia
y conoce el movimiento de los astros;
descubre lo pasado, anuncia lo futuro
y revela los más recónditos misterios.
Ningún pensamiento se le oculta,
ninguna cosa se le escapa.

Aquel que existe antes que el tiempo y para todo tiempo,
dio esplendor y grandeza a las obras de su sabiduría.
Nada se le puede añadir,
nada se le puede quitar
y no necesita consejero.

¡Qué preciosas son las obras del Señor,
y eso que apenas una chispa es lo que vemos!
En el universo todo vive y dura para siempre
y obedece al Señor en todo momento.

Todas las cosas difieren entre sí,
y sin embargo, se complementan.
Nada de lo que ha hecho el Señor es inútil;
cada una de ellas afirma la excelencia de la otra.
¿Quién se cansará de contemplar la gloria del Señor?

Evangelio según San Marcos

Mc 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque Él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

 

Muchos que ahora son los últimos, serán los primeros

 

Sirácide (Eclesiastés)

Sir 35, 1-15

La ofrenda más grata al Señor
es la que ofrece aquel que cumple su ley.
El que guarda los mandamientos
ofrece un sacrificio de acción de gracias,
el que hace favores al prójimo ofrenda el mejor trigo,
el que da limosna ofrece un sacrificio de alabanza.

Apartarse del mal es darle gusto al Señor,
evitar la injusticia es sacrificio de expiación por el pecado;
no te presentes, pues, ante Dios con las manos vacías:
todo esto es mandato del Señor.

La ofrenda del justo enriquece el altar
y su aroma sube hasta el Altísimo.
La ofrenda del justo es agradable a Dios
y su memorial no será olvidado.

Honra al Señor con ánimo alegre
y no seas tacaño al pagarle tus primicias.
Haz tu ofrenda de buena gana
y santifica con gozo tus diezmos.

Dale al Altísimo según la medida en que Él te ha dado a ti;
dale tan generosamente como puedas,
porque el Señor sabe recompensar
y te dará siete veces más.

No pienses en sobornar al Señor, porque Él no recibirá tus dones,
ni confíes en la ofrenda de cosas mal habidas,
porque el Señor es un juez
que no se deja impresionar por apariencias.

Evangelio según San Marcos

Mc 10, 28-31
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte’‘.

Jesús le respondió:

“Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”.

 

Dios es un juez que no se deja impresionar

La viuda y su hijo
La viuda y su hijo, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.211_PS2.jpg, Public Domain, Link

Siguiendo con el tema de este domingo pasado –en que hablábamos del fariseo y del publicano– hoy traemos la primera lectura:

“El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.
“Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia”.

Ora, ora y ora. No dejes de orar, y con paciencia, el Señor escuchará tu oración.