Depués de 49 dÃas del Domingo de Resurrección se celebra el Domingo de Pentecostés (algunos estudiosos de la Palabra dicen que son en realidad 50 dÃas contando ambos domingos), y también hoy concluye oficialmente la Pascua 2020. En los tiempos de Jesús, el pueblo JudÃo celebraba en estas fechas el llamado festival de las cosechas, asà que en la ciudad de Jerusalén se encontraba una gran cantidad de peregrinos que venÃan de muchas partes del mundo (o más bien, del mundo conocido hasta entonces) para las celebraciones.
Jesús ha resucitado y constantemente se ha aparecido a sus discÃpulos. Incluso, en una ocasión se manifestó a muchÃsima gente. Y cada vez, les recuerda a todos que está por irse, pero no se quedarán solos: El EspÃritu Santo se quedará con ellos.
Recordemos que, al principio de la vida pública de Jesús, cuando Juan el Bautista procedió a bautizar a Jesús en el Jordán, mucha gente, incluido San Juan, el discÃpulo amado por Jesús, son testigos de que el “EspÃritu Santo descendió como paloma” y se posó sobre nuestro Señor.
Luego, según el Evangelio de hoy, del propio San Juan, Jesús les dejó el EspÃritu Santo a los apóstoles:
“Al anochecer del dÃa de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discÃpulos, por miedo a los judÃos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
“Cuando los discÃpulos vieron al Señor, se llenaron de alegrÃa. De nuevo les dijo Jesús: ‘La paz esté con ustedes. Asà como mi Padre me ha enviado, asà también los envÃo yo’.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban al EspÃritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.
Pero ahora, 50 dÃas después, en la Primera Lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, escucharemos el relato de lo que pasó en este dÃa:
“El dÃa de Pentecostés, todos los discÃpulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un gran ruido que venÃa del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del EspÃritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el EspÃritu les inducÃa a expresarse.
“En esos dÃas habÃa en Jerusalén judÃos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oÃr el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oÃa hablar en su propio idioma.
“Atónitos, y llenos de admiración, preguntaban: ‘¿Qué no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oÃmos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judÃos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua'”.
El EspÃritu Santo ya no sólo está con los apóstoles ¡sino con todos los seguidores de Jesús, y estamos nosotros también incluidos! AsÃ, aunque Jesús subió a los cielos, no nos dejó y cumplió su promesa: “Yo estaré con ustedes todos los dÃas, hasta el fÃn del mundo” – Mateo28, 20.