En este Segundo Domingo Ordinario, el profeta IsaÃas nos dice en la primera lectura cuál es la razón del pueblo de Israel: convertir a este pueblo en la Luz de las Naciones.
Pero Israel es como una niño joven, inmaduro, con berrinches, que va aprendiendo poco a poco. A este pueblo le van a tocar las pruebas más duras y poco a poco ira adquiriendo sabidurÃa y sensatez.
Este es un pueblo que semeja mucho a los sembradÃos: una persona se encarga de arar la tierra, luego alguien más echará las semillas. Después, alguien regará y cuidará. Finalmente alguien vendrá a cosechar.
Y lo mismo nos pasa a nosotros: nuestros padres nos dan la semilla de nuestra religión, luego ellos mismos y nuestra comunidad nos harán crecer, y finalmente Jesús será quien coseche nuestros frutos… o nos ate para mandarnos al fuego por no haber sabido darlos.
Acerca de Juan
El Evangelio de San Juan nos presenta cómo Juan da testimonio de Jesús:
“Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ´El que viene después de mÃ, tiene precedencia sobre mÃ, porque ya existÃa antes que yo´”
Y esto es bien importante, pues Juan, el único profeta del Nuevo Testamento, está hablando de Jesús reconociéndolo como la segunda persona de la SantÃsima Trinidad: Recordemos que el mismo Juan, en el inicio de su Evangelio, nos dice que en el principio ya existÃa el verbo, ¿y quién es el verbo? ¡pues Jesús! Antes de toda creación ya existÃa Él.
Y termina diciendo Juan:
“Vi al EspÃritu Santo descender del cielo en forma de paloma posarse sobre Él. Yo no lo conocÃa, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ´Aquel sobre quien veas que baja y se posa el EspÃritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el EspÃritu Santo´ Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.