En esta semana escucharemos acerca del llamado que Dios nos hace para llevar su mensaje a todos los rincones del mundo. Existen muchas formas de llamar a esta función, pero la más común y popular es “apostolado”.
Primero, escuchamos que AmasÃas, el sumo sacerdote de la ciudad de Betel, le dice al profeta Amós: “Vete de aquÃ, visionario, y huye al paÃs de Judá; gánate allá el pan profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”.
Betel era uno de los pueblos que fundó Jacob, nieto de Abraham, que era dominado por un rey que estableció que deberÃa adorarse a Dios en la figura de un borrego. AmasÃas era el sacerdote del rey, y sin duda tenÃa mucho poder en la ciudad.
Pero el profeta Amós, siguiendo el llamado de Dios, fue directamente al pueblo y les anunció que estaban cometiendo errores, que deberÃan de dejar la adoración al borrego y a la religión “del estado“. El estado no debe de imponer la religión.
Obviamente, esto enfurecÃa a los miembros de la iglesia de AmasÃas, y a él mismo, al grado de querer deshacerse de Amós a como diera lugar. Afortunadamente, Dios le dio la Palabra a Amós para defender y seguir con su mensaje, aún en medio de tan peligroso mundo como el de Betel. AmasÃas tendrá un fin muy doloroso en el que perderá a su familia y todas sus posesiones, pero él mismo quedará vivo. Tal vez eso sea lo más terrible.
Y el evangelio también nos relata cómo Jesús establece la misión de los apóstoles, y San Marcos nos dice que:
“Llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre espÃritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias, y una sola túnica”.
El mensaje es claro: pongan su fe y confianza completamente en Dios, y nunca en los bienes. Los apóstoles sólo estaban armados con la más poderosa de las armas: La Palabra.
La Palabra de Dios es como una semilla, que se siembra en los surcos de la tierra para poder dar fruto. Seamos los sembradores, que al igual que los apóstoles, que alimentemos y cuidemos a esa semillita que se nos ha confiado por parte de nuestro Señor.