Lecturas del Domingo: Octubre 25, 2020 – Amarás al Señor con todo tu corazón

fariseos siendo regañados por Jesús
Jesús dirigiéndose a los fariseos, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.209_PS2.jpg, Public Domain, Link

Hoy es el trigésimo domingo del tiempo ordinario, y en el Evangelio de San Mateo escucharemos la lección que resume todas las leyes de las Sagradas Escrituras: la clave de la verdadera Salvación:

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”.
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la Ley y los profetas”.

¡Tan sencilla es la regla para la Salvación!

No cabe duda que Dios nos ha puesto fácil el camino a su Reino. Si en verdad amas a Dios, no lo tentarás, ni tratarás de cometer ningún acto que lo ofenda, como la mentira, el robo, la infidelidad, o la muerte a otros.

Y si a eso le sumas lo mismo, pero con el prójimo, pues en realidad tendremos al Paraiso aquí mismo en la Tierra.

Tengamos en mente siempre: Depende completamente de nosotros si queremos vivir en un Paraiso o un infierno.

Lecturas del Domingo: Octubre 29, 2017 – Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo

Mujer pidiendo limosna
Mujer y su niño pidiendo limosna, por el fotógrafo © Jorge Royan / http://www.royan.com.ar, CC BY-SA 3.0, Link

Hoy continuamos con las trampas que los fariseos y escribas quieren poner a Jesús para hacerlo caer en contradicciones. Ya las semanas pasadas escuchamos cómo hasta los mismos ancianos de Israel han estado tratando de engatuzar a Jesús con preguntas engañozas. El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús respondiéndoles a la eterna pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús les responde:

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de todos los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la Ley y los profetas”.

Y, como decíamos anteriormente, ¡cómo es difícil amar al prójimo! Podemos ir todos los días a la Iglesia, orar cien rosarios, aprendernos toda la Biblia de memoria, cantar con dulce voz los más hermosos coros y salmos… pero de nada vale todo esto si despreciamos a nuestro prójimo.

El libro del Éxodo, en la primera lectura, nos trae una explicación a esto:

“Esto dice el Señor a su pueblo: ´No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas, ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos huérfanos.
´Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como un usurero, cargándole intereses.
´Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso´.”

Los más necesitados, los extranjeros inmigrantes, las viudas, los huérfanos, los pobres.

Esos también son nuestros prójimos; y cuando su clamor alcance a Dios, ¿Cuál será nuestra excusa?

Lecturas del Domingo: Julio 10, 2016 – El buen Samaritano

El buen samaritano
By Jan Wijnantshttp://www.hermitagemuseum.org/wps/portal/hermitage/digital-collection/01.+Paintings/46144, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4088414

Mucho que aprender de la parábola que ahora nos ofrece Jesús en el Evangelio de hoy. Todos hemos escuchado el relato del viajero que, caminando de Jericó a Jerusalén, es asaltado y dejado medio muerto a la orilla del camino. Pasa un sacerdote y no hace nada con el pobre tipo tirado en el camino. Luego pasa un levita –un hombre experto en la Ley de Moisés– y también ignora al infeliz. Finalmente pasa un samaritano, que no sólo ayuda el pobre tipo, lo lleva hasta un mesón, cura sus heridas, lo lava, y le paga al dueño del lugar para que lo siga cuidando.

Jesús luego pregunta: “¿Cuál de estos tres se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?

Para todos nosotros es obvio quién se sacó el primer lugar, el samaritano. Sabemos que debemos portarnos bien y debemos ayudar a los demás. Nosotros tenemos la dicha de vivir más de 2000 años después del nacimiento de Jesús y sabemos sus doctrinas desde pequeños. Pero, en el tiempo de Cristo, todas estas enseñanzas son nuevas, y hasta escandalosas.

Los samaritanos

Esta parábola cobra mucha resonancia cuando comenzamos a entender a los protagonistas. Los samaritanos es un grupo de gente que vive en la región de Samaria, cerca de Jerusalén. Ellos dicen que son descendientes legales de una de las 12 tribus originales de Israel, y por lo tanto miembros de la misma alianza de los Judíos con Dios.

Por su parte, los Judíos en ese tiempo odian a los samaritanos. Los delcaran impuros y no los reconocen como descendientes de Abraham, por lo tanto no son miembros de la alianza.

Los odio entre los dos grupo llegaron al máximo unos cien años antes del nacimiento de Jesús, cuando un grupo de samaritanos entró a templo sagrado de los judios en Jerusalén, y arrojó restos humanos, haciéndolo impuro.

¿Te das cuenta de cómo ha de ser el odio entre los dos pueblos? Ahora imagínate a Jesús decirle a los judios que ni el sacerdote, ni el levita son buenos, sino ¡un samaritano! y que deben amar a su prójimo, representado por ¡un samaritano!

Los escuchas están asombrados y escandalizados. Pero la lección va más allá de sólo hablar de los dos grupo étnicos.

  • El problema no es Dios. Todos queremos a Dios, eso no cabe duda.
  • El problema no es rezar. Todos sabemos rezar y lo hacemos de noche, golpeándonos el pecho.
  • El problema no es dar el diezmo. ¡Ah como duele! pero al final lo damos.

No señor, nada de eso es el problema. El problema es EL PROJIMO.

  • El problema es el asesino.
  • El problema es el ladrón que te dejó sin nada.
  • El problema es tu pareja abusón o abusona.
  • El problema son los compañeros de trabajo a los que no les caes bien y que todos los días te están haciendo la vida de cuadritos.
  • El problema es el malo que te hace daño.

Todos ellos, y muchos más, son tus prójimos.

El doctor de la ley le preguntó a Jesús: “Maestro, qué debo hacer para conseguir la vida eterna”…”amarás a Dios con todas tus fuerzas, y al prójimo como a tí mismo”