Lecturas del Domingo: Septiembre 6, 2020 – Lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo

Misioneros católicos
Misioneros católicos en Nueva Guinea, por Institute of the Incarnate Word – <a rel=”nofollow” class=”external free” href=”http://www.iveamerica.org”>http://www.iveamerica.org</a>, Public Domain, Link

En el Evangelio de la semana pasada, nos decía Jesús que si queríamos seguirlo deberíamos tomar cada uno nuestra cruz e ir con Él.

Pero, ¿qué pasa si esa pesada cruz está cerca de nosotros, en nuestro círculo familiar… o en nuestra misma casa?

Hoy es el 23 Domingo del Tiempo Ordinario, y el Evangelio de San Mateo nos dice:

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si tu hermano comete un pecado, ve amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano'”.
“‘Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo'”.
“‘Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos'”.

Jesús nos llama a ser fuertes y enfrentar lo incómodo, lo difícil. Pero, debemos entender que siempre debemos buscar la fuerza en Él y Dios. Lo maravilloso está en que no es necesario que lo hagamos solos: nuestra comunidad, nuestros amigos, y nuestra familia son los lugares donde debemos buscar esa fuerza que Jesús nos tiene aguardada para sobrellevar nuestra propia carga.

Lecturas del Domingo: Noviembre 3, 2019 – El milagro de Zaqueo

Zaqueo
Zaqueo, por Gunnar Bach Pedersen – Own work (Own photo)(Randers Museum of Art, Randers, Denmark), Public Domain, Link

¿Recuerdas la semana pasada que hablábamos de los publicanos? Estos personajes que se encargaban de cobrar impuestos a los de su propia raza –el pueblo judío– y que por lo general eran insensibles, severos y corruptos, y por eso eran muy odiados por su propia gente.

Pues esta semana tenemos a ni más ni menos que al jefe de ellos siendo protagonista en el Evangelio de San Lucas:

“En aquel tiempo, Jesús entró a Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: ‘Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa’.
“Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: ‘Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador’.
“Zaqueo, poniéndose de pie dijo a Jesús: ‘Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más’. Jesús le dijo: ‘Hoy, ha llegado la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido'”.

De esta hermosa narración, podemos pensar en los siguientes hechos:

  • Zaqueo buscó a Jesús; pero no de forma pasiva. Él, siendo chaparro, sabía que hay que hacer un esfuerzo para encontrar a Jesús a pesar de sus limitaciones, y por eso se subió al árbol.
    ¿Cuáles son tus limitaciones que te impiden llegar a Jesús?
  • Cuando Jesús le llamó, él se alegró, no hizo caras ni muecas.
  • Siendo un pecador, un publicano, reconoció sus errores y hablándole a Jesús le ofrece dar la mitad de sus riquezas a los pobres. Mucho ojo: Zaqueo no ofrece quedarse pobre y darle todo a los ricos, sino que ofrece su mitad.
    ¡Seguir a Jesús no significa destruir lo que tenemos o quedarnos en ruinas que luego nos pongan de mal humor o nos vuelvan resentidos contra nuestro Señor!
  • Siendo pecador promete reparar los daños que haya hecho a los demás.

Qué maravilla de la conversión de Zaqueo. Él es un ejemplo de que se puede servir a Dios ayudando a los demás sin volvernos pobres y quedarnos en ruinas, pero sabiendo ser verdaderamente generosos. Dar la mitad de lo que tenemos no es algo sencillo.

¿Y su recompensa?

Jesús le dice que él también es hijo de Abraham, a pesar de ser el jefe de los publicanos. Y más que nada, que también tiene derecho a la misericordia de Dios, especialmente por su arrepentimiento y su caridad.

Nosotros también alcanzaremos la salvación si sabemos entender este Evangelio y nos convertimos más en el Zaqueo que recibió a Jesús y logró congraciarse con Dios por sus acciones.

Lecturas del Domingo: Octubre 23, 2016 – No te lleves de las apariencias

Fariseo y Publicano en el templo
Fariseo y Publicano en el templo

¡Ah, el gran pecado de la soberbia! Muchos piensan que, si podemos resumir la Ley de Dios en un solo mandamiento (Amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a tí mismo), también podemos resumir todos los pecados en uno solo: la soberbia.

Yo soy mejor que todos, por eso no me dejo. ¿Por qué voy a dejar que aquel me vea feo? ¡A mí no me hace nadie eso! ¿Por qué Fulana se ve mejor que yo? ¡Yo no me dejo y me voy a hacer una lipo! ¿Por qué ese tipo trae el último modelo de teléfono? ¡Yo me lo merezco! Por eso ahora se le robaré” — Y muchos ejemplos más por el estilo.

Dice el libro del Eclesiástico –el libro que nos da los consejos que agradan a Dios– “Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia.”

Parábola del Fariseo y el Publicano

El Evangelio de San Lucas nos presenta la parábola del fariseo y del publicano. ¿Quiénes son estos dos tipos? Los fariseos son estudiosos de la ley, se la saben al 100% y constantemente viven reprendiendo a los demas, corrigiéndolos según sus interpretaciones. Creen que por saber de memoria todos los libros sagrados están salvados… son soberbios y miran a todos por encima del hombro.

Los publicanos son recolectores de impuestos que trabajan para el gobierno Romano –el cual tiene invadida la tierra santa. La gente los odia y los considera impuros, traidores.

Pues bien, ambos personajes van al templo y el fariseo se la pasa diciendo: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de mis ganancias”.

¡Si duda este tipo ha de tener muchos amigos! ¡No cabe ni en si mismo de tanta soberbia!

El publicano, en cambio, ni se atreve a levantar los ojos al cielo y con mucho dolor dice “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”.

Y termina diciendo Jesús: “Pues bien, yo les aseguro que éste –publicano– bajó a su casa justificado, y aquél –fariseo– no; porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.