Lecturas del Domingo: Julio 8, 2018 – Nadie es profeta en su tierra

La visiones del profeta Ezequiel
“Las visiones del profeta Ezequiel” por por unknown artist after illustration by Matthaeus (Matthäus) Merian the elder (1593-1650) – http://www.biblical-art.com/artwork.asp?id_artwork=26660&showmode=Full From “L’Histoire du Vieux et du Nouveau Testament”, Nicolas Fontaine (author). Call Number at Pitts Theology Library: 1670Font., Public Domain, Link

Este es un día de contradicciones. El rechazo de los nuestros, en todas sus expresiones, es el tema principal de las lecturas de hoy. Cuántas veces nos topamos con que nuestra propia comunidad –y hasta nuestra propia familia– no confían en nosotros, nuestros trabajos o acciones. Sin duda, el que nuestra propia gente no pueda reconocer nuestros logros, nos hace víctimas de sus prejuicios.

Esta terrible situación obviamente no es nueva, ha existido por miles de años, pero se repite día a día y aún así sigue siendo dolorosa. Hoy conoceremos cómo nuestras figuras religiosas también las sufrieron, no por morbosidad, sino para darnos cuenta de que en este dolor, todos tenemos que esforzarnos para salir adelante y progresar.

Primero escuchamos cómo el profeta Ezequiel es mandado por Dios a predicar en medio de su pueblo, de la misma gente que lo conoce y con quien ha vivido por años. ¿Qué es lo que podemos esperar de esta situación? Pues que el mismísimo pueblo que lo vio crecer y acogió por años ahora lo desprecia y hasta amenaza de muerte.

La dice Dios a Ezequiel:

“Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.

¡Qué difícil ha de haber sido para Ezequiel! Pero estos son precisamente los momentos en que Dios nos pone pruebas para demostrar con nuestro ser, con nuestra mente, y con el valor de nuestra fé, tenemos que hacer frente y hacer la voluntad de Dios, a pesar de tener todo en contra.

Y eso de luchar contra las adversidades para poder llevar la Palabra de Dios se relata también en la segunda carta de san Pablo a los corintios, cuando el apóstol nos dice que por años “lleva clavada una espina en la carne, un enviado de Satanás” pero que la lleva con paciencia para no llenarse “de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido“.

Esta “espina”, según muchos estudiosos, se trata de la lepra, que san Pablo sufrió por todo el tiempo de su apostolado. Como él mismo lo dice, se trata de un enemigo que le ayuda a mantenerse humilde y sencillo, a pesar de que le ha pedido tres veces a Dios que le libre de ese mal.

Finalmente, en el evangelio, conocemos que cuando Jesús fue a su tierra junto con sus discípulos, se topo con mucho chisme y murmullo de parte de los que antes fueron sus vecinos y posiblemente sus amigos: “¿No es este el hijo del carpintero?”, “¿De dónde le viene esa sabiduría?“, y muchas otras cosas más, hirientes e incrédulas.

Es el mismo Jesús que nos dice que: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa“, y no pudo hacer ahí ningún milagro, sólo curo a algunos enfermos imponiéndoles las manos. “Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos“, termina la lectura.

Ezequiel, san Pablo y Jesús llevaron la Palabra de Dios a pesar de todos los contras que tuvieron que enfrentar. Este no es un trabajo sencillo, y no se le confiere a cualquiera. Pero con Fé, Amor, Esperanza y mucho trabajo duro, la recompensa es tan grande que no cabe en este mundo, y es sin duda el regalo más grande que tendremos de bienvenida en la vida eterna.

 

Lecturas del Domingo: Julio 16, 2017 – El sembrador, las semillas y la tierra

Parábola del Sembrador
Representación de la parábola del sembrador, por Sulfababy of en.wiki – Wikipedia en inglés, CC BY 2.5, Enlace

El domingo pasado, las lecturas nos decían que la verdadera sabiduría estaba escondida a los poderosos y a los ricos, y que debíamos ser humildes y mansos de corazón para poderla entender.

Hoy es una ocasión importante, pues la Primera Lectura, el Salmo, y el Evangelio nos narran con con mucha precisión el mismo concepto: la metáfora de las semilla que da fruto en el ambiente correcto, con los elementos precisos y con con el cuidado necesario.

Dice la Primera Lectura, del profeta Isaías:

“Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven para allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”.

Dice el responsorial del Salmo de hoy:

“La semilla cayó en tierra buena y dio fruto”.

Y, finalmente, el Evangelio nos dice que Jesús, al ver a tanta gente que se reunía para escucharlo, tomo una balsa y desde la costa se dirigió a pueblo con esta parábola:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron unos pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero, cuando subió el sol los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron sofocaron a las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno, otros sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.

Tomemos en cuenta que, cuando todos estos mensajes se escucharon por primera vez, la genta estaba desconcertada, pues no sabía exactamente a qué se referían Isaías, el rey David, y Jesús con palabras como sembrador, semilla, tierra, etc. Para nosotros, en la actualidad y después de cientos de años de análisis y publicaciones, suponemos que es fácil de entender este mensaje… o al menos eso creemos.

Decifrando el mensaje

Estamos claros que el Sembrador es obviamente Dios, ¿verdad? Y que la semilla es su Palabra, ¿de acuerdo?

Ok, –dicen algunos– yo siempre pensé que el Sembrador es Jesús“, ¡Y están en lo correcto! ¡Porque Jesús y Dios son uno mismo!

Pero, ¿Qué es en sí la Palabra? La Palabra es el mensaje de Dios, es el llamado. Cuando Él te llama a que lo sigas. La Palabra también es el mensaje que ha resonado por miles de años y que lo recibimos todas las semanas en las lecturas dominicales.

Bien, y ¿ahora? El siguiente elemento es La Tierra, donde germinará la Palabra, donde el mensaje de Dios debe comenzar a actuar. ¿Dónde es este lugar? Es nuestro corazón.

Un corazón duro no la dejará germinar. Un corazón temeroso la dejará germinar, pero a la primera prueba se desmoronará. Un corazón bueno será la tierra fértil, donde dará fruto, y la persona comenzará a seguir el mensaje de Dios, La Palabra de Jesús, con sus semejantes, con su país, con su gente, con los animales, con la vida.

Dice Jesús:

“Oirán una y otra vez, y no entenderán; mirarán y volveran a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón.
“Pero dichosos ustedes , porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oir lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador:
“A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Eso es lo que significan los granos que cayeron en el camino.
“Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconsistente, no deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
“Lo sembrado entre los espinos representa aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
“En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”