La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milÃmetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)
La semillita del grano de mostaza es una de las más pequeña de todas. Y llega a convertirse en un frondoso árbol al que las las más humildes criaturas se le acercan por su sombra.
AsÃ, entendemos que la semillita puede ser un tan pequeñita como un granito; pero, que si llega a los corazones correctos, dará los frutos perfectos.
Y luego, en el Evangelio de San Mateo de hoy, Jesús, nos da una gran lección acerca de la Palabra de Dios:
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milÃmetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)
Las lecturas de hoy están muy relacionadas con el poder de la humilde semilla. ¡Que maravilla que, del cuerpo de una humilde semilla se de algo tan grande como un árbol! Sin duda, la naturaleza siempre nos da lecciones acerca de como la sencillez, combinada con paciencia y perseverancia, puede lograr grandes resultados.
Las cosas que valen la pena no se da por casualidad, sino que requieren trabajo constante, paso a pasito. Lo único que permanece es lo que se ha trabajado con esfuerzo, aunque tome años.
Por otra parte, cuando las cosas no nos salen como esperábamos, se nos viene desolación y la pesadumbre. Sentimos que se nos ha acabado el mundo. Nos llegamos a sentir inútiles, desgraciados y olvidados por Dios.
Pero no olvidemos cómo la mostaza produce uno de las más grandes árboles a partir de una de las más insignificantes semillas. Jesús nos lo recuerda asÃ:
“Parábola de los trabadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link
“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña”.
La narración nos cuenta que al inicio del dÃa, el dueño contrató a un grupo de personas, y acordó un pago de un denario por todo el dÃa. Ellos comenzaron las arduas labores, con un sol tremendo bajos sus espaldas.
Volviendo a la narración, a media mañana el dueño volvió a salir a contratar a otro grupo de trabajdores, acordando la misma paga. El dueño hizo lo mismo a media tarde.
Finalmente, al caer la tarde, encontró todavÃa a otros que estaban sin trabajar y les dijo:
Un momento, ¿todos recibieron lo que se habÃa acordado, no? Nunca se habló de que recibirÃan más por trabajar más, o por trabajar con calor, o en la sombra, ¿verdad?
El domingo pasado, las lecturas nos decÃan que la verdadera sabidurÃa estaba escondida a los poderosos y a los ricos, y que debÃamos ser humildes y mansos de corazón para poderla entender.
Hoy es una ocasión importante, pues la Primera Lectura, el Salmo, y el Evangelio nos narran con con mucha precisión el mismo concepto: la metáfora de las semilla que da fruto en el ambiente correcto, con los elementos precisos y con con el cuidado necesario.
Y, finalmente, el Evangelio nos dice que Jesús, al ver a tanta gente que se reunÃa para escucharlo, tomo una balsa y desde la costa se dirigió a pueblo con esta parábola:
“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron unos pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenÃa poca tierra; ahà germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero, cuando subió el sol los brotes se marchitaron, y como no tenÃan raÃces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron sofocaron a las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno, otros sesenta; y otros, treinta. El que tenga oÃdos, que oiga”.
Bien, y ¿ahora? El siguiente elemento es La Tierra, donde germinará la Palabra, donde el mensaje de Dios debe comenzar a actuar. ¿Dónde es este lugar? Es nuestro corazón.
“Oirán una y otra vez, y no entenderán; mirarán y volveran a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón. “Pero dichosos ustedes , porque sus ojos ven y sus oÃdos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oir lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador:
“A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Eso es lo que significan los granos que cayeron en el camino.
“Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegrÃa; pero, como es inconsistente, no deja echar raÃces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
“Lo sembrado entre los espinos representa aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
“En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”