La humilde semilla del grano de mostaza

semilla de mostaza
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milímetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)

La semillita del grano de mostaza es una de las más pequeña de todas. Y llega a convertirse en un frondoso árbol al que las las más humildes criaturas se le acercan por su sombra.

En el Evangelio de San Mateo del domingo pasado escuchamos acerca del tiempo de la cosecha en la parábola del trigo y la cizaña. Hoy leerémos también sobre cómo la Palabra de Dios (la semillita de mostaza), al llegar a la tierra correcta (el corazón de la gente buena) se convierte en manto gigante para cubrir (dar esperanza y salvación) a todos los humildes y nobles de alma.

“Jesús les propuso esta otra parábola: El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en el huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen nido en sus ramas.
“Les dijo también otra parábola: El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y las mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar.
“Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo”.

La levadura es la Palabra. Las tazas de harina son los corazones de los hombres buenos. La masa es todos aquellos donde la palabra encontró su lugar.

El que tenga oídos, que oiga.

Lecturas del Domingo: Julio 12, 2020 – La humilde semilla

Semillas germinando
Germinación de semillas de eucalipto, por Balaji KasirajanOwn work, CC BY-SA 3.0, Link

¿Qué tienen en común la primera lectura de hoy y el Evangelio? Los dos hablan de la humilde semilla, y de cómo con amor, paciencia, riego y una buena tierra, puede llegar a ser poderosa, frondosa y dar muchos frutos.

Así también es la Palabra de Dios.

Primero, escuchamos ahora un pequeño extracto del Libro de Isaías:

“Esto dice el Señor: ‘Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven para allá, sino depués de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fín de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi misión'”.

Así, entendemos que la semillita puede ser un tan pequeñita como un granito; pero, que si llega a los corazones correctos, dará los frutos perfectos.

Y luego, en el Evangelio de San Mateo de hoy, Jesús, nos da una gran lección acerca de la Palabra de Dios:

“Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, lo brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.
“Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’ Él les respondió: ‘A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun ese poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden’.
“En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fín de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
“Pero dichosos, ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador:
“A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en el corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
“Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
“Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
“En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”.

¿Cuál semillita eres tú?

Lecturas del Domingo: Junio 17, 2018 – El poder de la humilde semilla

semilla de mostaza
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milímetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)

Las lecturas de hoy están muy relacionadas con el poder de la humilde semilla. ¡Que maravilla que, del cuerpo de una humilde semilla se de algo tan grande como un árbol! Sin duda, la naturaleza siempre nos da lecciones acerca de como la sencillez, combinada con paciencia y perseverancia, puede lograr grandes resultados.

En nuestra vida, nuestras acciones buenas o malas, siempre son medidas en los tiempos de Dios, no en nuestros tiempos. Muchas veces, después de años de estar haciendo nuestras tareas regulares, sin hacer daño a nadie, y siempre procurando obrar bien… no empezamos a desesperar ¡porque no nos llega nuestro momento!

En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos:

“El reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por si sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas, y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre hecha mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.¨

Las cosas que valen la pena no se da por casualidad, sino que requieren trabajo constante, paso a pasito. Lo único que permanece es lo que se ha trabajado con esfuerzo, aunque tome años.

Por otra parte, cuando las cosas no nos salen como esperábamos, se nos viene desolación y la pesadumbre. Sentimos que se nos ha acabado el mundo. Nos llegamos a sentir inútiles, desgraciados y olvidados por Dios.

Pero no olvidemos cómo la mostaza produce uno de las más grandes árboles a partir de una de las más insignificantes semillas. Jesús nos lo recuerda así:

“¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y hecha ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar en su sombra.”

La semilla, es la Palabra de Dios. El sembrador es el mismo Cristo Jesús. El que encuentra la palabra, siempre permanecerá en ella.

Así pues, con paciencia y mucho amor, dejemos que la Palabra de nuestro Señor Jesús entre en nuestras vidas. Reguémosla con nuestras obras buenas de todos los días, y con mucha paciencia, demos frutos y echemos ramas, tan grandes que nuestras familias puedan hacer sus nidos.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 24, 2017 – Parábola de los trabajadores

Parábola de los trabadores de la Viña
“Parábola de los trabadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link

Hoy Domingo, Jesús nos habla de las recompensas y qué es lo que debemos esperar de ellas.

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña”.

La narración nos cuenta que al inicio del día, el dueño contrató a un grupo de personas, y acordó un pago de un denario por todo el día. Ellos comenzaron las arduas labores, con un sol tremendo bajos sus espaldas.

Por cierto, un denario era el pago ordinario para la mayoría de los trabajos de una jornada. Es también el pago que recibía un soldado por día. Podemos pensar que era una muy buena cantidad.

Volviendo a la narración, a media mañana el dueño volvió a salir a contratar a otro grupo de trabajdores, acordando la misma paga. El dueño hizo lo mismo a media tarde.

Finalmente, al caer la tarde, encontró todavía a otros que estaban sin trabajar y les dijo:

“¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar? Ellos le respondieron: ´Porque nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña´”.

Así, estos últimos trabajaron sólo un par de horas cuando mucho.

Al término del día, el administrador de la viña recibió instrucciones del dueño para que les pagara lo mismo a todos los jornaleros, pero debía hacerlo en el orden inverso que llegaron, empezando por los últimos.

Cuando les toco su turno a los primeros trabajadores, éstos creían que les iban a pagar más que a los últimos, pues ellos habían trabajado todo el día, soportando el terrible calor y sol en sus espaldas. Pero, para su sorpresa, recibieron el mismo denario que los que trabajaron sólo dos horas en la tarde fresca.

Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, el cual, dirigiéndose a uno de ellos –no a todos, sino sólo a uno de ellos– le dijo:

“Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a tí. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?”

¡Uff! ¡Qué difícil es seguir en verdad a Dios sin caer en el pensamiento humano! ¿Cuántos de nosotros no nos hubiéramos enojado por esta “injusticia“?

Un momento, ¿todos recibieron lo que se había acordado, no? Nunca se habló de que recibirían más por trabajar más, o por trabajar con calor, o en la sombra, ¿verdad?

Es natural sentir un poco de indignación por esta situación. Al final, todos somos humanos. Pero, es aquí donde está la diferencia que Jesús nos pide para poder alcanzar el Reino de Dios: empezar a dejar de pensar en términos humanos egoístas, y pensar más en el prójimo. Tenemos que hacer un esfuerzo extra.

Si ponemos atención, hay una parte muy importante en la narración: cuando el propietario preguntó al último grupo que por qué no habian ido a trabajar a su viña ellos le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado“.

Por eso nos pide Jesús compasión. Nadie les ha contratado a ellos. Nadie les ha hablado de la viña. Nadie les ha explicado el reino.

Nadie les ha llevado la palabra.

Y por eso, ¿Ellos no tienen derecho a la misma recompensa eterna?

Ciertamente, todos tenemos derecho a ella. Y como Jesús termina diciendo:

“De igual manera les digo: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos”.

Lecturas del Domingo: Julio 16, 2017 – El sembrador, las semillas y la tierra

Parábola del Sembrador
Representación de la parábola del sembrador, por Sulfababy of en.wiki – Wikipedia en inglés, CC BY 2.5, Enlace

El domingo pasado, las lecturas nos decían que la verdadera sabiduría estaba escondida a los poderosos y a los ricos, y que debíamos ser humildes y mansos de corazón para poderla entender.

Hoy es una ocasión importante, pues la Primera Lectura, el Salmo, y el Evangelio nos narran con con mucha precisión el mismo concepto: la metáfora de las semilla que da fruto en el ambiente correcto, con los elementos precisos y con con el cuidado necesario.

Dice la Primera Lectura, del profeta Isaías:

“Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven para allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”.

Dice el responsorial del Salmo de hoy:

“La semilla cayó en tierra buena y dio fruto”.

Y, finalmente, el Evangelio nos dice que Jesús, al ver a tanta gente que se reunía para escucharlo, tomo una balsa y desde la costa se dirigió a pueblo con esta parábola:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron unos pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero, cuando subió el sol los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron sofocaron a las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno, otros sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.

Tomemos en cuenta que, cuando todos estos mensajes se escucharon por primera vez, la genta estaba desconcertada, pues no sabía exactamente a qué se referían Isaías, el rey David, y Jesús con palabras como sembrador, semilla, tierra, etc. Para nosotros, en la actualidad y después de cientos de años de análisis y publicaciones, suponemos que es fácil de entender este mensaje… o al menos eso creemos.

Decifrando el mensaje

Estamos claros que el Sembrador es obviamente Dios, ¿verdad? Y que la semilla es su Palabra, ¿de acuerdo?

Ok, –dicen algunos– yo siempre pensé que el Sembrador es Jesús“, ¡Y están en lo correcto! ¡Porque Jesús y Dios son uno mismo!

Pero, ¿Qué es en sí la Palabra? La Palabra es el mensaje de Dios, es el llamado. Cuando Él te llama a que lo sigas. La Palabra también es el mensaje que ha resonado por miles de años y que lo recibimos todas las semanas en las lecturas dominicales.

Bien, y ¿ahora? El siguiente elemento es La Tierra, donde germinará la Palabra, donde el mensaje de Dios debe comenzar a actuar. ¿Dónde es este lugar? Es nuestro corazón.

Un corazón duro no la dejará germinar. Un corazón temeroso la dejará germinar, pero a la primera prueba se desmoronará. Un corazón bueno será la tierra fértil, donde dará fruto, y la persona comenzará a seguir el mensaje de Dios, La Palabra de Jesús, con sus semejantes, con su país, con su gente, con los animales, con la vida.

Dice Jesús:

“Oirán una y otra vez, y no entenderán; mirarán y volveran a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón.
“Pero dichosos ustedes , porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oir lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador:
“A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Eso es lo que significan los granos que cayeron en el camino.
“Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconsistente, no deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
“Lo sembrado entre los espinos representa aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
“En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”