Navidad 2022

Imagen del Sagrado Corazón de Jesús
Vitral del Sagrado Corazón de Jesús, WilfredorOwn work, CC0, Link

Evangelio según San Juan 1, 1-18 o 1, 1-5. 9-14

En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio Él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por Él
y sin Él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por Él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de Él, clamando:
A éste me refería cuando dije:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí,
porque ya existía antes que yo’ ”.

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por medio de Moisés,
mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás.
El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha revelado.

Lecturas del Domingo: Julio 21, 2019 – ¿Qué es lo que te preocupa?

Martha and Mary
“Jesús en la casa de Marta y María”, por Johannes VermeerfwE2zem7WDcSlA at Google Cultural Institute maximum zoom level, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=21865869

La semana pasada, el evangelio de San Lucas nos hablaba de la parábola del Buen Samaritano y conocimos quién era el prójimo. Esta semana, San Lucas nos pasa el mensaje de Jesús de que no debemos preocuparnos por las cosas terrenales como lo hacemos todos los días, sino que hay cosas más importantes que merecen nuestra atención, y el ejemplo lo ponen las hermanas Marta y María:

“En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entretanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: ‘Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude'”.

En nuestra vida, siempre tenemos situaciones que nos preocupan: la escuela, el trabajo, el dinero, la hipoteca de la casa, y una lista sin fin de cosas que siempre nos causan ansiedad y hasta nos hacen perder el trabajo.

Durante nuestra vida diaria, la monotonía puede hacer que perdamos de vista lo que realmente importa: Nuestra relación con Dios a veces se ve afectada cuando no tenemos ni tiempo para rezar y hablar con nuestro Dios, o al menos leer un poco de su palabra. Pero también nuestras familias y los cercanos a nosotros –nuestro prójimos– sufren de nuestra pérdida de vista de lo que verdaderamente importa.

Jesús le respondió a Marta:

“Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.

Este día, hagamos una pausa en nuestras ajetreadas vidas y tomemos una o dos horas para dedicarlos a nuestras familias. En alguna oportunidad también volvamos nuestra atención a los voluntariados para los más necesitados. Y, principalmente, démonos un tiempo para asistir a misa, rezar el rosario –si no lo sabes, pues comenzar a aprenderlo– leer alguno de los evangelios, ver el canal católico en la televisión, conocer un poco más la vida de alguno de los santos, etc.

Hay mucho que nos falta en nuestro corazón. No ignoremos a Jesús que nos llama y nos habla todos los días.

La Santísima Trinidad

Espíritu Santo
“El Espíritu Santo” por Dnalor 01Own work, CC BY-SA 3.0 at, Link

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy es el domingo de la Santísima Trinidad, uno de los más interesantes dogmas del Cristianismo, es decir, una de sus enseñanzas que no se pueden o deben contradecir: Dios está representado por tres singularidades.

El Padre es Dios, el Hijo es Jesús, y El Espíritu Santo… un momento, ¿Quién es el Espíritu Santo?

No existe un consenso definitivo de quién se trata esta tercera persona. Muchos dicen que es la Palabra de Dios, otros dicen que es la Sabiduría de Dios, y otros más dicen que estos dos conceptos son el mismo.

La semana pasada, escuchamos cómo Jesús nos dijo que, aunque Él se iba de este mundo, en realidad no nos abandonaba, pues vendría el Espíritu Santo. El día de Pentecostés, es clave para el catolicismo pues es el día de la llegada a nuestro mundo del Espíritu.

Hoy Jesús les dice a sus discípulos en el Evangelio de San Juan:

“Aún tengo muchas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que va a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.

Si te sientes confundido por estas palabras, no te preocupes. Por siglos los estudiosos han tratado de revelar y comprender estos pasajes, que muchas veces parecen una alegoría a “¿Qué fué primero, el huevo o la gallina?“.

Siempre que Jesús menciona la frase “todavía no lo pueden comprender” o “aún no se les abrían los ojos” es que a sus discípulos no les llegaba el Espíritu Santo. Éste vendría hasta después de la resurrección de Jesús (cuando se les aparece y les sopla directamente) y en Pentecostés.

Y es que es el Espíritu Santo quién nos da sabiduría para entender todo lo que Dios nos está diciendo a través de su hijo. Nosotros tenemos el lujo de entender estos mensajes porque estudiosos, monjes, sacerdotes, y santos han pasado miles de años estudiando, descifrando estos mensajes y haciéndonoslos saber a través de la Iglesia y los estudio teológicos.

Por esta razón, no desprecies los comentarios y los artículos religiosos. Personas benditas por la Sabiduría de Dios nos los están poniendo a la mano para nuestro bien y nuestra salvación.

Estudia, analiza y decide.

 

El Crecimiento de la Iglesia fuera de la Ley Judía

Moisés y los mandamientos
“Moisés y los mandamientos”, por Philippe de ChampaigneWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Siempre hemos hablado de lo rigurosa que son las leyes originales otorgadas por Dios a Moisés, y que casi por mil quinientos años gobernaron directamente al pueblo Judío.

Después de la Resurrección de Jesús, y luego de muchos años de apostolado y enseñanzas de Pablo, muchos grupos de paganos –los que no conocían a Jesús– las leyes judías parecía excesivamente injustas, estrictas y fuera de tiempo.

Cuando Pablo habló de esta situación con unas comunidades, éstas explotaron violentamente, dejando en claro que no querían seguir siguiendo una cultura arcaica, que estaba muriendo poco a poco.

Pablo y Bernabé, en lugar de caer en las provocaciones, decidieron tomar el tema con los apóstoles, quienes enviaron una carta dirigida a esas comunidades, y en las que expresaron un verdadero cambio en la doctrina de la Ley de Moisés:

“El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias”.

Y así, el dominio que por más de 15 siglos había mantenido La Ley, comenzaba a desmoronarse, dando pie a La Palabra, el nuevo mensaje de amor de Jesús.

Lecturas del Domingo: Agosto 26, 2018 – Palabras de Vida Eterna

San Pedro y Jesús
San Pedro y Jesús, por François BoucherUnknown, Public Domain, Link

La semana pasada Jesús escandalizó a los líderes del pueblo judío al decirles:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”.

Y comentábamos que esa declaración causó un un terrible furor con los mencionados jefes del pueblo porque no entendían el mensaje que Jesús les estaba dando, y esto era porque el Espíritu Santo –en forma de Sabiduría– no estaba en ellos todavía. Pero todo esto iba a cambiar después de la resurrección de nuestro Señor. Mientras tanto, la duda y la ignorancia seguían.

Pero hoy, el Evangelio nos dice que la duda llegó hasta el mismísimo centro de los seguidores de Jesús cuando les dijo:

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.

Muchos de los seguidores se enojaron con él. Empezaron a murmurar y hasta tratar de amonestarlo: “Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?“. Y una gran cantidad de ellos se echaron para atrás y ya no querían andar con él.

¿Piensas que esto entristeció a Jesús? ¿Crees tu que nuestro Señor se destrozó por esta pérdida? Dice la lectura que, en efecto, Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo había de traicionar. Pero la clave era que el Espíritu Santo aún no habitaba en los corazones de los incrédulos. Incluso después de la resurrección, muchos de ellos no tendrían la oportunidad de refrendarse con Jesús, a pesar de todos los acontecimientos venideros.

Volviendo al relato inicial, después del éxodo masivo de los seguidores, Jesús les preguntó directamente a los doce discípulos –los primeros elegidos:

“¿También ustedes quieren dejarme?”

Y Pedro respondió de la manera más humilde, más sencilla, y más humana:

“Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tu eres el Santo de Dios”.

Pedro, en su humildad humana, con el corazón humano, con el espíritu humano, reconoce a Jesús como el verdadero Santo de Dios. Esto sale directamente de su alma, de su ser.

Así es, nuestra alma sin la presencia de Dios Padre, Dios Hijo, o Dios Espíritu Santo, ¿a quién irá?

 

Lecturas del Domingo: Agosto 19, 2018 – Hablando de la Sabiduría

Espíritu Santo
“El Espíritu Santo” por Dnalor 01Own work, CC BY-SA 3.0 at, Link

La Sabiduría es uno de los dones –algunos la identifican como regalos– del Espíritu Santo, que junto con el Padre y El Hijo forman la Santísima Trinidad; y esta semana hablamos de ella en las tres principales lecturas.

Jesús, dirigiéndose a un grupo de judíos, les dice:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”.

Obviamente, cuando los judíos escucharon estas palabras se escandalizaron, pues lo primero que pensaron fue que Jesús se refería literalmente a su piel y músculos, y a su sangre. Los comentarios no tardaron en escucharse de rechazo e incredulidad: “¿Cómo puede éste darnos a comer de su carne?”.

¿Por qué, para nosotros no es un escándalo escuchar este pasaje? Después de la Resurrección de Jesús, la Verdad fue revelada para todos en el día de Pentecostés. En otras palabras, la Sabiduría entró en la vida de todos nosotros. Podría decirse que “se nos abrieron los ojos”. En ese entonces, todos tenían una venda que no les permitía ver la Palabra de Dios, pues todavía tenía que ocurrir la Pasión, Muerte y Resurrección.

Jesús nos trajo no sólo vida eterna, sino que también nos dio nuevos conocimientos para ayudarnos a entendernos a nosotros mismos y nuestra relación con Dios. Todo a través de Él.

En la Primera Lectura dice el Libro delos Proverbios:

“La Sabiduría se ha edificado una casa, ha preparado un banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa. Ha enviado a sus criados para que, desde los puntos que dominan la ciudad, anuncien esto: ´Si alguno es sencillo, que venga acá´.
“Y a los faltos de juicio les dice: ´Vengan a comer de mi pan y a beber del vino que he preparado. Dejen su ignorancia y vivirán, avancen por el camino de la prudencia´”.

Finalmente, en la Segunda Lectura, San Pablo nos recuerda que la falta de Sabiduría no traerá nada bueno al hombre:

“Hermanos: tengan cuidado de no portarse como insensatos, sino como prudentes, aprovechando el momento presente, porque los tiempos son malos”.

En verdad, los tiempo son malos y pueden ser todavía peores sin la presencia de la conciencia, el temor a Dios, y la prudencia que nos da la Sabiduría.

Por favor, seamos dignos del gran regalo que Jesús nos dejó, que no lo tuvieron nuestros antepasados por espacio de miles de años. No nos portemos como insensatos.

Lecturas del Domingo: Junio 17, 2018 – El poder de la humilde semilla

semilla de mostaza
La semilla del grano de mostaza mide entre uno y dos milímetros, pero cuando crece puede alcanzar los 30 pies de alto (unos 10 metros)

Las lecturas de hoy están muy relacionadas con el poder de la humilde semilla. ¡Que maravilla que, del cuerpo de una humilde semilla se de algo tan grande como un árbol! Sin duda, la naturaleza siempre nos da lecciones acerca de como la sencillez, combinada con paciencia y perseverancia, puede lograr grandes resultados.

En nuestra vida, nuestras acciones buenas o malas, siempre son medidas en los tiempos de Dios, no en nuestros tiempos. Muchas veces, después de años de estar haciendo nuestras tareas regulares, sin hacer daño a nadie, y siempre procurando obrar bien… no empezamos a desesperar ¡porque no nos llega nuestro momento!

En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos:

“El reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por si sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas, y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre hecha mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.¨

Las cosas que valen la pena no se da por casualidad, sino que requieren trabajo constante, paso a pasito. Lo único que permanece es lo que se ha trabajado con esfuerzo, aunque tome años.

Por otra parte, cuando las cosas no nos salen como esperábamos, se nos viene desolación y la pesadumbre. Sentimos que se nos ha acabado el mundo. Nos llegamos a sentir inútiles, desgraciados y olvidados por Dios.

Pero no olvidemos cómo la mostaza produce uno de las más grandes árboles a partir de una de las más insignificantes semillas. Jesús nos lo recuerda así:

“¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y hecha ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar en su sombra.”

La semilla, es la Palabra de Dios. El sembrador es el mismo Cristo Jesús. El que encuentra la palabra, siempre permanecerá en ella.

Así pues, con paciencia y mucho amor, dejemos que la Palabra de nuestro Señor Jesús entre en nuestras vidas. Reguémosla con nuestras obras buenas de todos los días, y con mucha paciencia, demos frutos y echemos ramas, tan grandes que nuestras familias puedan hacer sus nidos.

 

Lecturas del Domingo: Febrero 11, 2018 – Las enfermedades del alma

Manos deformadas por la lepra
Manos deformadas por la lepra B.jehleOwn work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27098744

Una de las más temibles enfermedades de la antigüedad sin duda fue la lepra. Y es que no sólo era una enfermedad del cuerpo, sino que los que la contraían quedaban relegados socialmente; por lo general era una terrible marca que iba a mantener al enfermo lejos de todo contacto con los demás, muchas veces de por vida.

Así nacieron lugares como “la isla de los malditos” o el centro de las Misioneras de la Caridad, que fundó la Madre Teresa de Calcuta, que acogieron a todos los marcados por la lepra.

Todavía hace 80 años era una de las más temibles enfermedades. Gracias a los avances de la medicina y el advenimiento de los modernos antibióticos, la sentencia de muerte desapareció y poco a poco los casos están disminuyendo año con año.

Pero, imaginemos hace 2000 años, en los tiempos de Moisés, cómo sería la vida de un leproso: de acuerdo a la ley, el enfermo de lepra debería ser declarado “impuro” por uno de los sacerdotes. Debería además traer la ropa descosida, la cabeza descubierta, y además iría gritando “¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!” Mientras le dure la lepra, seguiría impuro y viviría solo, fuera del campamento.

Este es un fragmento de la primera lectura de hoy, tomado del Libro del Levítico, uno de los más detallados que explican la antigua Ley de los Israelitas.

Como podemos ver, el diagnóstico de la lepra declaraba al enfermo no como alguien que sufre una enfermedad de salud, sino del alma.

En el Evangelio, san Marcos nos narra un ejemplo diferente, pues cuando Jesús realizaba su doctrina, todavía de manera casi anónima –no todos lo conocían, a pesar que el murmullo en las ciudades y pueblos iba creciendo—un leproso se le acercó para suplicarle de rodillas:

“Si tú quieres, puedes curarme”.

Jesús compadecido le extendió la mano y le dijo con autoridad:

“¡Si quiero: Sana!”

E inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Ahora, Jesús no trata al leproso con asco o repudio, sino con piedad –no le huye, sino que hasta le extiende la mano–. El enfermo no vuelve a ser paría, sino un humano con enfermedad.

Una vez recuperado, Jesús le dice con severidad que no le diga a nadie lo que pasó, pero que se presente ante el sacerdote y haga ofrenda como lo indica el libro de Moisés (he aquí la conexión con la primera lectura).

Pero el hombre, comenzó a divulgar tanto el hecho que ahora sí se volvió una gran noticia que recorrió los pueblos como pólvora, al grado de que Jesús ya no podía entrar abiertamente a ciudades o aldeas, y prefería ir a lugares solitarios a donde lo iban a ver para escuchar su Palabra.

El libro del Levítico contenía duros castigos y terribles penitencias para muchos de los aspectos de la vida de los israelitas. Pero, era también necesario porque este era un pueblo de cabeza dura y que constantemente estaba renegando contra Dios.

Jesús con su llegada cambia todo sobre la ley y la resume con un sólo mandamiento más grande: el Amor: primero a Dios, y luego a los demás.

Lecturas del Domingo: Enero 28, 2018 – Escuchen hoy la Voz del Señor

Exorcismo en la sinagoga de Cafarnaúm
Exorcismo en la sinagoga de Cafarnaúm, por Unknown – Scan aus: Rudolf Lehr –- Landes-Chronik Oberösterreich, Wien: Verlag Christian Brandstätter 2004 S. 79 ISBN 3-85498-331-X, Public Domain, Link

Desde el inicio del año hemos estado leyendo cómo Dios nos llama de diferentes formas y qué es lo que debemos hacer. Primero leímos que al profeta Daniel Dios le hablaba mientras dormía, y luego nos estremecimos con la historia de Jonás, el profeta, que al principio no quería ir a la ciudad pecadora de Nínive a predicar la Palabra.

Ahora, primero escuchamos a Moisés que, en forma profética, le dice a su pueblo que vendrá un profeta al que deben escuchar, y quien lo ignore, tendrá un castigo duro, grave. Obviamente, ese “profeta” es nada más y nada menos que Jesús.

Y hasta el Salmo responsorial (Salmo 94), nos llama a la misma reflexión: “Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: ´No endurezcan su corazón´”.

Todo esto es para prepararnos para la lectura del Evangelio, que nos presenta a Jesús de una manera un poco diferente a como estamos acostumbrados: Con una voz firme y de mucha autoridad se presenta en una sinagoga y se pone a enseñar y a hablar de la Palabra de Dios. Esta presentación marca el inicio del ministerio público –enseñanzas al pueblo en general– de Jesús.

El pueblo está desconcertado, pues los escribas –los estudiosos de la ley—siempre les han hablado en términos muy complejos, difíciles de entender. Y Jesús viene a romper el molde con explicaciones fáciles y llenas de detalles para que no quede duda del mensaje.

El episodio hace una pausa cuando un grupo de gente le lleva a un sujeto que está poseído por un espíritu inmundo, o sea un demonio. Obviamente, ese espíritu sabe quién es Jesús y lo reconoce. El pobre sujeto poseído no es más que un muñeco haciendo la voluntad del intruso, y con gritos se dirige al Hijo de Dios: “¿Qué quieres tú con nosotros Jesús de Nazaret?, ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.

Por donde quiera que lo veamos, esta narración es un poco aterradora: en efecto, las posesiones existen. Y, es cierto, los demonios reconocen a Dios, a Jesús, y a sus siervos, de manera inmediata, y también les temen.

Jesús le ordenó al demonio: “¡Cállate y sal de ahí!

Y con esa autoridad, el intruso se salió del cuerpo del hombre, pero no en forma quieta, sino dando un alarido y sacudiéndolo con violencia.

Sin duda, mucha de la gente que fue testigo de este acontecimiento no entendieron lo que acababa de suceder y el diálogo que se presentó. Ciertamente, tampoco han de haber entendido la importancia de lo que estaba pasando para las generaciones venideras. Aún para los apóstoles esto debió haber parecido no otra cosa mas que un espectáculo de efectos especiales. Recordemos, sus ojos aún no estaba abiertos a la Palabra.

El espíritu inmundo, sin embargo, reveló una gran verdad: Que Jesús es el Santo de Dios, y que tiene autoridad sobre todas las vidas y espíritus.

Ante estas enseñanzas agradezcamos que nos encontramos en una era en que los ojos se nos han abierto, que la Palabra ya está con nosotros, y que el mensaje de Cristo vive día con día.

Lecturas del Domingo: Septiembre 24, 2017 – Parábola de los trabajadores

Parábola de los trabadores de la Viña
“Parábola de los trabadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link

Hoy Domingo, Jesús nos habla de las recompensas y qué es lo que debemos esperar de ellas.

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña”.

La narración nos cuenta que al inicio del día, el dueño contrató a un grupo de personas, y acordó un pago de un denario por todo el día. Ellos comenzaron las arduas labores, con un sol tremendo bajos sus espaldas.

Por cierto, un denario era el pago ordinario para la mayoría de los trabajos de una jornada. Es también el pago que recibía un soldado por día. Podemos pensar que era una muy buena cantidad.

Volviendo a la narración, a media mañana el dueño volvió a salir a contratar a otro grupo de trabajdores, acordando la misma paga. El dueño hizo lo mismo a media tarde.

Finalmente, al caer la tarde, encontró todavía a otros que estaban sin trabajar y les dijo:

“¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar? Ellos le respondieron: ´Porque nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña´”.

Así, estos últimos trabajaron sólo un par de horas cuando mucho.

Al término del día, el administrador de la viña recibió instrucciones del dueño para que les pagara lo mismo a todos los jornaleros, pero debía hacerlo en el orden inverso que llegaron, empezando por los últimos.

Cuando les toco su turno a los primeros trabajadores, éstos creían que les iban a pagar más que a los últimos, pues ellos habían trabajado todo el día, soportando el terrible calor y sol en sus espaldas. Pero, para su sorpresa, recibieron el mismo denario que los que trabajaron sólo dos horas en la tarde fresca.

Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, el cual, dirigiéndose a uno de ellos –no a todos, sino sólo a uno de ellos– le dijo:

“Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a tí. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?”

¡Uff! ¡Qué difícil es seguir en verdad a Dios sin caer en el pensamiento humano! ¿Cuántos de nosotros no nos hubiéramos enojado por esta “injusticia“?

Un momento, ¿todos recibieron lo que se había acordado, no? Nunca se habló de que recibirían más por trabajar más, o por trabajar con calor, o en la sombra, ¿verdad?

Es natural sentir un poco de indignación por esta situación. Al final, todos somos humanos. Pero, es aquí donde está la diferencia que Jesús nos pide para poder alcanzar el Reino de Dios: empezar a dejar de pensar en términos humanos egoístas, y pensar más en el prójimo. Tenemos que hacer un esfuerzo extra.

Si ponemos atención, hay una parte muy importante en la narración: cuando el propietario preguntó al último grupo que por qué no habian ido a trabajar a su viña ellos le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado“.

Por eso nos pide Jesús compasión. Nadie les ha contratado a ellos. Nadie les ha hablado de la viña. Nadie les ha explicado el reino.

Nadie les ha llevado la palabra.

Y por eso, ¿Ellos no tienen derecho a la misma recompensa eterna?

Ciertamente, todos tenemos derecho a ella. Y como Jesús termina diciendo:

“De igual manera les digo: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos”.