Domingo de la Misericordia del Señor

Santo Tomás
Santo Tomás, Public Domain, link.

Hechos de los Apóstoles

Hch 4, 32-35
La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.
Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

Salmo 117

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.
Diga la casa de Aarón: “Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna”.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me abandonó a la muerte.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día de triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo.

La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Primera Carta del Apóstol San Juan

1 Jn 5, 1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios; todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.
Jesucristo es el que vino por medio del agua y de la sangre; Él vino, no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Secuencia

Victimae paschali laudes
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio según San Juan

Jn 20, 19-31
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes“. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo“. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar“.
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor“. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré“.
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes“. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree“. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto“.
Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

 

¿Por qué esta gente busca una señal?

Jesús en una barca con sus discípulos
Jesús en una barca con sus discípulos.

Santiago

Sant 1, 1-11
Santiago, siervo de Dios y de Jesucristo, el Señor, saluda a las doce tribus, dispersas por el mundo.

Hermanos míos: Cuando se vean asediados por toda clase de pruebas y tentaciones, ténganse por dichosos, sabiendo que las pruebas a que se ve sometida su fe les darán fortaleza, y esta fortaleza los llevará a la perfección en las buenas obras y a una vida íntegra e irreprochable.

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios y Él se la dará; porque Dios da a todos con generosidad y sin regatear. Pero tiene que pedírsela con fe y sin dudar; pues el que duda se parece a las olas del mar, que van y vienen, agitadas por el viento. Quien es inconstante e indeciso en su vida, no recibirá nada del Señor.

Que el hermano de condición humilde esté orgulloso de su alta dignidad, y el rico, de su humilde condición, pues se acabará como las flores del campo. Porque sale el sol y con su calor quema las hierbas; se caen las flores y se acaba su belleza. Así se marchitará el rico, en medio de todas sus empresas.

Evangelio según San Marcos

Mc 8, 11-13
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con Él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: “¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal“.

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

 

Domingo de la Divina Misericordia, 2021 – Santo Tomás

Santo Tomás
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Hoy es el segundo domingo de Pascua, y tambien estamos celebrando la Divina Miericordia del Señor.

El Evangelio de San Juan del día de hoy, nos habla de la historia de un interesante discípulo de Jesús: Tomás, cuya incredulidad nos dejó una lección muy importante para el resto de la historia cristiana:

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron a Jesús, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: ‘La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo’. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar’.
Tomás, uno de los doce a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré
Ocho días después, estaba reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Luego le dijo a Tomás: ‘Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree’. Tomás respondió: ‘¡Señor mío y Dios mío!’. Jesús añadió: ‘Tu crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto‘.
Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron estas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Tomás no cree cuando los demás discípulos le dicen que han visto a Jesús resucitado. Es más, pone condiciones para creer: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré“.

Es muy fácil criticarlo y hasta clasificar de blasfemia lo que está haciendo. Pero, ¿no hacemos nosotros lo mismo muchas veces? Desconfiamos del poder de Dios y le decimos: “Señor, si me ayudas a recuperar la salud, le daré una donación muy grande a la iglesia“; o, “Si le ayudas a mi papá a salir de ese problema legal, te prometo que me ire de rodillas hasta tu altar“.

Y muchas otras cosas similares.

Todos tenemos algo de Tomás en nosotros.

Lo importante es tener confianza en Dios, y no retarlo ni condicionarlo. Dios no necesita que vayamos de rodillas hasta el altar, o que hagamos una gran comida para todos los vecinos. Nuestro amor y reconocimiento que Jesús es su Hijo y que está entre nosotros es lo que más le agrada.

Y si a eso añadimos buenas acciones a nuestros hermanos. pues Dios estará aún más contento con nosotros.

Así que, no sigamos dudando y creamos. Jesús en verdad está entre nosotros.

Domingo de la Divina Misericordia

Santo Tomás
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Hoy es el segundo domingo de Pascua, al cual se le conoce también como el Domingo de la Divina Misericordia del Señor. Hoy escucharemos en el Evangelio de San Juan, un verdadero ejemplo de este poder del perdón de Dios sobre uno de sus mismos seguidores, Tomás.

“Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron a Jesús, se llenaron de alegría.
“De nuevo les dijo Jesús: ‘La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo’. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar’.
“Tomás, uno de los doce a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré'”.

¿Qué les parece? ¡Tomás poniendo condiciones para poder creer! Pero, así nos pasa a nosotros cuando decimos cosas como: ‘Señor, si me concedes este milagro, haré una donación a la Iglesia, o ayudaré a los pobres, o le daré una mano a los enfermos’.

Tal vez no somos tan distintos de Santo Tomás.

Sigue la lectura:

“Ocho días después, estaba reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Luego le dijo a Tomás: ‘Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree’. Tomás respondió: ‘¡Señor mío y Dios mío!’. Jesús añadió: ‘Tu crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto'”.

La lectura termina en forma de predicción para todos los tiempos:

“Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron estas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre”.

Lecturas del Domingo: Agosto 26, 2018 – Palabras de Vida Eterna

San Pedro y Jesús
San Pedro y Jesús, por François BoucherUnknown, Public Domain, Link

La semana pasada Jesús escandalizó a los líderes del pueblo judío al decirles:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”.

Y comentábamos que esa declaración causó un un terrible furor con los mencionados jefes del pueblo porque no entendían el mensaje que Jesús les estaba dando, y esto era porque el Espíritu Santo –en forma de Sabiduría– no estaba en ellos todavía. Pero todo esto iba a cambiar después de la resurrección de nuestro Señor. Mientras tanto, la duda y la ignorancia seguían.

Pero hoy, el Evangelio nos dice que la duda llegó hasta el mismísimo centro de los seguidores de Jesús cuando les dijo:

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.

Muchos de los seguidores se enojaron con él. Empezaron a murmurar y hasta tratar de amonestarlo: “Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?“. Y una gran cantidad de ellos se echaron para atrás y ya no querían andar con él.

¿Piensas que esto entristeció a Jesús? ¿Crees tu que nuestro Señor se destrozó por esta pérdida? Dice la lectura que, en efecto, Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo había de traicionar. Pero la clave era que el Espíritu Santo aún no habitaba en los corazones de los incrédulos. Incluso después de la resurrección, muchos de ellos no tendrían la oportunidad de refrendarse con Jesús, a pesar de todos los acontecimientos venideros.

Volviendo al relato inicial, después del éxodo masivo de los seguidores, Jesús les preguntó directamente a los doce discípulos –los primeros elegidos:

“¿También ustedes quieren dejarme?”

Y Pedro respondió de la manera más humilde, más sencilla, y más humana:

“Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tu eres el Santo de Dios”.

Pedro, en su humildad humana, con el corazón humano, con el espíritu humano, reconoce a Jesús como el verdadero Santo de Dios. Esto sale directamente de su alma, de su ser.

Así es, nuestra alma sin la presencia de Dios Padre, Dios Hijo, o Dios Espíritu Santo, ¿a quién irá?

 

Lecturas del Domingo: Abril 3, 2016 – Ver para creer

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¡Ay, Tomás! Ver para creer. Después de todos los sucesos de la muerte y Resurrección de Jesús tenemos que los apóstoles, después de comprender finalmente todas las enseñanzas de Nuestro Señor, comienzan a hacer milagros y predicar el Evangelio por todas las comunidades.

Poco a poco, llegarán a Grecia y después a Roma, y de ahí ya nada los detendrá.

Ellos vivieron con Jesús, lo conocieron, y lo vieron morir. Ahora, re-energizados por su resurrección, ya no tienen miedo, ya no se sienten con vergüenza de estar bajo la lupa de los cientos o miles de personas que les ponen los ojos en espera de enseñanza, pero principalmente de milagros.

Ahora, en la primera lectura, sabemos que Pedro, el líder, está haciendo milagros y la gente sale a montones para llevarlos enfermos, aunque sea “para que les pase su sombra sobre ellos”. Eso es fé.

Y esa misma fé es la que le falta a Tomás, uno de los 12.

Jesús se les aparece a los apostoles, pero precisamente cuando Tomás no está con ellos. A pesar del recuento de todos, Tomás les dice:

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y si no meto mi mano en su costado, no creeré”

Y así somos todos. Siempre queremos pruebas. Pero lo peor es que ¡le imponemos condiciones a Dios! He aquí unos ejemplos: “Señor, si me saco la lotería, ayudaré a los pobres”, “Diosito, si se cura mi madre ire a visitarte a la iglesia”, y muchas otras barbaridades.

Jesús luego se les aparece cuando están todos junto, incluyendo a Tomás y, dirigiéndose a él, le dice:

“Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudado, sino cree”

Tomás le responderá: “Señor mío, y Dios mío“.

Qué pasó después con Tomás

El evento dejó gran huella en Tomás, además de que sentó un gran precedente para todos nosotros por la moraleja: “Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto“.

Pero no todo quedó ahí. Tomás no se destruyó ni “se fue corriendo a un hoyo a esconderse“. Al contrario, comenzó a predicar con mayor devoción y finalmente ¡llevó el Evangelio hasta la India! Haya, fundó muchas Iglesias y, eventualmente, se convirtió en el Santo Patrono de la India.

Aprendamos de Tomás, que pasó de incrédulo a un gran hacedor de bien para toda la humanidad.