Lecturas del Domingo 23 de Enero de 2022: El Espíritu del Señor Está Sobre Mí

Jesús y los fariseos
Jesús dirigiéndose a los fariseos, Por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.209_PS2.jpg, Public Domain, Link

Hoy es el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario. Todos formamos el Cuerpo de la Iglesia y cada uno tenemos nuestra función, incluso aquellos que no participan en la misa. Como familias, nosotros somos nuestra propia “iglesita”, que también es importante en el contexto de toda la Iglesia, pues es aquí donde empieza verdaderamente la instrucción religiosa.

Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea, formada por los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.

Era el día primero del mes séptimo, y Esdras leyó desde el amanecer hasta el mediodía, en la plaza que está frente a la puerta del Agua, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley. Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera, levantado para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos, y cuando lo abrió, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén!”, e inclinándose, se postraron rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.

Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que instruían a la gente, dijeron a todo el pueblo: “Éste es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén ustedes tristes ni lloren (porque todos lloraban al escuchar las palabras de la ley). Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen, pues hoy es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es nuestra fuerza”.

Salmo 18, 8. 9. 10. 15

R. (Jn 6, 63c) Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta del todo
y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo. R.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
En los mandamientos del Señor hay rectitud
y alegría para el corazón;
son luz los preceptos del Señor
para alumbrar el camino. R.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La voluntad de Dios es santa
y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Que sean gratas las palabras de mi boca,
y los anhelos de mi corazón.
Haz, Señor, que siempre te busque,
pues eres mi refugio y salvación. R.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.

Primera Carta del Apostol San Pablo a los Corintios 12:12-30

Hermanos: Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.

El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: “No soy mano, entonces no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Y si el oído dijera: “Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿con qué oiríamos? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿con qué oleríamos? Ahora bien, Dios ha puesto los miembros del cuerpo cada uno en su lugar, según lo quiso. Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Cierto que los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”; ni la cabeza, a los pies: “Ustedes no me hacen falta”. Por el contrario, los miembros que parecen más débiles son los más necesarios. Y a los más íntimos los tratamos con mayor decoro, porque los demás no lo necesitan. Así formó Dios el cuerpo, dando más honor a los miembros que carecían de él, para que no haya división en el cuerpo y para que cada miembro se preocupe de los demás. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; y cuando recibe honores, todos se alegran con él.

Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de él. En la Iglesia, Dios ha puesto en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas; en tercer lugar, a los maestros; luego, a los que hacen milagros, a los que tienen el don de curar a los enfermos, a los que ayudan, a los que administran, a los que tienen el don de lenguas y el de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don de curar? ¿Tienen todos el don de lenguas y todos las interpretan?

Evangelio Según San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.

(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en Él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

El cuerpo de la Iglesia de Cristo somos todos

La institución de la Eucaristía
“La institución de la Eucaristía” por Nicolas PoussinWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

Dice San Pablo en su primera carta a los corintios:

“Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos y no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado de beber el mismo Espíritu.

“El cuerpo no se compone de un sólo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: ´No soy mano, entonces no formo parte del cuerpo´, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Y si el oído dijera: ´Puesto que no soy ojo, no soy parte del cuerpo´, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuero ojo, ¿con qué oiríamos? y si todo el cuerpo fuera oido, ¿con qué oleríamos? Ahora bien, Dios ha puesto los miembros del cuerpo cada uno en su lugar, según lo quiso. Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

“Cierto que los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno sólo”.

 

Domingo de Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de Cristo 2018

El Cuerpo y Sangre de Cristo
Cuerpo y Sangre de Cristo, por Nheyob, cropped by TahcOwn work, CC BY-SA 4.0, Link

Este día celebramos la alianza de Dios con la humanidad, que primero se realizó con el pueblo Judío y después concretizó con el resto de los pueblos de la Tierra gracias al sacrificio de Jesús, el Cristo, que murió en cuerpo, derramando su propia sangre.

Y en ese sentido, las lecturas de hoy están centradas en las alianzas que se muestran en la Biblia. Primero, escuchamos del libro del Éxodo que Moisés, cuando bajaba del monte Sinaí con las tablas de las leyes, explicó al pueblo su contenido y, el pueblo, contestó a una sola voz: “Haremos todo lo que dice el Señor”.

Al día siguiente, desde temprano Moisés levanto un altar con 12 piedras –una por cada una de las doce tribus originales de Israel– y luego mandó a un grupo de jóvenes que sacrificaran unos novillos en honor a Dios, y la mitad de la sangre se puso en vasijas, y la otra mitad se derramó sobre el altar.

Finalmente, Moisés leyó al pueblo el libro de la Alianza y roció al pueblo con la sangre diciendo: “Esta es la sangre de la alianza que El Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído”.

Una nota importante: recordemos que el pueblo israelita estaba vagando por el desierto, aún no se establecía en la llamada tierra prometida, y el sacrificar aunque fuese un sólo novillo, era un situación muy difícil, pues no pensemos que estaban pastando miles de cabezas de ganado. La carne de los sacrificios no se iba a consumir, sino a inmolar (quemar hasta deshacerse en vapor que subiría a Dios, las cenizas eran después sobre el pueblo). Eran tiempos en que estaba prohibidísimo realizar gastos innecesarios. Así que, estos actos eran verdaderos sacrificios por parte del pueblo para alabar a Dios.

Relacionado: ¿De dónde viene el concepto de cordero para sacrificio?

Y luego, San Pablo nos dice: “Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte, hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que Él les había prometido”.

Finalmente, el Evangelio de hoy relata que, durante la última cena, Jesús tomó un pan, lo bendijo y se los dio a los discípulos diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”, luego tomó una copa de vino, la bendijo y la paso con estas palabras: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Después de que terminaron de cenar, cantaron un himno –posiblemente un salmo– y salieron hacia el monte de los olivos.

 

Entendiendo la Muerte, Parte I

Bueno, pues ahora sí me voy a meter en camisa de once varas, como decía mi abuelito: Vamos a hablar de la muerte.

La Catrina
Posada2.Catrina” by José Guadalupe Posada – ArtDaily.org. Licensed under Public Domain via Commons.

Para entender mejor a la huesuda tenemos que comprender muchos aspectos que van desde el tiempo que pasamos en la Tierra, hasta la inmortalidad de nuestra alma y espíritu. Previamente hemos discutido lo del tiempo (haz click aquí para repasar) y también las cosas del Alma y El Espiritu (click aquí).

Ahora bien, si el Espíritu es un enlace que tenemos con Dios entonce todos tenemos ese enlace y nos juntamos en un lugar común. Es por eso que tu tienes amor por tus padres, por tu hijos, tus amigos, tu pareja. Todos estamos entrelazados por el mismo punto común: Dios.

Cuando alguien cercano muere ese enlace no se rompe, sino que vuelve a Dios. Pero tu mantienes ese enlace también, por lo tanto la unión persiste. Esa es la razón por la que sigues amando a los seres que ya no están, al contrario ¡los sigues sientiendo!

Nuestro cuerpo biológico no logra ir más allá de la lógica del espíritu. Por eso la muerte nos duele, y hasta decimos con mucha razón: ¡me duele hasta el alma!

Una vez que tu cuerpo muere, es el Alma, la chispa de la vida, la que prosigue su camino. Jesús vino a decirnos que Él es el camino a Dios, y Dios es el paraíso en sí. No lo imagines como siempre nos lo han contado: un oasis en el desierto. No, tenemos que pensar e imaginar diferente qué queremos decir ir a Dios.

Todos tenemos Alma, eso está claro porque estamos vivos. El Alma es energía pura, pero consciente. Muchos científicos han mencionado que, en nuestro proceso de evolución, llegaremos a experimentar la transformación de cuerpo en energía, por lo tanto ya no será necesario tener brazos, ni piernas, ni panza, etc. Habremos alcanzado el nivel máximo de expresión.

Obviamente, para eso falta muchísimo tiempo, pero mientras debemos entender que nuestra Alma es nuestra posesión más preciada, y el Espíritu es el enlace guía hacia nuestro Señor.

Si no tienes Espíritu, entonces eres sólo un cuerpo con una alma que, cuando mueras, no sabrá a dónde ir, pues le faltará esa guía, ese link, ese camino. Y ¿sabes qué? Esa Alma se quedará en el vacio, vagando eternamente, sin saber a dónde ir. Ese es en verdad el Infierno.

En la siguiente parte analizaremos más acerca del proceso de la muerte y cómo es posible que la aceptemos de mejor manera. Haz click aquí.