Hermanos mÃos: No murmuren los unos de los otros, para que en el dÃa del juicio no sean condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor. Llamamos dichosos a los que supieron soportar el sufrimiento. Ustedes han oÃdo hablar de la paciencia de Job y ya ven el final que le dio el Señor, porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Pero sobre todo, hermanos mÃos, no juren ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa; que el sà de ustedes sea sÃ, y el no de ustedes sea no, para que no queden expuestos a ser condenados en el juicio.
Hermanos mÃos: ¿Hay alguno entre ustedes con sabidurÃa y experiencia? Si es asÃ, que lo demuestre con su buena conducta y con la amabilidad propia de la sabidurÃa. Pero si ustedes tienen el corazón amargado por envidias y rivalidades, dejen de presumir y engañar a costa de la verdad.
Pero los que tienen la sabidurÃa que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacÃficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
“San Pablo dando un sermón en Atenas, Grecia” por Raphael – Royal Collection of the United Kingdom, Public Domain, Link
Jesús dijo a los judÃos:
“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás. Nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y Él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.
Les dijo Pablo a los sumos sacerdotes –que le tenÃan tanta envidia por las multitudes que atraÃa– :
“La palabra de Dios debÃa ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos”.
La Alianza de Dios con la Humanidad estaba reservada exclusivamente para los judÃos; pero Jesús, con su sacrificio y resurrección, la trajo para todos nosotros, en todos los tiempos y en todos los lugares.
Es interesante ver que, incluso con los seguidores más cercanos de Jesús, existÃa desde un principio la envidia y la vanidad: unos quieren ser más que los otros, y no importa lo que tengan que hacer, incluyendo ir y hablar directamente con el jefe para pedir un aumento o un ascenso.
Siempre hemos pensado que en nuestra actual cultura de trabajo debemos ser competitivos: premiamos, aplaudimos y admiramos a aquellos que son audaces y hacen cosas grandes en el trabajo, y menospreciamos a los flojos y a aquellos que no tienen iniciativa.
En el caso de Juan y Santiago, su audaz movimiento de pedir a Jesús estar a sus lados en el tiempo de la gloria, les trajo como consecuencia el enojo y furia de los otros apóstoles, quienes les mostraron su indignación al grado de que Jesús les llamó a todos y les dijo:
“Ya saben que los jefes de las naciones les gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos los oprimen. Pero no debe ser asà entre ustedes. Al contrario, el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, asà como el Hijo del Hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Que quede claro, Jesús no sanciona al emprendedor, sino al avaricioso. Hay una lÃnea fina entre realizarse como persona en el trabajo y en la vida, y el querer todo y no ayudar a los demás. Jesús no nos dice que está mal que queramos más, siempre y cuando no nos olvidemos de los otros.