Lecturas del Domingo: Diciembre 9, 2018 – Adviento: Fé

San Juan Bautista
“La prédica de San Juan Bautista” por Pieter Brueghel the ElderOwn work Yelkrokoyade Taken in 20/07/2013, Public Domain, Link

La vela de hoy está dedicada a la Fé.

Seguimos en el tiempo de Adviento, es decir, de preparación. Y el Evangelio de San Lucas de este día nos habla de Juan el Bautista y su mensaje de preparación para la llegada de Jesús.

Pero, lo más interesante de hoy es cómo Lucas nos demuestra que las Sagradas Escrituras tienen sus raíces en la historia. Mucha gente reniega de la fé cristiana acusándola de falsedad, mito y leyenda.

Pero Lucas nos dice:

“En el año décimo quinto del reinado de César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes, tetrarca de Galilea, su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Linsanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías“.

Marcando coordenadas históricas de emperador, reyes y procurador. Pero no sólo eso, sino que también nos muestra una jerarquía de posiciones sólida, que no va mucho más allá de un simple rumor o fantasía.

Termina la lectura con el mensaje de preparación de Juan:

“Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
“Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.

Juan nos invita a prepararnos para recibir a Jesús. En este tiempo de Adviento, reflexionemos lo que en realidad significa su mensaje y enderecemos el camino todavía que hay tiempo.

Escuchemos a la verdadera voz que clama en el desierto de nuestro corazón.

 

Lecturas del Domingo: Marzo 18, 2018 – El que me quiera seguir, que me siga

imagen con muchos santos
Santos

Dicen los hermanos protestantes que los Santos son un ejemplo más de que los católicos –y otras iglesias en las que se honra la memoria de esta gente extraordinaria– somos idólatras y que rompemos con el primer mandamiento de la Ley de Dios. Su mensaje es que sólo debemos pedir a Dios, hablar a los santos es idolatría, o hasta herejía. En este día, el Evangelio de San Juan nos narra cómo unos griegos que habían llegado a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, se acercaron al apóstol Felipe y le pidieron: “Queremos ver a Jesús”.

Felipe no fue directamente con Jesús, sino que se dirigió primero con Andrés y ya después fueron juntos con Jesús.

Los griegos han oído hablar de Jesús, conocen a sus ayudantes, a sus seguidores. Saben de su doctrina y de las maravillas que ha hecho. Podríamos preguntarnos, ¿Por qué no fueron los directamente con Jesús? He aquí algunas de las posibles razones:

  • No saben quién es Jesús. No lo pueden reconocer.
  • Tienen dudas.
  • Les da pena, tienen vergüenza.
  • Tienen miedo por ser extranjeros.

Saben de los apóstoles y creen que ellos le llevarán el mensaje más efectivamente que si le dicen a cualquier otro seguidor de Jesús.

Y podríamos incluir muchas más. Pero dejémoslo ahí. Lo que tienen en común todas estas razones es que son parte de la naturaleza humana. Todos tenemos miedo, duda, y sabemos dejar las cosas complicadas a los que saben mejor.

Excepto, claro, los necios que se empecinan en decir que lo saben todo, que no necesitan de nada ni de nadie, y creen tener la respuesta lógica para cada evento de la vida.

En nuestras oraciones a los santos, nosotros no estamos alabándolos, sino que estamos reconociendo que ellos tienen un mejor conocimiento de Dios, que están más cerca de Jesús, y que nuestra oración o petición será llevada con mayor seguridad hacia sus pies. Los santos tuvieron que pasar pruebas más difíciles que las que nosotros habremos de pasar en nuestras vidas, y por lo tanto obtuvieron el reconocimiento de la Iglesia para poder interceder por nosotros.

¿No hace lo mismo el ejército con sus miembros? O acaso este organismo entrega los rangos más altos a todos los soldados. Para ser un general de cuatro estrellas, ¿no se tienen que pasar largas horas en los campos de batalla, o dejar a la familia por meses –quizás hasta años–, luchando, arriesgándose, y al final triunfando? Y los que mueren en batalla, ¿No los recordamos con cariño, admiración y hasta le hablamos en nuestros sueños, en nuestras horas de pena?

Al final, cualquier milagro que realizan los santos no lo hacen ellos mismos, sino que Dios opera a través de ellos.

Termina Jesús diciendo:

“El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.”