Hoy es el 18avo domingo del tiempo ordinario y tenemos en el Evangelio de San Mateo la narración de uno de los más importantes y asombrosos milagros de Jesús:
“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos”.
“Como ya se hacÃa tarde, se acercaron los discÃpulos a decirle: ‘Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que se vayan a los caserÃos y compren algo de comer’. Pero Jesús les replicó: ‘No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer’. Ellos le contestaron: ‘No tenemos mas que cinco panes y dos pescados’. Él les dijo: ‘Tráiganmelos'”.
“Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discÃpulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habÃan sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños”.
Para Jesús, bajo el poder de Dios nuestro Señor, no hay imposibles.
Cuando te sientas desamparado, con miedo, sin esperanza, recuerda todas las otras ocasiones que Dios nuestro Señor te sacó de apuros, te salvó, o te dio una segunda oportunidad.
Cuando no chocaste en tu auto, a pesar de que ese golpe era inminente.
Cuando estabas segura de que te iban a robar, pero la persona se pasó de largo y te ignoró.
Cuando tuviste esa enfermedad tan grave, que parecÃa que no habÃa cura posible, pero te aliviaste.
Cuando, como por arte de magia, pudiste resolver ese examen tan complicado en la escuela.
Cuando te sentÃas completamente sólo, y de repente alguien te dio la mano su apoyo.
En esa ocasión que no habÃa nada para comer, y al final, sabrá Dios de dónde, tuviste un plato frente a ti y te saciaste.
Un dÃa, los discÃpulos de Jesús, fueron una orilla de un lago, pero olvidaron llevar alimentos, y se mostraron muy preocupados e inquietos. Ellos comenzaron a comentar: “¡Caramba!, no trajimos pan”.
Por favor, pon tu fe y esperanza en Dios. No olvides sus proezas para el que confÃa en Él. Pon tu corazón en Cristo Jesús y nada ni nadie te dañará.
Eran como cinco mil varones. Eso quiere decir que ademas de ellos, estaban las esposas y los hijos. Algunos cálculos ponen el número total en más de quince mil personas.
Esta semana hablaremos de la multiplicación de los panes y los pescados, sin lugar a dudas uno de los más populares milagros relatados en los Evangelios, y que va más allá de saciar el estómago.
Cuando Jesús estaba en una orilla del lago de TiberÃades, en la orilla contraria a Galilea, mucha gente lo trataba de seguir, pues habÃan escuchado y sabÃa de los milagros que habÃa hecho por la región.
Jesús, poniendo a prueba a Felipe, uno de los doce apóstoles, le pregunta que cómo podrÃan comprar pan para que coma toda esa muchedumbre. Felipe, en su calidad humana, le contesta:
“Ni doscientos denarios bastarÃan para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”.
¿No nos pasa constantemente eso en nuestras vidas? Ante la magnitud de los problemas nos hacemos pequeñitos o pequeñitas y lo único que vemos es lo negro, pero no vemos la luz, por muy brillante que esta sea.
Además, Jesús no estaba destinado a ser rey de este mundo, y ni le interesaba, pues Él sabÃa muy bien cual era su destino.
Por otra parte, observemos que fue un muchacho, quizá un niño quien con su fe, dio lo que tenÃa para que se hiciera el milagro.
Y añadiendo un poco a esta narración nos topamos en la primera lectura que el profeta Eliseo, habiendo recibido cómo regalos veinte panes de cebada y grano tierno de trigo, le dice a su criado que lo reparta entre cien hombres (otra vez, con aproximadamente 3 dependientes cada uno). El criado le respondió algo similar a lo que Felipe dijo lÃneas arriba:
“¿Cómo voy a repartir estos panes entre cien hombres?”
Asà mismo, en tu vida, no temas a las grandes adversidades. Ten fe. Ni reniegues ni te escondas. Ten Fe. El gran Poder de Dios está aquà para ayudarte , todo lo que tienes que hacer es tener Fe.