¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?

Niños en un salón de clases en Angola
Niños en un salón de clases en Angola” por Living in KuitoLink

Zacarías

Zac 8, 1-8
En aquellos días, me fue dirigida a mí, Zacarías, la palabra del Señor en estos términos: “Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo siento por Sión un amor ardiente y celoso, un amor celoso que me arrebata‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Regresaré a Sión y en medio de Jerusalén habitaré. Jerusalén se llamará ciudad fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, monte santo‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘De nuevo se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por su avanzada edad; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en ellas‘.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Aunque esto les parezca imposible a los sobrevivientes de este pueblo, ¿acaso va a ser imposible para mí?

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo salvaré a mi pueblo de los países de oriente y occidente, y lo traeré aquí para que habite en Jerusalén. El será mi pueblo y yo seré su Dios, lleno de fidelidad y de justicia “.

Evangelio según San Mateo

Mt 18, 1-5. 10
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo:

“Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”.

 

Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí

Moisés bendiciendo a Josué
Moisés bendiciendo a Josué, por James Tissot – Public Domain, link.

Josué

Jos 24, 14-29
En aquellos días, habló Josué al pueblo y le dijo:

“Teman al Señor y sírvanlo con toda la sinceridad de su corazón. Apártense de los dioses a los que sirvieron sus padres al otro lado del río Eufrates y en Egipto, y sirvan al Señor. Pero si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quien quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Eufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitan? En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”.

El pueblo respondió:

“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; Él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto, el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió por todo el camino que recorrimos, y en los pueblos por donde pasamos expulsó a todos los que habitaban el país al que llegamos. Así pues, también nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios”.

Entonces Josué le dijo al pueblo:

“No creo que ustedes puedan servir al Señor, porque es un Dios santo y celoso, que no perdonará sus rebeldías y pecados. Si después de todo el bien que el Señor les ha hecho, lo abandonan para servir a dioses extranjeros, Él los castigará y acabará con ustedes”.

El pueblo le respondió a Josué: “No nos sucederá lo que tú dices, porque ciertamente serviremos al Señor“. Josué le dijo al pueblo: “Ustedes son testigos de que han elegido servir al Señor“. Respondieron ellos: “Somos testigos“. Josué les dijo entonces: “Apártense, pues, de los dioses extranjeros que tienen y vuelvan su corazón al Señor, Dios de Israel“. El pueblo respondió a Josué: “Serviremos al Señor, nuestro Dios, y obedeceremos sus mandamientos“.

Aquel día Josué renovó la alianza del Señor con el pueblo y le impuso a éste mandamientos y normas en Siquem. Josué escribió estas cláusulas en el libro de la ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la colocó al pie de la encina que había en el santuario del Señor. Josué le dijo a todo el pueblo: “Esta piedra será testigo, pues ha oído todo lo que el Señor les ha dicho; ella será testigo contra ustedes, cuando quieran renegar del Señor, su Dios“. Por fin, Josué despidió al pueblo y cada uno se volvió a su casa.

Algún tiempo después, murió Josué, hijo de Nun y siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.

Evangelio según San Mateo

Mt 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente; pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos“. Después les impuso las manos y continuó su camino.

 

La Palabra del Martes 21 de Febrero de 2023

Vitral de Jesús con niños

Eclesiástico

Sir 2, 1-13
Hijo mío, si te propones servir al Señor,
prepárate para la prueba;
mantén firme el corazón y sé valiente;
no te asustes en el momento de la adversidad.
Pégate al Señor y nunca te desprendas de Él,
para que seas recompensado al fin de tus días.
Acepta todo lo que te sobrevenga,
y en los infortunios ten paciencia,
pues el oro se purifica con el fuego
y el hombre a quien Dios ama, en el crisol del sufrimiento.

Confíate al Señor y Él cuidará de ti;
espera en Él y te allanará el camino.
Los que temen al Señor, esperen en su misericordia;
no se alejen de Él y no caerán.
Los que temen al Señor, confíen en Él,
porque no los dejará sin recompensa.
Los que temen al Señor, esperen sus beneficios,
su misericordia y la felicidad eterna.

Miren a sus antepasados y comprenderán.
¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?
¿Quién perseveró en su santo temor y fue abandonado?
¿Quién lo invocó y fue desatendido?
El Señor es clemente y misericordioso;
él perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación.

Evangelio según San Marcos

Mc 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero Él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará“. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos“.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado“.

 

La Palabra del Lunes 26 de Septiembre de 2022

Vitral de Jesús con niños
Vitral de Jesús con niños. Santuario del Santo Rosario, Lawrence, MA

Evangelio según San Lucas 9, 46-50

Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.

Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohiban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.

Job 1, 6-22

Un día fueron los ángeles a presentarse ante el Señor y entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó: “¿De dónde vienes?” El respondió: “De dar una vuelta por la tierra”.

El Señor le dijo: “¿Te fijaste en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra; es un hombre íntegro y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.

Satanás le respondió: “¿Y crees tú que su temor a Dios es desinteresado? ¿Acaso no has construido tú mismo una cerca protectora alrededor de él, de su familia y de todos sus bienes? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus rebaños se han multiplicado por todo el país. Pero hazle sentir un poco el peso de tu mano, daña sus posesiones y verás cómo te maldice en tu propia cara”. El Señor le dijo: “Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques”. Y Satanás se retiró de la presencia del Señor.

Un día en que los hijos e hijas de Job estaban comiendo en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a la casa de Job y le dijo: “Tus bueyes estaban arando y tus burras pastando en el mismo lugar, cuando cayeron sobre ellos unos bandidos, apuñalaron a los criados y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro criado y le dijo: “Cayó un rayo y quemó y consumió tus ovejas y a tus pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y le dijo: “Una banda de sabeos, divididos en tres grupos, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron y apuñalaron a los criados. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y le dijo: “Estaban tus hijos e hijas comiendo en casa de su hermano mayor, cuando un fuerte viento vino del desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

Entonces Job se levantó y rasgó sus vestiduras. Luego se rapó la cabeza, se postró por tierra en oración y dijo:

“Desnudo salí del vientre de mi madre
y desnudo volveré allá.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó;
esa fue su voluntad:
¡Bendito sea el nombre del Señor!”

A pesar de todo lo que le sucedió, Job no pecó ni profirió ninguna insolencia contra Dios.

Los últimos serán los primeros

Niños en un salón de clases en Angola
“Niños en un salón de clases en Angola” por Living in KuitoClass, CC BY 2.0, Link

Los últimos, los que llegan al final en el reparto de riquezas, los perdedores, los pobres, los que nunca ganan, los infelices.

En la escala del tiempo, los últimos no son los santos, ni los profetas, ni los papas, ni los sacerdotes o los justos. En base al tiempo, los últimos son… ¡los niños!

Porque ellos son las más puros, sus corazoncitos no se han manchado del mal. No se han envenenado de las avaricias, envidias, y rencores.

Por eso Jesús nos dijo que “Dejen que los niños vengan a mí”, refiriéndose que, para entrar al Reino de Dios, tenemos que se como los niños.

Los últimos que han llegado a este mundo.

De ellos será el Reino de Dios.

Lecturas del Domingo: Octubre 7, 2018 – Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre

La familia
Pareja de padres con un niño, fotografía de KelovyOwn work, Public Domain, Link

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: ´¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?´”.

El Evangelio de hoy nos habla de uno de los temas más divisivos de la Iglesia Católica, y en general de todos los cristianos: la validez del matrimonio y del divorcio.

En la Ley de Moisés, es válido que un hombre se divorciara de su mujer siempre y cuando él le entregara un acta de divorcio, similar a lo que sucede en la actualidad en las leyes civiles de la mayoría de los países.

Pero Jesús aclara el porqué de este procedimiento al decirles:

“Moisés prescribió esto, debido a la dureza de corazón de ustedes”.

Y es que en esos momentos, los israelitas –el pueblo elegido por Dios, pero sumamente cabeza dura– cometían cientos de arbitrariedades en contra de las mujeres: engaños, abusos, infidelidades, y hasta muerte. Los hombres podían estar engañando a sus esposas y no tener ninguna consecuencia, pero si una mujer engañaba a su marido –y esto sólo estaba documentado por su esposo– era automáticamente condenada a muerte por apedreamiento.

A eso se refirió Jesús con la dureza de corazón de su pueblo. [Y si suena similar a las condiciones de hoy en día, pues a lo mejor no es coincidencia].

Entonces, Moisés entendía que debía acabar estos abusos contra las mujeres de alguna manera, pero con todos pocos recursos legales disponibles, incluyó en sus leyes el divorcio, que le daba libertad a los hombres, pero protegía especialmente a la mujer.

La lectura del libro del Génesis de hoy también se refiere al inicio de la vida en pareja: Después de que Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y le extrajo una costilla. De esa costilla Dios formó a la mujer. El Hombre exclamó al verla:

“Esta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque ha sido formada del hombre”.

Entendamos, Dios los hizo uno solo compartiendo una misma sangre, ni uno más grande que el otro, sino iguales. La mujer es complemento del hombre, pues ahora sin ella él no es.

Regresando al Evangelio de hoy, Jesús queda claro que el divorcio en sí no está autorizado por Él. Se justificó en los tiempos de Moisés, pero no tiene más razón de ser.

“Desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Las parejas son una sola cosa, una sola unidad. Pero, ya no estamos dedicados a ponerle nombre a los animales como lo hicieron como primera tarea Adán y Eva. Ahora estamos llamados a algo mucho más importante: la unión familiar.

El Evangelio luego toma un giro bien diferente y drástico:

“La gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: ´Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él´”.

Estamos hablando de divorcio y luego de niños, ¿Habrá un error en el orden de las lecturas? La respuesta es no, no hay error. Al hablar primero de la pareja, estamos sentando las bases de la familia. El Padre y la Madre son los protectores de los niños desde la concepción. Jesús nos pide que les dejemos que ellos se acerquen a Él a través de sus propios padres, que al final son los que los deben enseñar y educar en la Fé. La verdadera instrucción religiosa empieza en la familia, no en la iglesia o en las escuelas.

Dijo Jesús que el que no reciba el Reino de Dios como un niño –es decir, como los niños confían completamente en su padres así nos pide Dios que confiemos en Él– no entrará en él.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 18, 2018 – El Servicio a Cristo Empieza con la Humildad

Niños en un salón de clases en Angola
“Niños en un salón de clases en Angola” por Living in KuitoClass, CC BY 2.0, Link

En el Evangelio de hoy, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea y en el camino iban discutiendo quién era el más importante entre ellos. Al llegar a la ciudad de Cafarnaúm, Jesús les preguntó de qué estaban hablando, y ninguno de ellos le quizo responder, pero Él sabía de que se trataba.

Sin duda, desde pequeños hemos recibido la tradicional enseñanza de tratar de ser siempre los primeros. A lo mejor no directamente de nuestros padres –que aunque lleguemos últimos siempre nos dirán que somos los primeros… para ellos– pero sí de las competencias con otros compañeros, o en la misma escuela siempre se nos ha pedido –y exigido– el dar nuestro mejor esfuerzo para destacar académicamente.

Es posible que esta cualidad de buscar ser los mejores esté en nuestros genes, pues por la teoría de la selección natural sabemos que los seres vivos que de niveles inferiores siempre tendrán las más severas desventajas y serán los primeros en perecer y desaparecer. Sólo los seres superiores son los que logran sobrevivir.

Pero nosotros somos humanos, con una condición divina que nos hace más importante que los demás animales. Tenemos conciencia, alma y espíritu. Por lo tanto, tenemos cualidades que nos dan la ventaja de romper con la tradición natural y elevarnos sobre nosotros mismo para hacernos responsables de los demás seres de este mundo.

Así lo definió Dios en el Paraíso, cuando le dio a Adán poder sobre todas las bestias. Pero no para destruirlas, sino para gobernarlas. No para maltratarlas, sino para convivir con armonía. No para causarles dolor y muerte, sino para darles amor y protección.

Volviendo al relato del Evangelio, Jesús se sentó y llamándolos les dijo:

“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Jesús volverá a darles este ejemplo más adelante, durante la Última Cena al lavarles los pies, pero por ahora les está anunciando de qué se trata el dejar de lado la avaricia y la soberbia, y comenzar a servir, pero con humildad.

“Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: ´El que reciba en mi nombre a uno de  estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado´”.

¿Por qué un niño? Porque es en esa edad que nosotros, recién salidos de las manos de Dios, aún tenemos humildad, amor puro y carecemos de odio y maldad. Ese es el ejemplo que nos está dando el día de hoy.

No es de extrañar que uno de los más famosos coros de la Iglesia nos dice:

“Por eso tienes que ser un niño,
tienes que ser un niño, oh oh oh,
tienes que se ser un niño para ir al cielo”.