Pero, no nada mas escuchémosla, sino que sepamos llevarla a cabo.
Dios, a través de Jesús, nos llama de muchas maneras todos los dÃas: en tus hijos, en tus padres, en tu familia, en los más pobres, y a veces en los más ricos también. Sólo hay que estar atentos al llamado del Señor.
Dice el Evangelio de San Juan del dÃa de hoy, el segundo domingo ordinario del año litúrgico:
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discÃpulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios“. Los dos discÃpulos, al oÃr esta palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguÃan, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, RabÃ?” (Rabà significa maestro). Él les dijo: “Vengan a ver“.
Fueron pues, vieron dónde vivÃa y se quedaron con él ese dÃa. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decÃa y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al MesÃas” (que quiere decir “El Ungido”). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tu te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir, “roca”).
AsÃ, Juan el Bautista obedeció el llamado de Dios: dejó ir a sus discÃpulos y se quedó sólo. Y no renegó de su nueva condición, pues sabÃa por Dios que habÃa llegado la hora de Jesús.
Andrés, junto con el otro discÃpulo, siguieron a Jesús, dejando atrás todo. Y Andrés fue por su hermano Simón, que al estar frente a Jesús fue bautizado como Pedro, la roca de los Apóstoles.