Finalmente, Jesús, no sólo predicó, sino que nos trajo la salvación pasando las pruebas más fuertes, más dolorosas, y al final dio su vida por todos nosotros.
Primero, la profecÃa: Ezequiel, el primero de los profetas que estuvo con el pueblo de Israel cuando fueron cautivos de los egipcios, nos dice lo siguiente:
Jesús oye que Lázaro está gravemente enfermo, y se dirige a su casa. Pero en el camino, sabe la realidad y se las dice a los discÃpulos en forma de parábola: “Lázaro se ha dormido, pero yo voy a ir a despertarlo“. Los seguidores no entienden el mensaje, al contrario, piensan que si ha dormido ¡es que está mejorando!
Marta, al saber que Jesús viene, sale a su encuentro… y otra vez le reclama en el camino: “Señor, si hubieras estado aquÃ, no hubiera muerto mi hermano“.
MarÃa, por su parte, ni siquiera salió a recibir a Jesús. Está triste, dolida, no sólo por la muerte de su hermano, sino porque siente que Jesús le ha fallado.
¿No nos pasa lo mismo a nosotros? ¿No nos pasa que cuando pedimos con mucho fervor por un favor a Dios, y no lo recibimos, a veces nos revelamos contra Él?
Marta le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro dÃas“. Con esto, Juan el narrador del evangelio, nos presenta un hecho muy importante: que no quede duda de que el muerto… ¡está bien muerto! En el relato anterior del ciego que recuperó la vista, ¿se acuerdan todo el circo que los judios y muchos del pueblo hicieron investigando si realmente estaba ciego, si realmente nació sin ver, etc? Bueno, pues hoy no habrá duda.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabÃa que Tú siempre me escuchas; por lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahÃ!” Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “desátenlo para que pueda andar”.
Es mucho lo que tenemos que aprender, pero como siempre, empezamos con lo básico. Lo que parece tan obvio hoy en dÃa ya habÃa sido discutido miles de años atrás. Pero la maldad vuelve y vuelve. ¡Y luego dicen que las enseñanzas de la IglesÃa sólo son boberÃas!
Pero la historia no termina ahÃ. IsaÃas predice:
“Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquà que la virgen concebirá y dará a luz a un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.
“Al verlos, se dirigió a ellos rápidamente desde la puerta de la tienda, y postrándose en tierra les dijo: Señor mÃo, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases junto a mà sin detenerte”.
Este pasaje es hermoso e interesante. Jesús y todos los discÃpulos llegan a casa de MarÃa y Marta, dos hermanas que vivien juntas. Mientras el Señor predica la palabra, MarÃa se sienta a sus pies escuchándolo atentamente. Marta, por su parte, está ocupada sirviendo a los demás y en otros quehaceres de la casa. Llega un momento en que no aguanta más y le dice a Jesús: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? DÃle que me ayude”.
A veces, ¿no sientes como que se te deja todo a t�, ¿no has pensado en ocasiones que es injusto cómo otros sólo se sientan a hacer otras tareas sencillas y tu estás todo ocupado(a)?
Jesús tiene la respuesta correcta: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo asà que una sola es necesaria. MarÃa escogió la mejor parte y nadie se la quitará“.
No juzguemos a Marta. Alguien tiene que hacerse cargo del quehacer y del servicio. Y lo más importante: ella sà está poniendo atención, pero se ha sobrecargado de tareas y solita se está llenando de tensión y problemas.
¿Cómo sabemos que está poniendo atención? Más adelante, cuando el hermano de Marta y MarÃa, Lázaro, venga a escena, Marta le dirá a Jesús: “Tu eres resurrección y la vida“.
¡Oh Dios, restáuranos. Que brille tu rostro y nos salve!
Salmo 79
En la segunda lectura Pablo nos dice “Aquà estoy, Dios mio; vengo para hacer tu voluntad”, de la misma manera que MarÃa, la Madre de Dios, aceptó su misión.
E ISabel responde “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre“. No olvides esto: Isabel y su esposo ZacarÃas son personas mayores de edad, ¡muy mayores! de hecho bastante viejos, y recibieron con una gran sorpresa el anuncio del Angel Gabriel de que iban a ser padres.