Lecturas del Domingo: Octubre 4, 2020 – Parábola de los Viñadores

Hoy es el 27avo domingo del tiempo ordinario y leeremos en el Evangelio de San Mateo una lectura que nos habla de la Herencia de Dios (la viña) para todos, no solamente para el pueblo Judío (los viñadores) que desafortunadamente, nunca supo escuchar la Palabra de Jesús (el Hijo), y lo rechazaron… y le dieron muerte. Dios (el dueño de la viña) mandó primero a sus profetas (los criados), pero el pueblo no les hizo caso.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.

Aquí hay un punto muy importante que pocas veces se resalta: Los sumos sacerdotes y los ancianos eran gentes intocables, incorregibles. Llegarón a tener tanta influencia con los romanos que controlaban Jerusalén y los alrededores, que se creían intocables.

Pero, he aquí que ¡Jesús les está dando lecciones?! ¡Ellos lo escuchan a Él!

Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mando a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’.  Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.

¿Cómo es posible que piensen que por matar al heredero se quedarán ellos con la herencia? Lo que pasa es que, según ciertos conocedores, puede tratarse de que entre los viñadores había los parientes próximos en línea del dueño de la viña. Así, al morir el heredero, ellos se quedarían con todo.

Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?”
Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que entreguen los frutos a su tiempo”.
Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?
Por esta razón les digo que les será quitado el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Nosotros somos parte de todos los pueblos a los que se nos ha entregado la viña. Somos los nuevos viñadores. Pero no por eso tenemos ganado el favor de Dios.

Ahora, tenemos que trabajar bien duro para poder producir los frutos que Dios quiere.

Lecturas del Domingo: Septiembre 27, 2020 – Parábola de los Dos Hijos

Parábola de los dos hijos

Este domingo, 26 del tiempo ordinario, señala el final del mes e inicio del Otoño, y está marcado por una lectura muy especial, tomada del Evangelio de San Mateo:

En aquel tiempo, Jesús dijó a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.

Muchas veces renegamos a de la voluntad de nuestro Dios. Sí, si sabemos cual es su voluntand, pero nos es difícil seguirla. Sin embargo, su misericordia es tan grande, que nos da la oportunidad para que pensemos y rectifiquemos nuestras acciones. Sin embargo, a veces, esas oportunidades son los sustos que la misma vida nos da.

Imaginemos a una persona que está robando en su empresa: al estar tan metido en fabricar planes o maniobras para seguir con su plan, no se da cuenta del mal que está haciendo, y constantemente en su cabeza están dando vueltas ideas y justificaciones. Y mientras tanto, el tiempo sigue pasando.

No es sino que hasta que ocurre una situación inesperada –como un susto o sorpresa– que el inculpado o inculpada se dan cuenta de lo que están haciendo. Es ahí el momento que Dios nos da para rectificarnos antes de que sea demasiado tarde. Depende de nosotros si queremos escuchar la advertencia, o decir “tuve suerte” y seguir con nuestro mal.

El segundo hijo hizo mal, pero sintió el dolor en su corazón, y se rectificó.

No dejemos que se nos vaya el tiempo, reconozcamos nuestros pecados, y arrepintámonos.

Lecturas del Domingo: Septiembre 20, 2020 – Los Trabajadores

Parábola de los trabajadores de la Viña
“Parábola de los trabajadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link

La lectura del Evangelio de San Mateo de hoy nos dice:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le contestaron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijó: ‘Vayan también ustedes a mi viña'”.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al último lo mismo que a tí. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?’.
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los útimos”.

Las obras y actos de nuestro Dios bueno son increíbles, y a veces pueden llegar a parecernos injustas. La lectura anterior es uno de los ejemplos más claros de cómo nuestra visión, humana y limitada, nos hace pensar en la “injusticia” que están “sufriendo” los primeros trabajadores. En términos humanos, es completamente inmerecido lo que les pasa a los tempraneros.

Pero, pongamos atención a la siguiente parte, de cuando el propietario salió al atardecer por los últimos trabajadores y los encontró todavía en la plaza:

‘¿Por qué han estado estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le contestaron: ‘Porque nadie nos ha contratado’.

Todos nosotros hemos sido bendecidos por la Palabra de Dios en una forma u otra, y nos hemos beneficiado por ella. Desde pequeños, muchos de nosotros hemos tenido la fortuna de asistir a la iglesia, de escuchar el catecismo. También tenemos la buena fortuna de contar con comida en nuestras mesas, de tener un techo, de tener salud.

Nosotros somos los primeros que hemos recibido bendiciones. Somos los primeros.

Pero, ¿y los demás? ¿Qué pasa con los pobres, los que no pueden asistir a misa a escuchar la palabra de Dios? Los que no tienen tiempo para leer y pensar las lecturas de los domingos porque están trabajando para medio sobrevivir?

“Nadie nos ha contratado”: nadie se les ha acercado a darles la mano, o llevado la Palabra.

Ellos no han recibido las bendiciones al principio, sino que las reciben al final, muchas veces al final de sus vidas. Ellos son los últimos.

Dios en Jesús nos los dice claramente: “Los últimos serán los primeros, y los primeros, los útimos”.

Porque en vida ya recibiste parte de tu recompensa. Y los pobres no; muchos de ellos ni siquiera podrán tener un final de sus vidas digno.

Pero en la vida eterna, definitivamente recibirán su denario, es decir, su recompensa, y será primero que los demás.

Lecturas del Domingo: Septiembre 13, 2020 – Perdón y Misericordia

parabola del administrador astuto
“Parábola del administrador injusto” por Phillip Medhurst – Photo by Harry Kossuth, FAL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7550875

En este domingo, número 24 del tiempo ordinario, terminamos una serie de lecturas en las cuales hemos esuchado acerca de pesadas cargas, cruces, correcciones a nuestros hermanos. Si después de todo esto no hemos aprendido nada, seguramente la lectura de hoy nos dará una buena lección:

“En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: ‘Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le contestó: ‘No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete’.
Entonces Jesús le dijo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces, el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Algo tan sencillo como la clemencia y la piedad no deberían ser cosas que se enseñan. Deberíamos tenerlas a flor de piel y activas todos los días.

Como todos los músculos de nuestro cuerpo, lo que no se ejercita se atrofia. Simples actos cada día nos ayudan a tener un corazón compasivo: Ceder el paso a alguien, pedir disculpas, aceptar disculpas, perdonar de corazón, ayudar sin esperar nada a cambio, etc.

Y un corazón compasivo será parte de nuestra llave al Reino de los Cielos.

Lecturas del Domingo: Septiembre 6, 2020 – Lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo

Misioneros católicos
Misioneros católicos en Nueva Guinea, por Institute of the Incarnate Word – <a rel=”nofollow” class=”external free” href=”http://www.iveamerica.org”>http://www.iveamerica.org</a>, Public Domain, Link

En el Evangelio de la semana pasada, nos decía Jesús que si queríamos seguirlo deberíamos tomar cada uno nuestra cruz e ir con Él.

Pero, ¿qué pasa si esa pesada cruz está cerca de nosotros, en nuestro círculo familiar… o en nuestra misma casa?

Hoy es el 23 Domingo del Tiempo Ordinario, y el Evangelio de San Mateo nos dice:

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si tu hermano comete un pecado, ve amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano'”.
“‘Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo'”.
“‘Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos'”.

Jesús nos llama a ser fuertes y enfrentar lo incómodo, lo difícil. Pero, debemos entender que siempre debemos buscar la fuerza en Él y Dios. Lo maravilloso está en que no es necesario que lo hagamos solos: nuestra comunidad, nuestros amigos, y nuestra familia son los lugares donde debemos buscar esa fuerza que Jesús nos tiene aguardada para sobrellevar nuestra propia carga.

Lecturas del Domingo: Agosto 30, 2020 – Toma tu cruz y sígueme

Doce apóstoles
Jesús enseñando a los doce Apóstoles, por James Tissot – Online Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2007, 00.159.129_PS2.jpg, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10957411

Esto dice el Evangelio de San Mateo del día de hoy, vigésimo segundo Domingo ordinario:

“En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer ahí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
“Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: ‘No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a tí’. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: ‘¡Apártete de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres'”.

La semana pasada comentábamos las cualidades humanas de Pedro: cómo tuvo miedo, furia, insensatez. Hoy, en el Evangelio, corroborámos más de sus cualidades humanas, y una vez mas, Jesús pierde la paciencia con él y lo regaña.

Pero Jesús menciona algo muy importante: Pedro no está juzgando con el criterio correcto, sino con el del mundo, el de los hombres: “Tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres“.

Sigue la lectura:

“Luego, Jesús dijo a sus discípulos: ‘El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo de Dios ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras”.

Seguir a Dios es fácil, pues lo único que tenemos que hacer es seguir sus mandamientos. Y Jesús nos lo puso todavía más fácil al decirnos que todo se puede resumir en los primeros dos.

Sin embargo, al igual que Pedro, nos pesa nuestra naturaleza humana y es por eso que tenemos que cargar con una cruz a nuestras espaldas día con día.

La clave no está en caer por ese peso de culpas, malas acciones, malas decisiones y tropiezos.

La verdadera clave está, como dice Jesús, en levantarnos y seguir nuestro camino cargando esa cruz.

Lecturas del Domingo: Agosto 23, 2020 – La redención de Pedro

Imagen de Cristo y Pedro
Cristo y Pedro, por Pietro Peruginohttp://it.wikipedia.org/wiki/Immagine:Gesupietrochiave.jpg, Public Domain, Link

Durante la vida pública de Jesús, Pedro mostró muchos signos de fallas humanas que a veces rayaban en lo inusual, y hasta en lo cómico:

  • Miedo. Cuando comienza a caminar sobre las aguas del mar y, al sentir el viento en su cara teme y se empieza a hundir, clamando a Jesús.
  • Ira. Cuando van a apresar a Jesús, saca su espada y le corta la oreja a uno de los criados.
  • Distracción y euforia. Durante la Transfiguración, Pedro le dice a Jesús que se siente bien relajado, hasta le recomienda que hacer tres chozas, una para Elias, otra para Moisés, y otra para él.
  • Falta de tacto. Cuando Jesús le va a lavar los pies, Pedro le dice: ‘Tú no me vas a lavar los pies’. Al recordarle Cristo que, de otra forma no podrá entrar al Reino de los cielos, Pedro se apresura a decir: ‘Entonces, no sólo lo pies ¡sino todo el cuerpo!’.
  • Pena y vergüenza. Cuando canta el gallo tres veces.

Pero hoy, el caso es muy diferente, pues Simón ya no es más, ha quedado atrás. Ahora es Pedro, el apostol fuerte. Y Jesús lo deja claro en el Evangelio de San Mateo:

“En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ Ellos le respondieron: ‘Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas’.
“Luego les preguntó: ‘Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?’ Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’.
“Jesús le dijo entonces: ‘¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo’.
“Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías”.

Jesús escogió a Pedro como cabeza de la Iglesia por ser el más humano, el más parecido a cada uno de nosotros. Y así, los Papas son los sucesores de Pedro, quien impuso las manos a su sucesor y, en cadena, lo han seguido haciendo uno tras otro, durante más de dos mil años.

 

Lecturas del Domingo: Agosto 16, 2020 – La mujer de Canaán

“En aquel tiempo Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces, una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: ‘Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio'”.

Así comienza el Evangelio de esta vigésima semana del tiempo ordinario. Durante los próximos días, el tema principal será cómo el Reino de Dios no está reservado sólo para los judíos, quienes rechazaron a Jesús, sino para todo el mundo.

Por muchos siglos, los cananeos y los israelitas estaban en constante disputa sobre quiénes eran los verdaderos descendientes del Abraham y los profetas.

Jesús es judío, miembro del pueblo de Judea, al principio ignora a la mujer:

“Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: ‘Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros’. Él les contestó: ‘Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel’. Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante Él, le dijo: ‘¡Señor, ayúdame!’ Él le respondió: ‘No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos’. Pero ella replicó: ‘Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos’. Entonces, Jesús le respondió: ‘Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas’.
“Y en aquel mismo instante, quedó curada su hija”.

Auque la comparación de Jesús con los perros puede ser escandalosa, lo más importante aquí es resaltar que es nuestra fe la que nos salva. La semana pasada, Pedro por su propia fe comenzó a caminar por las aguas. En el momento en que tuvo miedo, clamó a Jesús: “¡Sálvame Señor!”.

Ahora, esta mujer de Canaán, le grita a Cristo: “¡Señor, ayúdame!”. Ella, siendo enemiga de los judíos, no teme a las represalias. Se la pasa pidiendo ayuda a Dios por su hija; insiste e insiste e insiste, hasta que los discípulos le ruegan a Jesús que la atienda.

Ella, estando frente a Jesús, le vuelve a pedir el milagro y lo hace de manera convincente, pues se entrega a Cristo en alma y sabe que lo que sale de su boca será la verdad. Jesús la escucha y, asombrado por la fe de la mujer, le concede el milagro.

La lección para todos nosotros es que Dios no es sólo de los judíos y que debemos orar, insistir, y clamar a Dios a través de Cristo Jesús; y Él en su tiempo, nos atenderá y nos dará su milagro.

¡Sálvame Señor! ¡Señor, ayúdame!

Lecturas del Domingo: Agosto 2, 2020 – La multiplicación de los panes

Milagro de la multiplicación de los panes y los pescados
Milagro de la multiplicación de los panes y los pescados, por Bernardo Strozzi – http://www.1st-art-gallery.com/Bernardo-Strozzi/The-Miracle-Of-The-Loaves-And-Fishes.html, Public Domain, Link

Sé fuerte. No tengas miedo, ten fe. Aún las más grandes adversidades son poca cosa ante los ojos de Dios.

Si tuviéramos la fe del tamaño de un granito de mostaza, podríamos hacer que un árbol se arrancara de raíz y se plantara en medio del mar.

Pero, como dice el apóstol San Pablo, en nuestra vida diaria tenemos tribulaciones, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligros que nos apartan del amor con que nos ama Cristo Jesús. Y todas estas cosas malas nos nublan el corazón y la fe, y no sabemos qué hacer cuando se presentan.

Hoy es el 18avo domingo del tiempo ordinario y tenemos en el Evangelio de San Mateo la narración de uno de los más importantes y asombrosos milagros de Jesús:

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos”.

¿No te ha pasado que, a la muerte de un ser querido algunos amigos tuyos vienen a darte el pésame y no saben qué decir, y al final eres tú quien termina consolándolos? Así le pasó a nuestro Señor, que al ver a la gran muchedumbre que lo seguía se apiadó de ellos y los atendió.

Jesús, en su calidad humana, sintió una gran tristeza al enterarse de la muerte de Juan el Bautista. Jesús también tenía sentimientos y esta es una de sus más enternecedoras expresiones.

“Como ya se hacía tarde, se acercaron los discípulos a decirle: ‘Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que se vayan a los caseríos y compren algo de comer’. Pero Jesús les replicó: ‘No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer’. Ellos le contestaron: ‘No tenemos mas que cinco panes y dos pescados’. Él les dijo: ‘Tráiganmelos'”.

¿No nos pasa así a nosotros? A veces se nos presentan grandes dificultades; tan grandes que nos parecen imposibles de superar. Todos hemos tenido ese momento en el que sólo tenemos cinco panes y dos pecados para volver a encontrar trabajo, especialmente en estos tiempos; para superar la pérdida de ese ser amado que nos dejó, de una forma u otra; para vencer ése cáncer o enfermedad que nos está acabando…

Termina la lectura:

“Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños”.

Para Jesús, bajo el poder de Dios nuestro Señor, no hay imposibles.

Por favor, sé fuerte. No tengas miedo, ten fe. Aún las más grandes adversidades son poca cosa ante los ojos de Dios.

Las Riquezas del Rey Salomón

El Sueño de Salomón
El Sueño de Salomón, por Luca GiordanoWeb Gallery of Art:   Image  Info about artwork, Public Domain, Link

El Rey Salomón, hijo de David, patriarca del mundo judío y del nuestro cristiano también, se caracterizó por tener un corazón sabio y haber llevado a su pueblo a una de las más grandes épocas de su existencia, en la que había muchas riquezas y el pueblo estaba siempre contento.

Aunque, por eso mismo, al final Salomón tomó el mal camino y tuvo un final no tan feliz.

Pero, recordando el Evangelio de San Mateo de este pasado domingo en que hablábamos de las verdaderas riquezas a las que debemos aspirar, hoy tomarémos del Primer Libro de Reyes un segmento de la vida de querido rey, el cual, cuando siendo muy joven, fue proclamado Rey de Israel:

“En aquellos días, el Señor se le apareció al Rey Salomón en sueños y le dijo: ‘Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré’.
“Salomón le respondió: ‘Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy mas que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?'”.

Una petición tan humilde y sencilla que sólo una persona de corazón bueno podía hacer. Y eso tuvo su recompensa. Termina la lectura:

“Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: ‘Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de tí. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo'”.

La verdadera riqueza de Salomón: un corazón bueno y humilde, coronado con Sabiduría de Dios.