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Lecturas del Domingo: Noviembre 5, 2017 – Que el mayor entre ustedes sea su servidor

fariseos siendo regañados por Jesús
Jesús dirigiéndose a los fariseos, por James TissotOnline Collection of Brooklyn Museum; Photo: Brooklyn Museum, 2008, 00.159.209_PS2.jpg, Public Domain, Link

En las últimas semanas del año litúrgico Jesús nos esta preparando para el día en que estaremos frente a Él. Esta semana hablaremos de la humildad.

De nueva cuenta, nuestro Señor se vuelve a dirigir a los fariseos, quienes en las semanas pasadas han sido el objeto de su crítica y molestia:

“En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: ‘En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Hagan pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterías y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame “maestros”‘”

La soberbia es, sin duda, uno de los pecados capitales más peligrosos, pues se va apoderando del alma lentamente, y es de los que produce placer a través de la vista. Recordemos que somos seres humanos, y somos seres visuales. La envidia y la vanidad entran por los ojos.

Los fariseos son personas que conocen de memoria, y al derecho y al revés, las leyes que Moisés le entregó a pueblo judío. Y, más allá de esto, conocen todas las reglas y protocolos de los posteriores libros. En un pueblo en que la mayoría es pobre,  analfabeta, y fácil de impresionar, los fariseos hablan con mucho conocimiento y les hacen ver “que son malos” y que no están siguiendo la palabra de Dios de manera correcta. Un pueblo impresionado es manejado al final por los más astutos.

No niego que, originalmente, el fariseo haya empezado su labor con buena intención, pues las leyes de Moisés y de los otros libros son extremadamente complejas. Pero con el tiempo, estos personajes se han dejado llevar por la avaricia y el abuso sobre los ignorantes.

Dios no se deja engañar por las apariencias, pero el hombre sí.

Afortunadamente, Jesús abrirá los ojos del pueblo. Los fariseos tienen sus días contados, pues vendrá la gran revolución cristiana que acabará con su reinado.

Sin embargo, aquí Jesús también nos habla de algo muy importante entretejido en su mensaje: ¿Cómo debemos tratar a los líderes religiosos del pueblo? Yo escucho frecuentemente quejas acerca del comportamiento de los sacerdotes y los líderes católicos en todo el mundo. Es innegable que estas actitudes de unos cuantos causan mucho dolor en la Iglesia, y son motivo de crítica de parte de los cultos y otras religiones.

Jesús nos dice: “Hagan pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra.” Esto quiere decir que sigamos las enseñanzas de la Iglesia, pero no las obras de los hombres. Los fariseos eran versados en el conocimiento, al igual que los sacerdotes actuales. Sigamos el rito y las obligaciones de la misa y la iglesia, pero no imitemos las acciones de los malos sacerdotes. Además, no todos ellos son malos. La verdad es que son sólo una minoría.

Terminemos con un mensaje de Jesús acerca de la humildad:

“Que el mayor entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

 

Lecturas del Domingo: Octubre 29, 2017 – Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo

Mujer pidiendo limosna
Mujer y su niño pidiendo limosna, por el fotógrafo © Jorge Royan / http://www.royan.com.ar, CC BY-SA 3.0, Link

Hoy continuamos con las trampas que los fariseos y escribas quieren poner a Jesús para hacerlo caer en contradicciones. Ya las semanas pasadas escuchamos cómo hasta los mismos ancianos de Israel han estado tratando de engatuzar a Jesús con preguntas engañozas. El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús respondiéndoles a la eterna pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús les responde:

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de todos los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la Ley y los profetas”.

Y, como decíamos anteriormente, ¡cómo es difícil amar al prójimo! Podemos ir todos los días a la Iglesia, orar cien rosarios, aprendernos toda la Biblia de memoria, cantar con dulce voz los más hermosos coros y salmos… pero de nada vale todo esto si despreciamos a nuestro prójimo.

El libro del Éxodo, en la primera lectura, nos trae una explicación a esto:

“Esto dice el Señor a su pueblo: ´No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas, ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos huérfanos.
´Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como un usurero, cargándole intereses.
´Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso´.”

Los más necesitados, los extranjeros inmigrantes, las viudas, los huérfanos, los pobres.

Esos también son nuestros prójimos; y cuando su clamor alcance a Dios, ¿Cuál será nuestra excusa?

Lecturas del Domingo: Octubre 22, 2017 – Dar al César lo que es del César…

Foto de un denario, la moneda de la que habla la lectura de hoy
Foto de un Denario, la moneda de la que habla la lectura de hoy. Al frente tiene la figura de Tiberius y la inscripción “César Augusto Tiberius, hijo del divino Augustus”. Foto cortesía de Classical Numismatic Group, Inc. http://www.cngcoins.com, CC BY-SA 3.0, Link

El mensaje de este día es sencillo: sepamos dar el verdadero valor a las cosa de la tierra y a las cosas divinas. Lo material, como el dinero la fama y los placeres, son sólo cosas pasajeras, que a su tiempo se perderán y no podrán ser recuperadas. Léase: a la hora de nuestra partida de este mundo.

Las cosas de nuestra alma, no tienen tiempo de expiración, ya sea para bien o para mal.

Dice el Evangelio de hoy:

“En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo”.

¡No nos dejemos engañar, esto no sólo es de aquellos tiempos! El tentar a Dios con nuestra vida es tan común hoy en día como lo era entonces: Expresiones como “Señor, te rezo cien rosarios, pero sana a mi madre“, o “Padre, te prometo ir de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe si permites que mi hijo salga de su problema de drogas“.
Reza los rosarios, sí, pero no lo hagas como condición. Ve de rodillas hasta la basílica, , pero no le pongas condición.

¡Y deja de estar distribuyendo cartas cadena! (Si compartes esta carta con 10 personas verás que se cumple un milagro).

Pero sigamos con el Evangelio:

“Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: ´Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?”.

Nada tontos. Queriendo hacer decir a Jesús que no debía pagarse tributo al emperador romano, ¡se hecharía de enemigo al más poderoso ejercito del mundo!

Pero la respuesta de Jesús fue más astuta:

“Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contesto: ´Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo´. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les contestó: ´¿De quién es esta imagen y esta inscripción?´ Le respondieron: ´Del César´. Y Jesús concluyó: ´Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Finalmente, para todos aquellos que tienen duda de la veracidad de las escrituras, fíjate en la moneda que se presenta en la parte de arriba. Esto corrobora exactamente el tiempo de los hechos: La época de Tiberius, cuando Herodes era gobernador de Judea.

No perdamos de vista la verdad, la cual es histórica y divina. Demos al César y a Dios sus verdaderos tributos.

Lecturas del Domingo: Octubre 15, 2017 – Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos

Parábola del gran banquete
“El Gran Banquete”, por Brunswick Monogrammistcyfrowe.mnw.art.pl, Public Domain, Link

Este domingo escuchamos la parábola del gran banquete, y es la continuación al mensaje de la semana pasada en que escuchábamos cómo el Reino de Dios no sólo es del pueblo Judío, sino que, por Jesús, nos es dado también a los demás.

Este es el texto de la enseñanza de Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo:

“El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados a que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
“Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ´Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda´. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue para su campo, otro para su negocio, y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron”.

Sabemos de antemano que, el rey es Dios mismo, y el banquete de bodas es su reino, coronado por su hijo.

Los invitados son el pueblo elegido de Dios, es decir, los israelitas. Recordemos que, por cientos de años, a pesar de haber tenido la dicha de la elección como pueblo, la gente de Judá siempre bucaba formas de quejarse por sus condiciones de vida, por la dureza de sus pruebas, y porque siempre o estaban en guerra, o eran esclavos de algún otro pueblo poderoso. En ese entonces, estaban sujetos al  yugo romano.

Los criados son los profetas llevando siempre el mensaje y la palabra de Dios.

Después de cientos de años, la palabra pareceía que no encajaba bien en el pueblo judío, y sabemos que algunos profetas fueron muertos a manos de su propio pueblo. El último de ellos, Juan el Bautista correría con la misma suerte poco después.

Sigue la narración:

“Entonces el rey se llenó de cólera, y mandó sus tropas, que dieran muerte a a quellos asesinos y prendieran fuego a la ciudad”.

Ciertamente, no hay mucho que decir excepto que el castigo de Dios no es algo de risa, pero con justificación. ¿No fueron advertidos –invitados– los invitados? Sigamos con la parábola:

“Luego, les dijo a sus criados: ´La boda está preparada, pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan pues, a los cruces y los caminos, y conviden al banquete de bodas a todos los que se encuentren´. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que se encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados”.

Es en este momento que el Reino de Dios no es más exclusivo del pueblo Judío. Ahora, se ha abierto a todos los demas. Sin embargo, hay que recalcar esto: Se ha abierto para buenos y para malos. Entendamos esto, no sólo es para todos los buenos, se ha llamado también a los malos. Eso no quiere decir que tienen la invitación abierta 100%, como veremos a continuación.

“Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ´Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?´ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ´Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos´”.

Aquí, personalmente encuentro una salud de alma y reconciliación. Entiendo ahora que no basta ser llamado al banquete y al Reino. Mi vida tiene que estar recubierta del un traje de fiesta, es decir, de obras buenas, de caridad, de arrepentimiento y de amor a mi prójimo.

Dudo mucho que un asesino despiadado pueda tener este traje. ¡Ni siquiera yo estoy seguro de tenerlo! Pero, es en nuestra vida diaria que debemos ir tejiendo, poco a poco el mencionado traje.

El banquete está cerca. No dejemos que nos tome por sorpresa desnudos.

Lecturas del Domingo: Octubre 8, 2017 – Las enseñanzas de la viña

Todos sabemos que, gracias al sacrificio de Jesús, la herencia del pueblo de Israel ya no sólo es de ellos, sino que se ha extendido a todos nosotros.

Pero eso no quiere decir que es algo que ganamos y tenemos 100% asegurado. Para entender esto, recordemos que la Alianza original con los israelitas –a través de Abraham– fue un gran regalo de Dios, pero que poco a poco se fue degradando por las constantes iniquidades, quejas, e indiferencia del pueblo elegido. Cuando los judios fueron esclavos por los egipcios, después fueron liberados por Dios a través de Moisés. Sin embargo,  después de andar a través del desierto por algún tiempo comenzaron de nuevo a rebelearse contra Dios, al grado de ofenderlo con el famoso cordero de oro al que adoraron. Esta vez Dios, aún con misericordia, les dijo que no los destruiría, pero ninguno de esa generación vería la tierra prometida. Los liberados serían “purificados y filtrados” en el desierto.

Todos esto, y mucho más, es recordado en la primera lectura y el salmo de hoy, y después será reafirmado por Jesús en el Evangelio. Y, para que todo el mundo lo entienda, la mejor forma de presentarlo es a través de una comparación con viñas.

Primero, Isaías nos dice en forma de un poema de una mujer a su prometido:

“Mi amado tenía una viña en una ladera fértil. Removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ellas vides selectas; edificó en medio una torre y excavó un lagar. Él esperaba que su viña diera buenas uvas, pero la viña dio uvas agrias”

No importa cuánto amor y cuidado puso el viñador (Dios) a su viña (el pueblo), él esperaba uvas buenas (buenas obras, justicia y bienestar), pero las uvas fueron agrias (maldad e iniquidad). Continúa la narración:

“Ahora bien, habitantes de Jerusalén y gente de Judá, yo les ruego, sean jueces entre mi viña y yo, ¿Qué más puedo hacer por mi viña que yo no lo hiciera? ¿Porqué cuando yo esperaba que diera uvas buenas, las dio agrias? Ahora voy a darles a conocer lo que haré con mi viña; le quitaré su cerca y será destrozada. Derribaré su tapia y será pisoteada. La convertiré en un erial, nadie la podará ni le cortará los cardos, crecerán en ella los abrojos y las espinas, mandaré a las nubes que no lluevan sobre ellas”.

Ahora sabemos que este pasaje nos habla de la desilusión de Dios con su pueblo y como su ira será terrible.

El mensaje es claro y originalmente estaba escrito al pueblo Judio. Como mencionamos antes, después del sacrificio de Jesús, la herencia ahora es para todos. Veamos lo que dice El Hijo de Dios a los ancianos y sumos sacerdotes en el Evangelio de hoy:

“Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimía, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Po último, les mandó a su propio hijo, pensando: ´A mi hijo lo respetarán´. Pero, cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ´Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia´. Le hecharon mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.”

Sin duda, esta es una lección profética que Jesús les está dando: El propietario es Dios, el viñedo es la Alianza y la palabra en el mundo. Los viñadores son el pueblo. El tiempo de la vendimia es considerado el final de los tiempos, pero una idea más aceptada es cuando Dios decide “hechar un ojo” a cómo andan las cosas en la Tierra.

Los criados son los profetas, apóstoles, márires y santos. Todos ellos son al final muertos por el pueblo malo que no quiere escuchar la palabra y se dedica a la maldad. Y al final, el hijo del propietario es sin duda Jesús, quien recibirá una muerte terrible a manos de los mismos sacerdotes a los que les está hablando.

Y el último mensaje de Jesús es más claro, pero más directo:

“Les será quitado a ustedes el Reino de Dios y sele dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

El que tenga oídos, que oiga.

 

 

Lecturas del Domingo: Octubre 1, 2017 – Parábola de los dos hijos

Parábola de los dos hijos

Muchas veces renegamos a de la voluntad de nuestro Dios; sabemos cual es su voluntand, pero nos es difícil seguirla. Sin embargo, su misericordia es tan grande, que nos da la oportunidad para que pensemos y rectifiquemos nuestras acciones.

En la primera lectura, el profeta Ezequiel nos dice que:

“Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”

La clave es muy clara y sencilla: recapacitar y apartarse de lo malo. Pero, a veces esto no resulta tan obvio o tan fácil. Imaginemos a una persona que está cometiendo adulterio: al estar tan metido en su otra relación, no se da cuenta de que puede estar haciendo mal. En su cabeza pueden estar dando vueltas muchas ideas y justificaciones. Y mientras tanto, el tiempo sigue pasando.

No es sino que hasta que ocurre una situación inesperada –como un susto o sorpresa– que el inculpado o inculpada se dan cuenta de lo que están haciendo. Es ahí el momento que Dios nos da para rectificarnos antes de que sea demasiado tarde.

Jesús también nos habla de algo similar en su parábola del dueño de la viña y sus dos hijos :

“Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ´Hijo, ve a trabajar hoy en la viña´. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’ pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: ´No quiero ir´, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”

Es aquí que tenemos cómo el arrepentimiento vuelve a mencionarse como la clave para nuestra propia salvación.

Jesús está dirigiéndose a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Ellos eran los “sabios” –ciertamente versados en todas las escrituras, pues las sabían de memoria– a quienes los habitantes tenían como autoridades morales. Pero eran corruptos, muchas veces injustos, y gustaban de vanagloriarse ante todos.

A la pregunta de Jesús, todos respondieron: “El segundo“.

Respuesta obvia y fácil, incluso para nosotros hoy en día. Pero, es interesante ver cómo Jesús impone su autoridad al hacerles preguntas para ponerlos a prueba, algo inusual y escandaloso en esos tiempos.

Jesús sigue su enseñanza cambiando su tono a uno más duro:

“Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron. Ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.

Los publicanos y las prostitutas se dan cuenta de sus errores y cambian. Ciertamente, es fácil ver quién está cumpliendo la voluntad del Señor.

¿Cuál de los dos hijos eres tú?

Lecturas del Domingo: Septiembre 24, 2017 – Parábola de los trabajadores

Parábola de los trabadores de la Viña
“Parábola de los trabadores de la Viña”, por Jacob Willemsz de Wet – The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH., Public Domain, Link

Hoy Domingo, Jesús nos habla de las recompensas y qué es lo que debemos esperar de ellas.

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña”.

La narración nos cuenta que al inicio del día, el dueño contrató a un grupo de personas, y acordó un pago de un denario por todo el día. Ellos comenzaron las arduas labores, con un sol tremendo bajos sus espaldas.

Por cierto, un denario era el pago ordinario para la mayoría de los trabajos de una jornada. Es también el pago que recibía un soldado por día. Podemos pensar que era una muy buena cantidad.

Volviendo a la narración, a media mañana el dueño volvió a salir a contratar a otro grupo de trabajdores, acordando la misma paga. El dueño hizo lo mismo a media tarde.

Finalmente, al caer la tarde, encontró todavía a otros que estaban sin trabajar y les dijo:

“¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar? Ellos le respondieron: ´Porque nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña´”.

Así, estos últimos trabajaron sólo un par de horas cuando mucho.

Al término del día, el administrador de la viña recibió instrucciones del dueño para que les pagara lo mismo a todos los jornaleros, pero debía hacerlo en el orden inverso que llegaron, empezando por los últimos.

Cuando les toco su turno a los primeros trabajadores, éstos creían que les iban a pagar más que a los últimos, pues ellos habían trabajado todo el día, soportando el terrible calor y sol en sus espaldas. Pero, para su sorpresa, recibieron el mismo denario que los que trabajaron sólo dos horas en la tarde fresca.

Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, el cual, dirigiéndose a uno de ellos –no a todos, sino sólo a uno de ellos– le dijo:

“Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a tí. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?”

¡Uff! ¡Qué difícil es seguir en verdad a Dios sin caer en el pensamiento humano! ¿Cuántos de nosotros no nos hubiéramos enojado por esta “injusticia“?

Un momento, ¿todos recibieron lo que se había acordado, no? Nunca se habló de que recibirían más por trabajar más, o por trabajar con calor, o en la sombra, ¿verdad?

Es natural sentir un poco de indignación por esta situación. Al final, todos somos humanos. Pero, es aquí donde está la diferencia que Jesús nos pide para poder alcanzar el Reino de Dios: empezar a dejar de pensar en términos humanos egoístas, y pensar más en el prójimo. Tenemos que hacer un esfuerzo extra.

Si ponemos atención, hay una parte muy importante en la narración: cuando el propietario preguntó al último grupo que por qué no habian ido a trabajar a su viña ellos le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado“.

Por eso nos pide Jesús compasión. Nadie les ha contratado a ellos. Nadie les ha hablado de la viña. Nadie les ha explicado el reino.

Nadie les ha llevado la palabra.

Y por eso, ¿Ellos no tienen derecho a la misma recompensa eterna?

Ciertamente, todos tenemos derecho a ella. Y como Jesús termina diciendo:

“De igual manera les digo: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos”.

Lecturas del Domingo: Septiembre 17, 2017 – La gracia del Perdón

Deudor malvado
Vitrales con la escena del deudor malvado User:StAnselmOwn work, Public Domain, Link

En la primera lectura, el Libro del Eclesiástico nos recuerda que el rencor y la cólera son cosas abominables, pues Dios “se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados“, ¡Imagínate que estén registrando todas las ofensas que cometes, pequeñas y grandes, para después pedirte cuentas!

“Perdona la ofensa de tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
“El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?

Luego, Jesús nos platica la parábola del hombre que fue perdonado, pero no supo perdonar:

“El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos, y todas sus posesiones, para saldar su deuda. El servidor, arrojánsose a sus pies, le suplicaba diciendo: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó, y hasta le perdonó la deuda.
“Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces, lo agarró por el cuello, y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ´Págame lo que me debes´. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ´Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo´”

El mismo escenario, el mismo suplicio, pero en dos situaciones diferentes. Continúa Jesús:

“Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió a la cárcel hasta que le pagara su deuda.
“Al ver lo ocurrido, los compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ´Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de tí?´ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
“Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Perdonar, perdonar, perdonar.

Sin duda, una de las tareas más difíciles, pero al mismo tiempo más fáciles. En su momento hablamos de eso. y mencionamos que aunque podamos engañar a los demás diciendo que estamos arrepentidos, o que hemos perdonado, a Dios no lo podemos engañar.

Perdonar no es fácil, especialemente en nuestra naturaleza humana, pero es posible. A veces toma tiempo, años en algunas ocasiones, pero se puede lograr.

Y Dios, en su infinita misericordia, créeme que pone todo a tu alcance para que lo logres.

Yo soy testigo de eso, y te voy a contar la historia de mi madre, que tuvo una serie de fuertes discusiones y terribles acciones de parte de una de sus hermanas hacia ella. La verdad es que todos vimos como mi tía fue injusta con mi madre, al grado de conspirar contra ella y causarle mucha ansiedad y dolor. Luego de varios años de distanciamiento, mi madre tuvo un problema de salud y tuvo que ser operada. Un día antes de la operación, mi mamá me confió que se sentía en paz consigo misma y con los demás, en caso de que algo le pasara y no pudiera sobrevivir el procedimiento quirúrgico.

Pero, ella no sintió en su corazón que podía perdonar a su hermana. Y me lo expresó en su lecho. Cuando estaba a punto de recibir la anestesia, se dijo a sí misma: “Dios mio, perdono a todos, menos a mi hermana, porque yo nunca le hice daño y ella me lastimó horriblemente“.

Gracias a Dios, la operación fue un éxito. Cuando despertó, me dijo llorando: “estoy arrepentidísima por lo que dije. Ahora me doy cuenta de que realmente he perdonado a mi hermana.”

Y así fue. Mi madre después llevo una vida libre de rencor y fue la primera que ayudó a su hermana cuando ella misma enfermó de los riñones y tuvo que dialisarse por muchos años. Mi mamá tuvo la oportunidad de perdonar y la tomó.

Así, Dios pone a todos la oportunidad de perdonar en el momento más oportuno, para que podamos tener nuestro propio perdón. Es nuestra elección; es nuestra oportunidad.

 

Finalmente, el perdón no puede ser de los dientes para afuera, sino que debe venir desde adentro de tí, de tu verdadero corazón. ¿Cómo puedo saber cuando es de verdad? El verdadero perdón –y por ende, tu salvación– se logra cuando al recordar la ofensa… ésta ya no te causa dolor.

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 10, 2017 – “Lo que aten en la tierra será atado en el cielo; lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo”

los nudos
Nudos

Este domingo es conocido en algunos lugares como el Día de Atar y Desatar. Hace dos semanas escuchábamos a Jesús otorgarle a Pedro el poder de atar y desatar almas por sus acciones aquí en vida.

Pero ahora Jesús nos entrega ese mismo poder a todos… bueno, a casi todos.

“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero, si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de a un pagano o de un publicano”.

Jesús nos da tres escalas de autoridad:

  • A solas con el infractor. Este es el primer paso, y como podemos ver, nos pide que seamos prudentes, pues se trata de algo serio. ¿No ocurre muchas veces que a veces queremos salir corriendo con la primicia del chisme?
  • Con uno o dos testigos, para que quede claro.
  • A la comunidad.

Si después de esto no hay resultados, y el infractor quiere seguir en su pecado, pues es hora de retirarnos.

Pero, ¿quiere decir esto que debo convertirme en el policía de mi hermano? ¿tengo yo la autoridad de juzgar?

No es tan sencillo. Imaginemos este caso: Una niña de sólo 15 años se embaraza, y su madre, de tan sólo 30 años, no le llamó la atención. ¿Debemos culpar a la madre por esta situación? ¡Ella misma fue una niña cuando estuvo embarazada! Ella no tenía el conocimiento en ese entonces y muy difícilmente lo tendrá ahora para guiar a su hija.

Si tu tienes el conocimiento, entonces es tu deber juzgar con prudencia la situación. Si eres un científico que sabes que el nuevo químico que se va a agregar a la comida que fabrica tu empresa es nocivo… y no haces nada… entonces eres tú el que se condena. No es el público, aunque digas que es una responsabilidad compartida. ¡Tu eres el que tiene el conocimiento!

Pero, si ni siquiera sabes todos los detalles de la situación e inmediatamente te pones a criticar y a juzgar… entonces también te estás metiendo en problemas.

Todos tenemos nuestras vidas en familia, con amigos, y en el trabajo. Y en todos estos lugares suceden cosas, a veces malas. Sepamos –y pidamos sabiduría para entender– las situaciones y obremos como nos lo pide Jesús, pero siempre con prudencia en el primer paso.

 

Jesús finaliza el Evangelio con una frase llena de optimismo para esta semana:

“Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

 

 

Lecturas del Domingo: Septiembre 3, 2017 – “Renuncia a ti mismo, carga tu cruz y sígueme”

Apártate de mí Satanas
1886-1894 — Parte de una serie de pinturas ilustrando la Biblia, por James Tissot. | Located in: Brooklyn Museum. — Image by Brooklyn Museum/Corbis

En los últimos domingos hemos estado escuchando narraciones de Pedro, algunas de ellas sobre cuando es amonestado y otras cuando es exaltado. Justamente la semana pasada escuchábamos cómo Jesús le entrega la llaves del cielo; pero ahora,  Pedro va a ser regañado como pocas veces lo hemos escuchado.

Resulta que Jesús les dice a sus discípulos que tiene que ir a Jerusalén para sufrir y morir a manos de los ancianos y los sumos sacerdotes, pero que resucitará tres días después. Si nos imaginamos esta narración, podremos ver a los apóstoles sumamente confundidos, pues su líder, del que algunos aún no lo ven como hijo de Dios, les está diciendo que va a morir, y de una manera terrible. Duda, confusión, miedo, y hasta incredulidad debe estar pasando por la mente de ellos.

Pero es Pedro el que habla y, dirigiéndose a Jesús, le dice: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti“.

Muy sencillas palabras, llenas de inocencia y tal vez hasta dulzura. Es por eso que extraña la reacción de Jesús respondiéndole:

“Apártate de mi Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres”.

¡Qué sorpresa para Pedro! ¡Escuchar a su Señor referirse a él como Satanás! No cabe duda de que sería fácil para Pedro renunciar a su posición después de esto, pues no es la primera vez que se siente menospreciado hasta humillado.

Pero Pedro no renuncia. Toma la humillación y se traga su orgullo. Y lo hace frente a los otros discípulos, quienes lo han visto como su soporte, como el segundo después de Jesús.

Jesús continua:

“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?”

Tomar nuestra cruz. En la primera lectura de hoy, el profeta Jeremías nos dice que él estuvo a punto de renunciar al llamado de Dios, pues era constantemente humillado, fue convertido en objeto de burla y hasta de violencia. Pero al final, se mantuvo firme, pues aceptó su cruz y continuó su prédica contra todo lo malo de su mundo.

Así, Jesús nos dice que tomemos nuestra cruz, que con valentía superemos los miedos de vivir una vida para Dios. Esto no significa martirio sin razón; al contrario, quiere decir no temer a vivir por Dios, por su Palabra, no por el modo de pensar humano.

No nos dejemos llevar por las modas, por el dinero, por el orgullo. Esos son los elementos que nosotros los hombres y mujeres creamos y contra los que debemos luchar, aunque se burlen de nosotros.

Porque no es fácil renunciar a ellos, pues son tan arraigados a nuestra vida. El deshacernos de ellos como nuestros amos es lo difícil, porque conlleva burlas de los demás, humillaciones y murmuraciones. Esas cosas son tan pesadas que se vuelven muy difíciles de llevar.

Tan difíciles como una cruz.